Por Irene Vasco
Lo perdido
En Colombia, la exclusión educativa tiene profundas raíces históricas. Hace poco más de quinientos años, cuando los españoles conquistaron los territorios que hoy llamamos América Latina, los pueblos nativos se comunicaban en muy diversas lenguas. A pesar de utilizar códigos gráficos, los habitantes del Nuevo Mundo desconocían el alfabeto europeo. En cierta medida, los conquistadores usaron ladinamente la carencia de las letras para fraguar “escrituras” a su nombre y adueñarse de las tierras. Por lo demás, invocando las bondades de la evangelización, los europeos obligaron a los indígenas a aprender el castellano, desconociendo y despreciando lenguas, tradiciones y creencias sagradas. El despojo de estas se constituyó en el requisito previo para el despojo de la tierra y de los demás patrimonios comunitarios.