Por Antonio Orlando Rodríguez
Tomado de Artes y letras, suplemento de El Nuevo Herald, Miami.
Lograr un estilo inconfundible es el deseo confeso o escondido de no pocos narradores. Desde su primera colección de cuentos, Una idea toda azul, publicada en 1979, la brasileña, Marina Colasanti, consiguió materializarlo. En títulos posteriores, como Entre la espada y la rosa o Lejos como mi querer, por apenas mencionar dos de los más relevantes, su manera de contar consolidó un sello propio, una certera suma de economía verbal, levedad, transparencia y riqueza de significados que conforman lo que podríamos llamar “el estilo Colasanti”.
Autora de una amplia bibliografía que abarca narrativa, poesía, ensayo y periodismo, Colasanti ha incursionado con particular acierto en el cuento de hadas o maravilloso, un antiguo género que ha logrado reinventar, rescatando sus esencias y fórmulas arquetípicas -con todo su caudal de connotaciones psicológicas y sociales- y enriqueciéndolo con sorprendentes paisajes, personajes y conflictos que apuntan a un ambicioso propósito de contemporaneidad.
Su más reciente obra publicada en español, Veintitrés historias de un viajero (Norma: Bogotá, 2010), testimonia la madurez creativa de la excepcional fabuladora que es Marina Colasanti. Insertada en el mercado editorial como una colección de cuentos para lectores juveniles, en realidad se trata de textos de los que ningún adulto amante de la gran literatura debería privarse. La estructura del libro utiliza un sugestivo cuento-marco para dar cabida a un conjunto de historias de muy variada naturaleza, dramáticas unas, humorísticas otras, poéticas y pródigas en símbolos y connotaciones todas. Un viajero –“un hombre para quien el mundo es un abanico abierto”, pero también una representación del destino- llega a las puertas del pequeño reino, rodeado de altas murallas, de un joven príncipe presa del miedo. A través de los relatos que le va entregando el forastero en el transcurso de un viaje iniciático, el gobernante recibe noticias de un mundo desconocido y la necesidad de recorrer otros caminos, más allá de las fronteras de su territorio, se va abriendo paso, de forma liberadora, en él. Como suele suceder en la mayoría de los cuentos de esta autora, tiempo y espacio resultan difíciles de precisar. Digamos que sus tramas se desarrollan en una edad mítica, en una suerte de “tiempo más allá del tiempo” enraizado en las honduras del inconsciente.
En un conjunto de relatos de tan sostenida calidad formal, destacar uno implica un ejercicio más cercano al gusto personal que a la estricta valoración crítica. Puesto a elegir, me inclino por el primero de los que refiere el viajero al príncipe: “La muerte y el rey”, sin duda un clásico dentro de la narrativa de Colasanti por su carga metafórica y su reflexión -sobrecogedora y sutilmente irónica- sobre la naturaleza ineludible de la muerte. Sin embargo, sería injusto no resaltar otras ficciones que perduran en el recuerdo una vez concluida su lectura, como “Quien me dio fue la mañana” y “Charco de sangre en campo de nieve”, ejemplos paradigmáticos de la habilidad de la escritora para rematar sus historias fantásticas con desenlaces tan líricos como inesperados; “Al abrigo de un turbante”, un cuento de ambiente oriental y refinado humorismo; “Con certeza tengo amor”, “De su corazón partido” y “De mucho buscar”, textos que, desde disímiles perspectivas, retoman uno de los temas favoritos de Colasanti: el triunfo del sentimiento amoroso pese a obstáculos de toda índole, o “En el camino inexistente”, una breve e inquietante fábula sobre dos peregrinos, un padre ciego y una hija muda, que confunden desierto y mar, olas y dunas.
La narración como viaje, las guerras entre reinos, el amor como fuente de vida, el elogio de la belleza y la sagacidad femeninas, las metamorfosis de seres humanos en animales, la crueldad vencida por la inocencia, las paradojas del destino y la necesidad de hallar respuestas para las preguntas fundamentales el hombre (“¿No será la vida de todos nosotros la búsqueda de un tesoro, el raro tesoro de la felicidad?”) son algunos de los eternos motivos de los cuentos populares que reaparecen, asombrosamente lozanos y universales, en estas páginas.
Nacida en 1937 en Asmara, Eritrea, de padres italianos, Colasanti vivió en Trípoli y deambuló con su familia por distintas ciudades de Italia antes de emigrar a Brasil a los 11 años de edad. Este admirable libro, deudor de las raíces y los paisajes de su infancia viajera, de una experiencia vital marcada por la pertenencia y el extrañamiento, nos conduce directamente al corazón del universo mágico de Marina Colasanti, una escritora fascinante, poderosa e insustituible.