“Desde siempre, la función esencial del teatro, como la del resto de las artes, ha sido entretener a la gente. Esto es lo que le confiere su particular dignidad: no necesita otra legitimación que el placer mismo, el simple placer incondicional. De ningún modo cabría elevarlo a un plano más alto, por ejemplo, convirtiéndolo en un mercado de moral; en tal caso, habría antes que atender a que no se lo rebajara, lo que ocurriría inmediatamente si no se lograra hacer deleitable lo moral y conceptual –con lo cual, por otra parte, lo moral no saldría sino ganando. Ni siquiera se le debe pedir que contribuya a la instrucción del espectador. Si alguna lección utilitaria tenemos que sacar es la que debe moverse placenteramente, ya sea en el sentido físico o espiritual. En realidad el teatro debe permanecer como algo superfluo, aunque esto, por supuesto, significa que está entre aquellas cosas superfluas que nos son imprescindibles para vivir. Nada necesita menos justificación que el placer. “.
Bertolt Brecht