En varias ocasiones me han pedido que mencione algunos títulos que hayan sido importantes en mi camino para llegar a ser escritora. Junto con clásicos como Crónicas marcianas, de Ray Bradbury, o las Obras completas de William Shakespeare, tengo que incluir el primer libro que consideré propio antes de aprender a leer: Había una vez, una colección de cuentos de hadas, en versión para niños pequeños, realizada por Herminio Almendros y Ruth Robés Masses.
Mis padres me contaban que debían leerme uno o varios de aquellos cuentos cada noche. De lo contrario, me negaba a dormir. Esa ronda nocturna de historias empezó cuando yo tenía unos dos años y, al parecer, enseguida me aficioné a ella. Durante mucho tiempo me leyeron esos mismos relatos, una y otra vez, hasta que se dieron cuenta de que me había aprendido el libro de memoria, porque les corregía o recitaba párrafos enteros si ellos se los saltaban.
Una de las anécdotas que me contó mi padre fue la broma que le hizo a unos amigos que fueron de visita a la casa. Cuando ellos preguntaron por mí, les dijo que yo estaba bien y que había adelantado tanto que ya sabía leer. Como yo no había cumplido aún los cuatro años, se mostraron incrédulos y se burlaron de su exagerado amor de padre. Entonces me llamó y me entregó el libro, abriéndolo en cualquier página.
Yo empecé a recitar el texto, pasando cada página donde terminaba la última oración para ir a la siguiente, guiada por las ilustraciones. Sospechando que había algún truco, los amigos de mi padre me pusieron a prueba escogiendo a su albedrío las páginas. Cuando se convencieron de que era capaz de “leer”, mi padre les reveló la verdad: yo me sabía el libro de memoria… lo cual, según él, redobló el asombro de sus invitados.
Lo cierto es que aquel fue mi primer amor literario, al cual seguí aferrada incluso cuando ya empezaba a sumergirme en autores más complejos, como Julio Verne y Mark Twain. Creo que ese libro se integró a mi ADN porque, desde que tengo uso de memoria, la fantasía nunca ha dejado de alimentar mi imaginación ni de formar parte de mi obra literaria.
Crecer en un hogar habitado por libros y lectores convirtió la lectura en parte de mi vida cotidiana. Recuerdo que la cabecera de la cama de mis padres era un estante repleto de volúmenes que se habían ido amarillando con el paso de los años. Si te acostabas, no tenías más que alargar la mano para alcanzar uno. Por eso, en mi caso, leer fue siempre un acto tan inevitable como respirar.
Y es que un lector no nace, se hace. Intentar que alguien empiece a disfrutar de la lectura en la adolescencia o poco después, es sumamente difícil. Ya es sabido que los primeros cinco años de vida son decisivos para habilidades como la capacidad para los idiomas, el sentido de musicalidad y el uso del lenguaje, entre otras. El de la lectura también se encuentra entre esos primeros hábitos adquiridos.
No importa cuántos juguetes o artefactos tecnológicos regalemos a los niños. El mejor regalo —el que durará para siempre en nuestra memoria y espíritu para acompañarnos hasta nuestra muerte— será siempre un libro… y la compañía de mamá y papá, leyéndonos cuentos de hadas, cada noche, junto a nuestra cuna.
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Daína Chaviano, narradora, poeta y traductora cubanoamericana. Licenciada en Lengua Inglesa en la Universidad de La Habana. Su amplia bibliografia incluye títulos como Los hijos de la Diosa Huracán y La isla de los amores infinitos (novelas ganadoras del Florida Book Award, Estados Unidos), El hombre, la hembra y el hambre (Premio Azorín, España), Fábulas de una abuela extraterrestre (Premio Anna Seghers, Alemania), Gata encerrada, Extraños testimonios, El abrevadero de los dinosaurios y Confesiones eróticas y otros hechizos. Para los lectores infantiles y juveniles ha publicado Los mundos que amo (Premio David de Ciencia Ficción, Cuba), País de dragones (Premio La Edad de Oro, Cuba), Un hada en el umbral de la Tierra y Amoroso planeta. En el año 2014 le fue conferido en México el Premio Nacional Malinalli para la Promoción de las Artes, los Derechos Humanos y la Diversidad Cultural. Reside en Miami, Estados Unidos.
Quisiera comprar este libro. Por favor ayúdenme. En Guatemala ya no está. Gracias!!!
Me encanta sobre todo la edición más antigua. Recuerdo a mi madre leyéndome sus cuentos.
que hermosura de relato, es un vocabulario sencillo y lleno de amor que me permitió transportarme hasta el momento. espero poder leer “cuando las hadas nos acompañan desde la cuna”
Gracias por esta interesante anécdota. Que se multiplique este libro de Había una vez en una edición facsimilar en todas las familias. Quisiera tambien poder descargarlo que hasta ahora no he podido.
me encanta saber que hay un día para los libros de niños, soy también narradora y desidora, también aprendiz de poesías, cuentos, narraciones.me encanta haber encontrado esta página.
Bonito recuerdo y bonito regalo, el que recibió Daína y el que ofrece a todo el que la lea.
Vivaaa❗️
Que RiCOOO contar con literatura para los chicos de la casa y el chico que llevamos todos por dentro❗️
Gracias, gracias mil por tanto❗️
Me encantó esta narración, pues de alguna manera me llevo a mi niñez y recordar de dónde viene mi pasión por los libros y por la lectura!!!
Bella anécdota Daína!
Los mensajes que publica cada año la Fundación Cuatrogatos para festejar el día mundial de los libros infantiles siempre son
muy inspiradores. Este año además tiene el plus de haber sido escrito por la admirada Daína Chaviano. ¡Hay que “sembrar” nuevos lectores!
Es muy bello para mí leer esta anéctoda porque Había una vez fue el primer libro que tuve, me lo regaló mi mamá cuando recién comenzaba a leer, y en él escribió una dedicatoria con mi nombre: “para María de la Paz, con todo mi amor, tu mamita”. Me hizo muy feliz leer maravillosos cuentos para ella, aquí nació mi amor por la lectura.
Viva la presencia de los libros en las casas.