Nacida en Caracas, en 1964, Mireya Tabuas es una destacada periodista y escritora venezolana. Estudió Comunicación Social y una maestría en Literatura Venezolana en la Universidad Central de Venezuela, institución donde se desempeñó como profesora, y entre los años 1994 y 2014 ejerció el periodismo en el periódico El Nacional. Su trayectoria como autora de literatura infantil se inició en 1995, cuando Monte Ávila Editores publicó su libro Gato encerrado, al que siguieron Cuentos para leer a escondidas (Monte Ávila Editores, 2001; Lista de honor de IBBY), Cuentos prohibidos por la abuela (Alfaguara, 2009), No abrir hasta el año 3000 (Loqueleo, 2010), La mano de mamá (Camelia Ediciones, 2013) y Rojo y azul (Camelia Ediciones, 2014).
Hace diez años, Tabuas se radicó en Santiago, Chile. Allí estudió la maestría en Estudios Sociales y Políticos Latinoamericanos de la Universidad Alberto Hurtado, institución donde actualmente imparte clases en la carrera de Periodismo, el Diplomado de Narrativa de No Ficción y del Magíster en Escritura Narrativa. Además, es docente en la Universidad de Santiago. En el 2018, su libro Gato encerrado fue editado por Santillana para los lectores chilenos. Su más reciente publicación es el cuento La cabeza de Tomás, que vio la luz en el 2023, en Miami Beach, Estados Unidos, en una hermosa edición, con ilustraciones del artista venezolano Yonel Hernández, realizada por Alliterarion Publishing.
Cuatrogatos entrevistó a Mireya Tabuas sobre La cabeza de Tomás, obra escogida como una de las ganadoras del Premio Fundación Cuatrogatos 2024 por la forma en que “entremezcla sugestivamente lo cotidiano y lo insólito para defender la libertad imaginativa y la creatividad en la infancia”.
Desde Rojo y azul, publicado en Caracas, en el 2014, no teníamos el gusto de leer un nuevo libro tuyo. ¿Por qué tanto tiempo?
Las razones de no haber publicado son muchas y variadas. O quizás son excusas, no sé. El caso es que he pasado diez años haciéndome la misma pregunta: ¿por qué no he publicado un nuevo libro? Una explicación racional sería culpar a la migración y todo lo que implica. Justamente, hace diez años, en 2014, migré de Venezuela a Chile. La migración es un cambio no solo de geografía, de cultura, de trabajo, de clima o de gente, sino también de historia personal. Eso que llaman “empezar de cero” o “borrón y cuenta nueva” es muy cierto y se aplica muy bien al mundo literario. Al migrar uno se “resetea”, haces clic y tu historial se borra, eres como un disco duro en blanco para el nuevo medio en el que te desenvuelves.
En Chile, poquísimas personas del mundo literario me conocen, así que me ha costado conectar con editoriales, o quizás (debo reconocerlo) no he hecho el suficiente esfuerzo para llegar a ellas. Como ermitaña, me autoexcluí del mundo editorial y me dediqué solo al periodismo y a la docencia universitaria. Al mismo tiempo, en Venezuela han cerrado muchas editoriales por culpa de la crisis económica, así que tampoco tenía espacios allí para publicar. Además, y esta es mi explicación emocional, en una migración tan compleja y difícil como la venezolana muchas cosas se rompen en el alma y empiezas a cuestionarte incluso tu propio papel como escritor. Sin embargo, no he dejado nunca de escribir, quizás incluso más que antes. Tengo muchos manuscritos (unos largos, otros cortos; unos acabados, otros no), pero siguen escondiditos. También he publicado en otros formatos: por ejemplo, durante la pandemia inicié un proyecto virtual llamado Cuentos sin corona, donde publiqué más de veinte de mis cuentos, tanto conocidos como inéditos. Mi idea era acompañar, a través de la literatura, a niños, niñas y adolescentes, a sus familias y profesores, en esos tiempos tan difíciles de encierro y temores.
Cuéntanos cuándo y cómo escribiste La cabeza de Tomás. ¿Existió algún detonante que hiciera nacer la historia?
Tomás existe. Y se llama así. Aunque nunca lo conocí. Mi hija, cuando estaba cursando el bachillerato, fue por unos meses asistente de una profesora de kínder. Me hablaba siempre, con asombro, de un niño, de unos cuatro o cinco años, que todos los días contaba unas anécdotas sumamente fantasiosas sobre lo que hacía cuando no estaba en la escuela, pero las contaba muy seriamente, digamos que con todas las herramientas narrativas de verosimilitud. Entonces me vino la idea de esta historia, porque Tomás es muchos niños, porque Tomás, para mí, es una metáfora de la libertad creadora del ser humano. Pero no quería solo hablar de un niño de fantasía desbordada, me interesaba también la mirada de esa maestra que intenta, respetuosamente, poner los pies en la tierra a ese niño que vive en las nubes, hasta que ella misma se da cuenta de que fantasía y realidad son absolutamente relativas y pueden convivir. Y más allá de ellos dos, también quería que todo el coro de niños y niñas que aparecen, los personajes secundarios, a través de breves diálogos nos mostraran su cotidianidad familiar y sus diferencias, para resaltar esa diversidad de experiencias. Siento que un lector puede verse reflejado en Tomás o en cualquiera de los otros personajes.
Tu libro es una defensa de la fantasía infantil y de la libertad de imaginar. ¿Qué papel desempeña la fantasía en tu narrativa infantil? ¿El derecho a imaginar necesita ser defendido?
Ni mi narrativa infantil y juvenil ni tampoco la destinada al público adulto es, como tal, fantástica. Yo diría que la gran mayoría de mis cuentos y novelas son realistas, se centran —sobre todo— en historias que reflejan los sentimientos y emociones que experimentamos en nuestras primeras dos décadas de vida. Nuestro choque, bueno y malo, con el mundo. Por cierto, estos sentimientos y emociones muchas veces no los reconocen los adultos. Pero, si bien son obras centradas, como dije, en la realidad, tanto el mundo de los sueños como el de la imaginación forman parte de ellas porque son también parte de nuestra vida.
Asimismo, creo que el derecho a imaginar sí necesita ser defendido de aquellos que quieren coartarlo. Y también porque la imaginación es un gigantesco espacio de libertad. ¡Y la libertad merece ser defendida! Muchas veces, lamentablemente, la escuela le pone frenos a la imaginación con estrategias para el acercamiento a la lectura que se circunscriben al dictado y la copia, por ejemplo; o cuando el docente le reclama a un niño que pintó un sol azul y unas nubes rojas, porque eso no refleja la realidad. Siempre me acuerdo de una anécdota que le pasó a un niño con el que estudió mi hija. Escribió la oración: “Mi casa es mi amiga” y la profesora le pidió rehacerla porque “eso no era una oración”, pues “una casa nunca puede ser una amiga porque no es una persona”. Defender el derecho a imaginar es también defender el derecho a la metáfora, a la hipérbole, al humor, a la poesía, a la libertad, a pintar el sol de azul.
La cabeza de Tomás es un cuento ilustrado. A tu juicio, ¿qué aportaron la ilustraciones de Yonel Hernández a tu narración?
Cuando le presenté el cuento a la editorial y esta eligió al ilustrador (que yo conocía y sabía que era muy bueno), en mi imaginario, yo tenía la idea de que la ilustración estaría basada en imágenes muy realistas, plenas de color, que fueran solo la representación gráfica del texto y contrapusieran en cada doble página la mirada fantasiosa del niño y la interpretación de la profesora sobre la misma escena. Yonel fue más allá de eso, construyó un universo plástico en tres colores básicos: azul, rojo y blanco, creó unos personajes y una identidad gráfica. Creo que la estética de las ilustraciones es el complemento perfecto para el texto, porque no se queda en representarlo únicamente, sino que ofrece nuevas lecturas. Creo que las imágenes creadas tienen su propio lenguaje, y en eso Yonel tiene un mérito como coautor, pues construye escenas que también nos “hablan” solas. Así el libro ofrece muchas lecturas.
¿En qué momento aparece una editorial que decide acoger el proyecto?
Este libro tiene una larga y loca historia editorial. Primero, hace unos diez años, se iba a publicar en Venezuela. La editorial Lugar Común se interesó por el texto y pidió al ilustrador Yonel Hernández que trabajara en él. Sin embargo, como otras muchas editoriales, tuvo que cerrar sus puertas por la crisis económica del país y el difícil acceso al papel (una de las razones por las que algunos periódicos venezolanos también pasaron a ser solo digitales). Así que nos olvidamos por un tiempo del libro. Yo me vine a Chile, pero de vez en cuando Yonel y yo hablábamos de que teníamos que publicarlo, porque confiábamos mucho en él. Hubo al menos dos o tres editoriales interesadas, en Chile y España, pero siempre pasaba algo a última hora que interrumpía su publicación. Sin embargo, seguíamos teniendo esperanzas. Hasta que llegó Alliteration, editorial creada en Estados Unidos por el mismo editor de Lugar Común, Garcilaso Pumar, que quería iniciar su catálogo infantil y contactó a Yonel. Él le recordó el libro pendiente y la editorial decidió que iba a inaugurar con él su colección para niños y niñas. Es decir, el libro retornó a sus orígenes. Fue un cuidado y amoroso trabajo editorial, que agradecemos mucho y se puede ver en el producto final.
La escritora está en Chile, el ilustrador en Venezuela, el editor en Estados Unidos y todos son venezolanos ¿cómo puede interpretarse esto?
Por una parte, esto es reflejo de la enorme diáspora venezolana. Cerca de ocho millones de venezolanos hemos migrado a otros países, estamos desperdigados en todos los continentes. Pero a la vez nos reconocemos, nos sentimos una comunidad. La publicación de este libro viene a dar cuenta de eso: de que la distancia no es obstáculo para hacer proyectos juntos. Además, por otra parte, en estos tiempos de trabajo remoto y reuniones por videollamada, es cada vez más común hacer equipo con otros creadores aunque estemos en países diferentes.
¿Qué te gustaría que dejara este libro en quienes lo lean?
Mmmm… Difícil de responder eso. Me gusta dejar que el lector tenga su libre interpretación, creo que después de escribirlo, un texto cobra vida propia más allá del autor. Un libro le llega a cada lector de distinta manera, unos se reflejarán en él y otros no, todo es válido. Y eso es maravilloso. Por ejemplo, algunos sentirán que es un libro que defiende la imaginación, pero para otros muestra cómo una persona adulta puede adentrarse en el universo de un niño y comprenderlo. También se puede leer como un libro que defiende la libertad o que expresa la identidad, porque cada uno de los niños tiene una personalidad y una voz. Pero si me piden una sola cosa que quisiera como autora les digo que me gustaría, sobre todo, que los lectores quieran a Tomás, a la maestra y a los demás niños como los quiero yo. Y que, al leerlo, sonrían.
Febrero, 2024.
Un libro para niños que ofrezca varias lecturas e interpretaciones para estimular la imaginación del lector es, sin lugar a dudas, un tesoro.
Me gustaría saber: ¿dónde poder comprarlo?
Estimada Libia: Puedes comprarlo a través de Amazon.
Muy interesante la temática del libro y la entrevista a la autora.
Si no se distribuye en Argentina, no podré leerlo y comentarlo. Lástima…