Nacida en Quito, en 1971, Sandra De la Torre Guarderas es, además de escritora, editora, guionista, realizadora audiovisual y cofundadora de Editorial Rascacielos. Estudió en el Centro Cristiano de Comunicaciones, en Quito, y en la Universidad de Northwestern de San Paul, Minnesota. Es autora del poemario para adultos El hueco en el zapato (El Ángel Editor, Premio Nacional de Poesía Paralelo Cero 2011-2012). Su bibliografía para niños incluye títulos como Donde las rimasopas rimasopean (Premio del V Certamen Internacional de la Literatura Infantil y Juvenil FOEM 2021; Secretaría de Cultura del Estado de México, 2022), Niños de agua (Premio Concurso Internacional Julio C. Coba; Libresa, 2019), Tormenta de arroz (Libresa, 2017), Santos personajes… ¡santas alverjas! (B&H Publishing Group / Editorial Rascacielos, 2016), Alma de trapo: Poemas de un Chico Carlo (Editorial Rascacielos, 2016) y Cuando cierro mis ojos (Editorial Rascacielos, 2013).
En el año 2022, Ediciones El Naranjo dio a conocer en Ciudad de México su libro de poemas Anhelo de alas rojas, con ilustraciones del artista mexicano Isidro R. Esquivel, escogido como uno de los títulos ganadores del Premio Fundación Cuatrogatos 2024. Para conocer más sobre esta obra, entrevistamos a Sandra De la Torre Guarderas:
¿Cómo conociste el síndrome de la resignación?
Para mí suele ser extraño que, al hablar sobre Anhelo de alas rojas, las personas se interesen en esa etiqueta o diagnóstico conocido como el “síndrome de la resignación”. Me causa cierto terror esa tendencia humana de nombrar incluso lo innombrable. Quizás, cuando damos un nombre, creemos conocer y controlar lo nombrado. Simplificamos un misterio imposible de abarcar. Cuando inició mi escritura, no conocí el síndrome, conocí, a través de un reportaje, la historia de dos hermanas dormidas, en un estado parecido al coma, que no habían despertado en años.
Ese trastorno dio origen a Niños de agua, narración con la que ganaste el Concurso Internacional de Literatura Infantil Julio C. Coba 2018 en Ecuador. ¿Qué te llevó a escribir una narración para niños sobre este tema? ¿Te inspiraste en personajes o historias reales?
La noticia sobre las niñas dormidas me causó algún tipo de shock. La razón de su estado explicada perfectamente en el texto informativo no pudo ser comprendida ni por mi cerebro lógico ni por el analógico. Desconocí a la humanidad. Me desconocí. ¿Cómo era posible que la humanidad —después de sus tantos doctorados— permitiera que unos niños se quedaran dormidos meses o años por haberles negado un espacio en el mundo? Por un tiempo, no quise saber de esa humanidad, de ese reportaje ni de esas niñas dormidas. Me sentía en peligro tan solo con aceptar el hecho como real. Por eso guardé el reportaje en un archivo “para después”, cuando las fibras sensibles que me constituyen hubieran sanado del impacto. No sé cuántos días pasaron, tal vez cerca de un año, hasta que empecé a escuchar dentro de mí la voz de Natalija, como relato. De esa imagen real de dos niñas inmóviles sobre sus camas, nació la niña de ficción, Natalija, verdadera como ella sola.
¿Un libro para niños? Cuando empecé la escritura de Niños de agua —el texto narrativo— me movía reproducir la voz de la niña que contaba su historia. Y, cuando una niña tiene algo que contar, ¿no es natural que otros niños la escuchen? Si una inmensa cantidad de niños en todo el mundo, desde muy temprana edad, han soportado atrocidades, ¿no es natural que otros niños, en situación de ventaja, conozcan la realidad sin maquillaje para que no anden por la vida con los ojos vendados? No me parece justo ni sabio que los padres, desde el privilegio, intentemos proteger a nuestros hijos, incluso de conocer el mundo como es, para no asustarlos, para no quitarles el sueño… para que el mundo siga como está. Los personajes del relato (que puede ser leído desde los seis años) se inspiraron en personas que existen y que, en mi opinión, son ya el poema.
Natalija, el oso de peluche y otros elementos de la narración reaparecen en Anhelo de alas rojas. ¿Por qué? ¿El libro de poemas es un desprendimiento del relato?
Después de escribir el texto narrativo, no me quedé en paz, no sucedió ese desprendimiento. Un relato exige el desarrollo lógico de unos acontecimientos, descripciones, pensamientos y diálogos de los personajes. Sin embargo, lo inexplicable o inclasificable, lo innombrable y el silencio son asuntos de la poesía. Natalija todavía hablaba en mi mente con ciertas palabras y cierta música. Ella no había dicho todavía lo que no se puede decir. Entonces, de inmediato, me puse al servicio de los versos, cada día, durante algunos meses, a ratos llorando y a ratos riendo con llanto. Cada poema corresponde a un momento del relato, lo profundiza o lo expande, y, a la vez, es completamente independiente de él. Mi escritura de los versos no fue una decisión consciente, sino el grito descontrolado que sigue a la comprensión de una realidad terrible.
Una vez que concluí también el poemario, imaginé que la obra se publicaría en conjunto, en un mismo libro que reuniera la narración y los versos. No fue así, pero quizás en el futuro alguna casa editorial podría considerar el proyecto.
¿Puedes darnos más detalles del proceso de escritura?
Las primeras líneas de la historia brotaron de esa “máquina de café” por la que se filtra la realidad y nace el chorro oscuro y aromático de las líneas caprichosas que gotean sin mucha explicación ni ciencia. Después vino la lectura sobre distintos casos registrados desde 1998 hasta el 2018, cuando terminó el proceso de creación de mis obras. Leí todo lo que conseguí al respecto en publicaciones periodísticas. Además, investigué sobre el complejo contexto social, político y religioso de territorios como Kosovo y Rusia, de donde provienen los protagonistas. Por otro lado, averigüé cuanto pude sobre Suecia, como país de acogida para personas en busca de refugio. Además, durante mi escritura, casualmente, leía Amor líquido, de Zygmunt Bauman, y sus reflexiones filosóficas que ponen en evidencia la “dificultad de amar al prójimo” se entrelazaron con la historia de Natalija y su condición de prójima no amada. Mi breve relato y los poemas de Anhelo de alas rojas dialogan con las tesis de Bauman y, tristemente, las confirman.
¿Qué te decidió a usar nombres como Ciudadguerra o Pueblolvido? ¿Por qué concediste tanta importancia a los símbolos?
Enseguida comprendí que la historia que conté y canté —aunque real, concreta, ocurrida en un tiempo y un espacio— trasciende lo físico y aun lo histórico para convertirse en símbolo. Ciudadguerra es todo país convulsionado por la violencia y el horror. Pueblolvido es todo no lugar al que desechamos la “basura” humana. Algunos lectores de Niños de agua me han preguntado si la historia es tan solo una metáfora de algo más, pues se resisten a aceptar esa realidad que parece mentira.
¿Cómo llega Anhelo de alas rojas a formar parte del catálogo de Ediciones El Naranjo? ¿El proceso de edición te llevó a transformar el texto de alguna manera?
Envié mi manuscrito a la convocatoria anual de El Naranjo. Antes de hacerlo, tuve que elegir uno de varios posibles. Como admiro las publicaciones de esta editorial mexicana, así como su exquisito y cuidadoso diseño visual y gráfico, escogí mi texto más “difícil”, el que no podría calzar en ninguna convocatoria convencional. Confiaba en la experiencia y en la capacidad de El Naranjo para asumir riesgos. Lo envié y esperé un año entero antes de recibir el dictamen positivo. ¡La noticia me hizo tan feliz! El plan inicial era publicar la obra en 2020, pero llegó la pandemia y tuvimos que esperar dos años más. Con la promesa de la publicación en mente, trabajé una revisión más de los textos por iniciativa propia. Me concentré en la música de las palabras. Envié el manuscrito final y me sorprendió gratamente que la editora, Ana Laura Delgado, no me sugiriera ningún cambio en el texto. Ninguno. Este detalle es admirable y digno de subrayar. Otras editoras de libros para niños han intentado, en diferentes ocasiones, aplanar o simplificar mis textos para que se ajusten a ciertas exigencias preconcebidas para el público infantil. Ana Laura acogió mi escritura rebelde y yo la adoro por eso. Sin embargo, su buen ojo editor está presente en cada detalle del libro. Anhelo de alas rojas no sería lo que es sin ella.
¿Cómo valoras el trabajo que hizo el ilustrador mexicano Isidro R. Esquivel para el libro?
El trabajo de Isidro R. Esquivel es delicioso, de una sensibilidad única, potenciada por su elaboración filosófica. Isidro es el coautor de un discurso que dialoga y se expande. La belleza y la carga conceptual de cada imagen conviertn a este libro en un objeto de arte. Isidro pone rostro, manos y alas a esta realidad-símbolo. Gracias a Isidro, estos versos llegarán por los ojos y serán inolvidables.
¿Has tenido la oportunidad de recibir opiniones de los lectores de Anhelo de alas rojas?
Algunos lectores me han dicho: “Es terrible, pero es hermoso. Pero es terrible”. Otros me preguntan si Natalija y Pavlusha se enamoraron. Los más pequeños quieren saber sobre Pétar IV y Pétar V. No les parece nada raro conservar un peluche roto. Los niños mayores se preguntan qué harían ellos por un amigo o si tienen un amigo que hiciera algo grande por ellos.
Es triste que, en mi país, Ecuador, todavía no hay distribución de este libro, por lo que estoy lejos de los lectores, que seguramente están en México y otros países de Iberoamérica.
Entrevista puesta en línea el 20 de marzo de 2024.