Nacido en 1970, el escritor mexicano Alberto Chimal (1970) es autor de una importante obra narrativa que lo ha hecho merecedor de numerosas distinciones. Para los lectores adultos ha publicado los títulos La torre y el jardín (finalista del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos en 2013), El último explorador (2012), La ciudad imaginada (2009), Los esclavos (2009) y Grey (2006), entre otros.
Su producción para los lectores infantiles y juveniles incluye obras como Cartas para Lluvia (2017), El juego más antiguo (2017) y La Distante (2018). Con esta última, publicada por Ediciones El Naranjo con ilustraciones de la artista colombiana Elizabeth Builes, obtuvo el Premio Fundación Cuatrogatos 2019.
Entrevistamos a Chimal para conocer más sobre su quehacer literario y, en especial, sobre La Distante:
¿Cómo surgió tu interés por escribir para niños y jóvenes?
Algunas lecturas importantísimas de mi infancia y adolescencia fueron textos que estaban etiquetados para niños y jóvenes. No los leí pensando en esas etiquetas, porque no tuve ningún programa guiado de lecturas, pero años después de comenzar a escribir fui conociendo el terreno y las exigencias especiales de la literatura infantil y juvenil (LIJ) y resultó que textos que yo mismo había escrito sin pensar en ningún público preciso podían entenderse como de ese tipo de escritura. Lo que más me gusta de la LIJ es que anima la imaginación, el descubrimiento y la experiencia interior, y que –en las circunstancias apropiadas– es un terreno muy libre y abierto para experimentar y proponer innovaciones.
¿Cuáles son tus autores paradigmáticos en este terreno y por qué?
Gianni Rodari, por todo lo que hizo para entender y poner en práctica la imaginación; J. R. R. Tolkien, por El Hobbit (de la sobreexplotación de su obra no hablemos); Ursula K. LeGuin por sus libros de Terramar; Verónica Murguía, porque de ella aprendí tanto el valor de un trabajo riguroso como la necesidad de una postura ética.
Tu obra se mueve esencialmente en el terreno de lo fantástico, ¿qué te atrae de ese ámbito?
Lo fantástico es un laboratorio creativo riquísimo, y también una forma de manifestar experiencias interiores: más que cómo se ve, qué se siente vivir en un entorno determinado, en una época.
¿Qué pueden aportar las historias de fantasía a las nuevas generaciones?
La fantasía es mucho más que un “género” preempacado y estrictamente definido. En esencia, es simplemente la posibilidad de representar de una manera llamativa, persistente, nuestras preguntas sobre la realidad y nuestro lugar en ella. Semejantes preguntas son de las que todos los seres humanos nos hacemos, y constantemente hay que volverlas a plantear, al igual que el resto de los temas de la literatura, para que tengan sentido en contextos nuevos y en los idiomas que se hablan en ellos. Por lo tanto, siempre habrá un espacio para alguna forma de imaginación fantástica en las nuevas historias que se van creando.
¿Cómo nació La Distante y cómo fue el proceso de escritura?
Escribí el cuento hace unos 20 años, como parte de un proyecto de historias fantásticas que se tituló El país de los hablistas. Todas eran historias contadas por un narrador oral, de aquella tradición antiquísima, en un mundo inventado, mítico. La Distante surgió de que yo deseaba hacer una historia ambientada en un desierto –recordando aquellas narraciones de viajeros y exploradores de otras épocas– y además una historia de amor, que me parece un tema dificilísimo de hacer bien. En años recientes, algunos de esos cuentos han sido rescatados en ediciones de LIJ y tuve la suerte de que El Naranjo se interesara en La Distante.
¿Qué reacciones desearías que generara la lectura de esta obra entre los jóvenes?
Me gustaría que se interesaran en el escenario, en los enlaces entre la historia principal y las otras que se relatan o se insinúan, y que se conmovieran con el destino de los personajes. Hay un momento de la vida en que casi cualquier posibilidad del amor se siente trágica: en ese momento pensaba mientras escribía.
¿Qué aportan las ilustraciones al libro?
Elizabeth Builes lleva a la historia por direcciones diferentes de las que sigue el texto. En particular, me gusta que le crea una atmósfera muy especial. Mi ilustración favorita es una en la que las tribulaciones de un personaje exiliado se resumen en una sola imagen de él en la oscuridad del desierto, encarando a diversos monstruos. No es un momento que se relate en el libro, sino un resumen o interpretación de un pasaje que es una enumeración, y no una sola imagen. Es algo que solo se puede lograr de forma visual.
¿Cómo se inserta esta propuesta en el panorama contemporáneo de la literatura infantil y juvenil de México?
Creo que el cuento entra en una corriente que ya es muy fuerte de libros-álbum ilustrados, a la que puede ofrecer tanto sus escenarios como su estilo, que no son de los más frecuentados y por lo mismo pueden dar todavía para muchas historias nuevas.
En materia de literatura infantil y juvenil, ¿cuáles son tus próximos proyectos?
Justamente ahora estoy revisando una novela juvenil, de ambiente post-apocalíptico, situada en un territorio que hoy es de la ciudad de México, pero que en la historia es ocupado por otra nación, surgida del colapso de la antigua. A lo mejor podría llamarla mexafuturista. Está protagonizada por una adolescente que se descubre a sí misma en ese entorno y debe tomar decisiones sobre su propia vida y la de su comunidad.