El pasado 19 de mayo, la escritora mexicana María García Esperón presentó su novela Dido para Eneas en la librería Juan Rulfo, del Fondo de Cultura Económica, en Madrid, España. En el acto participaron también los poetas Aurelio González Ovies y Santiago Montobbio y la especialista en la literatura infantil y juvenil Anabell Sáiz Ripoll.
Publicada por Ediciones El Naranjo como parte de su colección Ecos de Tinta, dedicada a los jóvenes lectores, Dido para Eneas evoca la trágica historia de los amores de la reina Dido y el guerrero troyano Eneas, con la recién fundada Cartago como escenario.
María García Esperón ha dado a conocer, en los últimos años, otras importantes novelas juveniles, como El disco del tiempo (Premio El barco de vapor México 2004), Querida Alejandría (Premio Latinoamericano Norma-Fundalectura 2007), Copo de algodón, Mi abuelo Moctezuma y El anillo de César. En el 2006, ganó el Premio Iberoamericano de Poesía para Niños con la obra Tigres de la otra noche. Cuatrogatos entrevistó a esta destacada autora acerca del proceso de creación de Dido para Eneas:
¿Por qué decidiste volver a contar la historia de Dido y Eneas? ¿Qué tiene de especial tu acercamiento a esa historia de amor y desamor?
Por circunstancias de mi vida personal, afectiva. No fue un ejercicio literario, fue una necesidad vital, psíquica. Yo me enamoré de un ser esplendoroso. (Como a Dido, los dioses* decretaron que eso me ocurriera, para unos fines de desenvolvimiento del espíritu que ahora puedo ver claramente.) Los escritores, me parece, vivimos por lo menos en dos niveles: nuestra vida personal y terrestre y la otra, llamémosla celeste, territorio de la ensoñación, que se desdobla y corre por los infinitos caminos que abre la literatura.
Lo que yo viví los últimos cinco años fue una ascesis amorosa y una exploración en primera persona de la esencia del amor. Es o fue o es algo portentoso. La figura literaria que más se aproximó a lo que yo sentía fue Dido. Me convertí en ella para poder vivir mi propia historia sin anestesia, porque todo ese dolor que el amor causa sirve para que el alma dormida despierte en otro nivel.
Con la que bien llamas “historia de amor y desamor”, yo me salvé. Salvación entendida como el acceso a un estadio superior de la conciencia humana. Escribir a Dido fue ser Dido. Fue comprender a Eneas, al de ella y al mío. Escribir a Dido fue, al mismo tiempo, arder.
El antiguo Egipto, la Roma de César, el imperio azteca y ahora la legendaria Cartago… ¿por qué tu interés por espacios y épocas como esos?
Esto ha sido una constante en mi vida, desde niña. Desde que los vislumbré, estos espacios han sido los únicos posibles para la vastedad que mi alma anhela. En otros sitios me siento extranjera. En ellos, Roma, Egipto… habito. Plenamente. En una felicidad sin fisuras. Cartago fue arrasada por los romanos, pero a través de su leyenda y de Dido, de este personaje femenino inmenso que nos legó Virgilio, puedo percibir poéticamente sus espacios, la voluntad de su fundación –ser una Ciudad Nueva– y el sitio donde una mujer que era una reina llenó por completo, con todo su ser, el arquetipo del amor y de la muerte. Está en las palabras latinas esa continuidad: amor-mors. En el mismo espacio. El antiguo Egipto, la Roma de César y Cartago legendaria a eso me saben, me han sabido: a amor y muerte. A inmortalidad.
¿Cuáles son los principales retos que debes enfrentar en el proceso de escritura de una novela para jóvenes con personajes históricos o con un contexto histórico enmarcado en la antigüedad?
En el caso de Dido para Eneas nunca pensé que estaba escribiendo una novela para jóvenes. Pero en otras aventuras literarias que he emprendido, el reto es que los jóvenes lectores sientan que esos personajes históricos son próximos a ellos. Convertir los datos, la información de costumbres, hechos, ámbitos geográficos, arquitectónicos, las creencias, en un tejido sutil, ligero, que envuelva sin abrumar, en el que se pueda respirar en virtud del texto como si fuera el propio ambiente. Donde se puedan plantear cuestiones esenciales como el amor, la ausencia, la pérdida, la belleza…
El mes pasado tuve contacto a través de Twitter con un pujante grupo de novelistas históricos italianos, que organizaron en Piove di Sacco (Padua) un encuentro de novela histórica llamado Chronicae. Ellos son entusiastas –como yo– de la narrativa histórica de Valerio Manfredi y uno de los escritores, Simone Sarasso, que acaba de publicar su novela Eneas: el nacimiento de un héroe y a la que define como la precuela de la Eneida, dice que su fórmula es “ritmo endemoniado y temas eternos”. La narrativa histórica que yo propongo no tiene ese ritmo endemoniado o trepidante, pero aborda esos temas eternos como quien entra en un sueño, con esa libertad y esa ligereza con la que soñamos o nos ensoñamos.
¿Qué resonancias e ideas quisieras despertar en un lector contemporáneo con la muy lejana en el tiempo historia de los amores de la reina Dido y el guerrero Eneas?
Volver, a través del texto, al tiempo de los héroes. Este es un origen del alma humana, como la infancia, en un sentido. Pero es que estamos llamados a la heroicidad, al desarrollo de nuestras potencias, de nuestros sueños, a extendernos en el ser, a probarnos de infinito. A saber quiénes o qué somos. Héroe es Aquiles y es Alejandro y es Odiseo. Es César. Es Don Quijote. Es Dido ante su Amor y es Eneas ante su Destino. Soy yo. Eres tú. Ahí, frente a nosotros están la Vida, el Amor, la Muerte, el Destino, el Tiempo. Pero es que eso –Vida, Amor, Tiempo…– es precisamente lo que somos, lo que comprende Dido en su hoguera y lo que dijo Borges en un texto también ardiente: “es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego…”. En esta perspectiva, la aparente lejanía de esos temas se constituye en un centro, un lugar sagrado, un fuego encendido. La zarza ardiente está en tu propio corazón.
(*) Cuando hablo de los dioses me refiero a esas potencias espirituales, anímicas que están en el propio ser humano. La religión griega deificó esas potencias: Diké es la justicia o el sentimiento de justicia. Até es la ira, Hipnos el sueño, etc…