Los autores que leí en mi infancia
Por Sergio Andricaín
De niño siempre quería que me regalaran libros: en mi cumpleaños, en el Día de Reyes, por pasar de grado o porque simplemente andábamos de tiendas y caminábamos frente a una librería… Mis padres, generosos y atentos a mis reclamos de nuevas lecturas, me complacían. ¿Por qué pedía libros? Porque padecía ya, desde entonces, de esa sed crónica de lecturas que me ha acompañado siempre.
Con un libro en mis manos me sentía la criatura más feliz del universo, así estuviera solo en mi cuarto o rodeado de personas en un parque, porque al leerlo, me parecía que el mundo se ensanchaba y me permitía crecer a mí con él. Soy la persona que soy gracias a lo que han dejado en mí los libros leídos, y por tanto puedo afirmar que soy quien soy gracias a los autores que los crearon.
Mientras escribo, vienen a mi mente las lecturas de mi infancia. De esos lejanos tiempos, recuerdo las versiones que se publicaban de los cuentos de Perrault, los hermanos Grimm y Andersen. Algunas de esas adaptaciones las encontré en Había una vez…, un libro devenido clásico en Cuba que fue publicado por Herminio Almendros y Ruth Robés Masses. Esa misma obra, que incluía también versos de la tradición oral y de autores, propició, junto a los libros de lecturas escolares, mis primeros acercamientos a la poesía de Gabriela Mistral, Federico García Lorca, Juana de Ibarbourou, Nicolás Guillén…
Poco a poco se fueron ampliando mis lecturas y entraron en mi vida Julio Verne, Emilio Salgari, Mark Twain, James Fenimore Cooper, Walter Scott, Carlo Collodi, Charles y Mary Lamb (a través de sus relatos llegué a las obras de William Shakespeare), Juan Ramón Jiménez, Horacio Quiroga y muchos más, sin olvidar a Dora Alonso y Renée Méndez Capote.
Pero el momento más importante en mi camino como lector se produjo cuando tenía siete u ocho años y mi abuelo materno me dio un ejemplar de La Edad de Oro, de José Martí. Quedé deslumbrado. Esa obra me puso frente a algunos de los grandes misterios de la lectura: la cantidad de interpretaciones que puede ofrecer un mismo texto, la belleza de las palabras y la riqueza del idioma español, el rico tesoro de emociones e ideas que pueden compartirse con los niños sin recurrir a las moralejas. Si alguien sembró en mí el deseo de escribir para niños y me ofreció un modelo cuando me propuse hacerlo, ese fue Martí.
En este Día Internacional del Libro Infantil, quiero rendirles homenaje a los autores que leí en mi infancia y que no solo me regalaron muchos de los mejores momentos de esa etapa de mi vida, sino que me inspiraron, con el paso de los años, a escribir para los más chicos respetando su inteligencia y sensibilidad.
Comparto tus lecturas de infancia y agregaría un montón más…..Mi infancia estuvo plagada de libros, por suerte, como la tuya…..
Interesante texto, mis padres me invitaron siempre a leer por placer y hasta la fecha lo disfruto.