Nacido en Monterrey, en 1977, Antonio Ramos Revillas es uno de los más destacados escritores de la literatura mexicana de hoy. Graduado de Letras Españolas en la Universidad Autónoma de Nuevo León, en la actualidad se desempeña como director de la Editorial Universitaria de dicha institución. Ha publicado obras de narrativa para adultos como Los últimos hijos (Almadía, 2015), El cantante de muertos (Almadía, 2011) y Habitaciones calladas (Forca Noreste, 2007). También ha aportado significativas creaciones a la literatura infantil y juvenil, entre ellas sus libros álbum Mi abuelo el luchador (Ediciones El Naranjo, 2013) y Yo te pego, tú me pegas (Editorial 3 Abejas, 2016), que aparecieron, respectivamente, en las selecciones Los Mejores del Banco del Libro de Venezuela y The White Ravens de la Biblioteca Internacional de la Juventud de Múnich, y su novela para adolescentes La guarida de las Lechuzas (Ediciones El Naranjo, 2013), distinguida con los premios Fundación Cuatrogatos e International Latino Book, en Estados Unidos, y e incluida en The White Ravens.
Entrevistamos a Ramos Revillas acerca de su novela juvenil Salvajes (Fondo de Cultura Económica, 2021), obra ganadora del Premio Fundación Cuatrogatos 2022 por ser un “impactante relato sobre la heroicidad de sobrevivir en la periferia social y sobre el amor familiar y la esperanza”.
¿Qué te atrae de escribir libros para niños y jóvenes? ¿Por qué tu interés en estos lectores?
Primero, la posibilidad de reencontrarme con el aspecto más honesto de la literatura que es la fabulación. Mis primeros pasos en la escritura fueron desde la escritura por arte, es decir, por una intención de demostrar que sabes escribir y hacer literatura. Fueron años de mucho aprendizaje, pero muy tensos. No solo había que escribir, sino hacer literatura y, a veces, eso era más importante que contar una historia.
Cuando empecé a escribir para niños y adolescentes fue como recordar el otro modelo: escribir genuinamente para contar historias, el placer para fabular. Es decir: el arte desde la historia. No el arte desde la literatura. Y desde entonces he pensado que por eso la LIJ es tan importante: porque nos permite reencontrarnos con la escritura desde su aspecto más humano: las historias.
Y lo segundo, acaso lo más importante en mi formación, fue que aunque yo no fui un niño lector, las historias siempre me salvaron: me dieron un espacio y la sola posibilidad de que con mis historias un niño o niña encuentren un espacio propio es un gran reto.
¿Qué leías cuando tenías la edad de quienes te leen hoy?
Leí poco, ya que en mi casa no hubo libros; pero sí había muchas caricaturas, tiras cómicas los domingos, además de radionovelas y telenovelas que escuchaba y veía con mis abuelas. Pero, a ese acervo lo complementaron solo tres libros durante mi infancia: la historia de los persas aqueménidas y del imperio cartaginés: y años después dos libros fundacionales para mí: La isla misteriosa y Los hijos del capitán Grant. Desde entonces, soy fan de Ciro el Grande, por encima de Alejandro y, como Aníbal, he jurado destruir Roma; pero sobre todo, he buscado en cada lector a un chico aventurero como los hijos del capitán Grant.
¿Cómo surgió Salvajes, que te impulsó a escribir esta novela?
Provengo de un entorno complejo en mi ciudad, en Monterrey. Este entorno estaba poblado por pandilleros, cantinas, de gente que se ganaba la vida con mucho trabajo, pero también con mucha violencia por sobrevivir. Escribí un primer libro, muy literario, digamos y, en el segundo, quise ser más fiel a mi realidad y de ahí salió mi libro de cuentos: Dejaré esta calle. Al libro le fue bien, pero siempre quise escribir una novela con esos personajes o ese entorno. Fue una promesa que me llevó casi 16 años cumplir. Y en ese tiempo fui sumándole más impulsos: la vida de los jóvenes golpeada por la violencia de mi ciudad, la honestidad invisibilizada en las clases sociales bajas de mi ciudad, la búsqueda por recuperar el lenguaje del barrio e, incluso, cierta nostalgia por mi ciudad.
¿Qué te propusiste con este libro con personajes jóvenes y para lectores jóvenes acerca de la vida de una familia humilde de la periferia de una gran ciudad industrial?
Quería contar una historia sobre un chico que debe salir adelante, a pesar de las tragedias que puede vivir, pero con los escollos que les representa vivir y sobrevivir desde la periferia de la ciudad. Un día descubrí que, al menos en la LIJ mexicana que yo había leído e incluso la que yo había escrito, había muchos chicos y chicas con problemas, hasta cierto punto, cómodos, si es que existe algún problema que lo sea; pero eran chicos y chicas que tenían ciertas nociones y espacios para maniobrar ante sus dificultades. ¿Cómo sería la historia de los que nunca leerán, de quienes si les va bien, lo más que lograrán será mantenerse honestos y dignos? Quería una inmersión en ese mundo y decirles: aquí también hay historias de ustedes.
¿Cuánto de tus vivencias y experiencias hay en Salvajes?
Un montón. A veces me preguntan qué tanto investigué para escribir Salvajes y es, creo, la novela en la que menos he investigado, puesto que esa vida descrita está conmigo. Pertenece a mi juventud. A mis referencias. A mis dolores. Yo era un chico que, para salir adelante, tuvo que trabajar desde los once años en lo que fuera. Y uno de esos trabajos fue ayudarle a un tío a instalar aires acondicionados en casas inmensas. Recuerdo ir a esas casas y sorprenderme de su tamaño, de los lujos, cuando la mía era apenas de dos piezas. Por otro lado, muchas de las cosas terribles del mundo del narcotráfico, si bien no me involucran, sí son historias muy cercanas. Chicos y chicas que conocí y desaparecieron durante la guerra del Narcotráfico que inició Felipe Calderón en México. Hay mucho de mí reflejado en esa novela.
El libro pareciera tener entre sus propósitos el de dinamitar el binomio pobreza=delincuencia, tan arraigado en el imaginario de muchas personas. ¿Estuvo eso presente al crear los personajes y sus conflictos?
Sin duda. Pero además, no quería explotar el binomio pobreza=miserabilidad moral. Mis personajes son o aprenden a ser felices en su entorno. Saben apreciar la belleza. Tienen acceso a un cuerpo poético, tal vez no desde el arte y el lenguaje, pero sí desde la percepción. Y no es enteramente ficción. He estado con jóvenes y hombres de esas colonias y los he escuchado cuando comparan el cerro y el sol, la luz y la muerte con dosis verdaderas de comprensión y percepción del mundo. Eso también quería poner en la luz de esta novela.
¿Puede leerse Salvajes como el retrato de una zona de la realidad mexicana contemporánea?
Creo que, sin buscarlo, es un retrato duro de lo que es ser joven hoy en las periferias de las ciudades de nuestro país. Digo sin buscarlo, justo por la primera pregunta de este cuestionario. Si hubiera querido escribir una novela sobre la realidad, tal vez habría sido muy fallida, habría querido explotar ciertas cosas, manías, lenguaje, violencia; pero yo no quería hacer literatura y “demostrar” que sabía sobre el tema. Mejor quise escribir una novela sobre unos chicos que un día tienen un colchón nuevo en casa, el primer colchón de su vida. Y sobre eso, tuve que ir tomando decisiones para que esa historia fuera real, mostrando o sin mostrar cosas de la realidad mexicana contemporánea que al final sí marcan un territorio. Incluso, una de mis grandes dudas fue cuando, con el fin de ser verosímil, aparece el narcotráfico en la historia. Me detuve. Yo no quería hacer una novela sobre ese tema; pero si no estaba, habría sido totalmente fallida o nula esa representación. Así que suspiré y escribí lo que debía decir al respecto.
De todos los personajes de la novela, ¿a cuál quieres más y por qué?
Creo que quiero más a Fredy. Hace meses, en el programa de Cartas al autor de SEMS de la UdeG y en el marco de la FIL, conocí a una chica que escribió una carta en primera persona de ese personaje, el hermano menor de Efraín, quien lleva la batuta de la novela. Me di cuenta que Fredy es quien busca más, quien necesita más atención, acaso, el más humano en cierto sentido de la novela. Aunque luego otros lectores me han dicho que es el personaje que más detestan, ja.
Adentrarse en el universo de la novela puede resultar complicado, sobre todo al principio, si el lector no está familiarizado con el lenguaje que usa la mayoría de sus personajes. ¿Eras consciente de esto mientras escribías?
Sí. Y originalmente, la novela tenía un lenguaje mucho más intenso; pero la sabiduría de mi editor me hizo recapacitar. Pero esto tiene que ver con una necedad: ¿por qué a las otras literaturas latinoamericanas y peninsulares no les exigimos que se medien con su lenguaje? ¿Por qué nuestros lenguajes sí deben amoldarse? ¿No es eso o caer en eso, el primer síntoma de cierto colonialismo? Aun así, tampoco era una novela que fuera un festejo a ese argot, así que me di cuenta de que podría distraer, y lo reduje un poco nada más.
Monterrey no es solo el espacio geográfico en que se desarrolla la historia, se convierte también en uno de sus personajes, un personaje complejo y con muchas aristas. Crear el retrato que se nos presenta de la ciudad debe haber sido un reto. ¿Cómo lo asumiste?
Amo y detesto Monterrey, tal vez lo amo más de lo que lo detesto; pero sucede que el Monterrey actual me parece poco hospitalario; entonces he intentado acomodar en esta ciudad mis otros recuerdos de Monterrey; pero también hacer la ciudad más visible. Y esto también por los personajes: son chicos de la calle, andan en ella, saben vivirla; así que sus referencias son esto: las calles, los negocios, las esquinas, las rutas. De nuevo, no quería hacer una novela sobre Monterrey, sino solo seguir a mis personajes, y ahí me di cuenta de lo importante que era para ellos (y para mí), mostrar las calles y ciertos aspectos de nuestra cultura.
¿Cómo se conecta Salvajes con tus anteriores novelas para jóvenes? ¿En qué difiere de ellas?
En el fondo, Salvajes es una novela fallida pensada en Julio, un personaje incidental de otra novela mía, La guarida de las Lechuzas. Tengo el proyecto, inconcluso ahora mismo, de escribir una serie de novelas basadas en los personajes de esa novela, de la que sí tengo una más, Mil soles lejanos. Pero, mientras la escribía, descubrí que requería otro tono, que eran otros los nombres, otro el entorno. A veces pienso: ¿podrían mis novelas coexistir en el mismo plano? Y creo que ninguna lo puede, porque los mundos que construyes son conclusivos. Esta novela, por su acercamiento a la realidad, deja pocos espacios para otro tipo de narraciones.
¿Has tenido la oportunidad de conocer opiniones de los lectores jóvenes acerca de Salvajes? ¿Cómo han acogido esta obra tuya?
He sido muy, muy afortunado con Salvajes. La novela se ha leído. Colegas, lectores, promotores de lectura han tenido la generosidad de escribirme para contarme sus impresiones. Yo, como María, los escucho, agradezco sus palabras y bíblicamente, las guardo en mi corazón y sigo adelante. Una de las que más me sorprendió fue la de una maestra en Guadalajara, quien me dijo que sus alumnos, después de leer la novela, le comentaron que ahora entendían por qué eran afortunados por estudiar. Y otra opinión recién pasó: una amiga puso a leer el libro a sus estudiantes de secundaria. En cierta parte, aparece una canción colombiana. Uno de sus alumnos se levantó, puso la canción y la bailó delante de todos. Eso, creo, me dice que la novela está llegando a sus lectores.
Muchas felicidades a Antonio Ramos Revillas. En verdad, lo leemos y disfrutamos hasta el sufrimiento y la nostalgia…. Sentimos hondo…