Entrevistamos a la autora e ilustradora chilena Luisa Rivera a propósito del Premio Fundación Cuatrogatos 2021 conferido a su libro En aquel faro (Santiago de Chile: Liberalia Ediciones, 2020).
Después de estudiar en la Escuela de Arte de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Luisa cursó una maestría de Artes con especialización en ilustración en el Minneapolis College of Art and Design, en Estados Unidos.
Ha ilustrado tanto libros para lectores adultos —como las novelas Cien años de soledad y El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez, para Penguin Random House, o Cuentros de amor, de locura y de muerte, de Horacio Quiroga, y Azul…, de Rubén Darío, para Alma Editorial— como para el público infantil y juvenil; entre estos últimos, La tierra de las papas, de Paloma Bordons, con Ediciones SM; Trenzas, de María Luisa Bombal, con Liberalia Ediciones, y Mercedes Pinto. La escritora que abrió ventanas de colores, con Vegueta Ediciones.
Luisa Rivera tuvo la gentileza de responder nuestras preguntas desde Londres, ciudad donde reside desde hace cinco años y medio.
Durante tus estudios universitarios de arte, ¿recibiste alguna formación específica en ilustración?
No mientras cursaba mi programa de pregrado, porque la ilustración no tenía un gran espacio en el mundo académico cuando a mí me tocó estudiar en Chile: o te ibas por el lado de las artes visuales o por el diseño gráfico. Por eso, de manera muy intuitiva estudié lo primero porque me gustaba pintar.
¿Cuándo supiste que querías ser ilustradora?
Siempre me gustaron los libros ilustrados, pero esa revelación llegó durante el último año de universidad, cuando tuve la oportunidad de colaborar con una editorial digital, utilizando técnicas que aprendí en mis estudios, pero enfocándolo en la narrativa. Con esa experiencia se abrió un mundo para mí, porque pude entender la ilustración desde el hacer.
¿Cuál fue tu principal descubrimiento como artista durante los dos años que estudiaste ilustración el Minneapolis College of Art and Design? ¿Y luego, cuando te radicaste en Londres?
Cuando estuve en Minneapolis, aprendí lo importante que es estar siempre cuestionando el trabajo, experimentando y probando técnicas nuevas, porque es la única forma de hacerlo crecer. Cuando me mudé a Londres, que es una ciudad muy intensa y difícil de procesar al inicio, descubrí lo importante que es respetar el trabajo creativo y fijar metas porque es fácil salirse de ese camino cuando estás viviendo tantas cosas al mismo tiempo.
¿Qué te atrae de crear la cubierta o las ilustraciones de un libro?
Implica abrir una ventana a ese libro y generar curiosidad en posibles lectores porque es una invitación a pasear por ese universo. Cuando se trata de libros escritos por otros autores, también es una forma de conectar con otros procesos creativos.
¿Cómo y cuándo nació En aquel faro? ¿De dónde vino la idea, cómo llegaron esa historia, esos personajes y ese faro?
En ese momento ya estaba viviendo en Londres, una ciudad que yo describo como “una isla en una isla”. Quizás por eso empecé a investigar la vida de distintas fareras. En nuestro imaginario tendemos a pensarlo como un oficio masculino, por lo mismo fue una hermosa sorpresa descubrir las historias de estas mujeres. A partir de eso reflexioné en torno a lo que transmitimos, como una luz que vamos pasando de generación en generación, por lo que la idea del faro estaba muy asociada a eso también.
¿Por qué un silent book? ¿Qué te atrae de este tipo de libros?
Me atrae el rol activo de los lectores, porque pueden completar la realidad y por ende la narración. Es más, muchas veces los niños y niñas van más allá o toman un detalle y sacan otro relato a partir de eso. Entonces para mí el libro silente o mudo se transforma en algo menos lineal y se abre como un tejido de interpretaciones.
¿Qué técnica utilizaste en esta obra?
Acuarela y gouache sobre papel.
Los inicios de tu carrera como ilustradora en Chile están vinculados a Liberalia Ediciones. ¿Cuando trabajabas en el libro, pensabas publicarlo con esa editorial?
Sí, cuando tuve la maqueta, la compartí con Berta Concha, tal como habíamos trabajado Trenzas años atrás. Una vez que decidimos hacerlo, el mayor reto fue darle toda la coherencia que necesita un libro silente porque, si bien la mía no es una estética realista, toda la lógica del relato depende de la visualidad y los detalles. Es por eso que el trabajo de los editores Loreto González y Esteban Cabezas fue clave, porque me ayudaron a lo largo de ese proceso.
¿El entorno de En aquel faro se inspira en algún lugar de la geografía chilena?
Sí, mi inspiración fue el faro Cabo de Hornos en Chile, el más austral del mundo. Nunca he estado ahí, pero lo habité desde la ilustración y los registros fotográficos que hay de este inhóspito espacio. Los colores no corresponden a esa realidad, porque quería llevarlo a lo tibio y cálido, no como reflejo del paisaje, pero sí de sus personajes.
Un faro, una mujer, una niña, unas aves. En tu libro hay muchos posibles símbolos y la historia que narran las imágenes puede leerse como una alegoría abierta a disímiles significados. ¿Cuándo lo concebiste te animó la voluntad de abrirlo a múltiples interpretaciones?
Sí, me encantaba esa posibilidad y la ausencia de la palabra escrita es aquello que permite esa apertura, porque depende de los lectores el camino que tomen.
Aunque En aquel faro está publicado en una colección de libros para niños, cautiva también a lectores adultos. Mientras lo creabas, ¿tenías en mente algún destinatario?
Me encanta cuando un libro cautiva a niños y adultos por igual porque eso significa que no infantiliza a los más pequeños y a su vez apela a un mensaje primario que necesitamos los adultos. Cuando creaba En aquel faro pensaba en libros así, como El pato y la muerte, de Wolf Erlbruch, o The Missing Piece Meets the Big O, de Shel Silverstein.
Al revisar tu bibliografía observamos que has ilustrado tanto libros para niños como poesía, cuentos y novelas para adultos (de autores como Rubén Darío, Horacio Quiroga, Gabriel García Márquez). ¿Cambia algo en tu trabajo cuando ilustras un libro para un público o para otro?
Aunque hay un estilo intuitivo que atraviesa mi trabajo y es difícil de transformar completamente, sí hago cambios y no solo para cada público, sino también cuando existe un género literario específico. Los cambios pueden ser en colorido, en forma de representar, en el tipo de imagen (si es narrativa o conceptual), etc.
¿Qué le pides a una buena ilustración?
Que pueda establecer un puente con los lectores y generar una emoción.
¿Cómo definirías tu estilo como ilustradora?
Figurativo, narrativo y con algunos toques de extrañeza.
¿Qué te gustaría que dejara En aquel faro en sus lectores, sea cual sea su edad?
Hay muchas tradiciones que se han transmitido gracias a las mujeres a lo largo de la historia, pero que han sido menospreciadas o ignoradas: este libro es una forma de hacerlo visible y rendir homenaje. Pero también comunicar el cariño por los oficios, la comunicación y el traspaso de enseñanzas entre generaciones.
Felicitaciones a esta gran artista chilena. El reto de ilustrar Cien años de Soledad era muy grande y ella hizo un trabajo maravilloso.