En medio de numerosos libros de gran formato y vistosos colores, uno pequeño de tamaño, pero grande por la calidad de su propuesta estética, Escondido (de la editorial chilena Ocho Libros), cautivó desde el primer momento a los integrantes del jurado del Premio Fundación Cuatrogatos. La belleza de los poemas de María José Ferrada y las ilustraciones de Rodrigo Marín Matamoros se impuso de inmediato. Si en otros casos hubo discusión y polémica, en este el jurado acordó unánimente a la decisión de que debía ser uno de los libros ganadores del certamen en el 2016.
Recientemente nos llegó la buena noticia de que este poemario será traducido al portugués y publicado en Brasil por Ozé Editora. Para conocer más sobre Escondido, contactamos a la escritora María José Ferrada, quien desde Santiago de Chile respondió amablemente nuestro cuestionario:
¿Cómo y por qué nace este libro?
Este libro nace de la observación del juego de los niños y de cómo este se relaciona con la poesía. Cuando un niño juega a que la mesa o la silla son caballos que galopan por los pasillos de su casa, está haciendo una metáfora; cuando juega al avión con la cuchara, está haciendo una metáfora (hay un cielo encima de la mesa). Me interesa ese juego, esa mirada animista de lo que nos rodea, porque creo que hace del mundo un lugar más amable.
Escondido se conecta con otras creaciones tuyas en las que observas objetos y fenómenos cotidianos desde una perspectiva poética que pone de relieve aristas y connotaciones inesperadas. ¿Qué hay detrás de esta insistencia tuya como creadora?
Es un poco lo que intentaba explicar en la pregunta anterior. Me interesa mucho esa mirada de los niños, en la que el mundo, sus objetos y sus seres, son una posibilidad. Me interesa ese inventario de un mundo recién nacido. Que la lámpara sea una lámpara pero también pueda ser la casa de unas luciérnagas. Creo que esa mirada no solo le quita la solemnidad al mundo (los adultos estamos tan llenos de solemnidades) sino que le da una nueva profundidad, una ternura que a veces se nos olvida y que necesitamos.
¿Qué aportan las ilustraciones de Rodrigo Marín Matamoros al libro? ¿Tuviste algún tipo de intercambio con el ilustrador durante su trabajo?
Creo que las ilustraciones son un complemento perfecto porque son simples, no hay pretensión en ellas y ese era el mundo que yo buscaba retratar desde las palabras. Un mundo simple y, por eso, sorprendente.
El ilustrador, Rodrigo, es mi pareja, así que fue un trabajo muy cercano. Conversamos mucho, pero siempre respetando el trabajo del otro. Porque si como escritor, comienzas a explicarle al ilustrador lo que quieres, antes de darle la posibilidad de que ponga en marcha su imaginario, corres el riesgo de limitarlo y eso puede ser malo para el libro. En este caso, cada uno hizo su propuesta, Rodrigo desde las imágenes y yo desde el texto. Luego entre los dos fuimos corrigiendo tanto imagen como texto.
El jurado del Premio Fundación Cuatrogatos destacó de tu libro la capacidad de conectar con lectores de distintas edades y experiencias estéticas. ¿Esto responde a una intención deliberada?
Me gusta la mirada del niño como posibilidad, la limpieza de esa mirada. Desde ahí escribo, pero no pensando en quién lo leerá, sino más bien creyendo que el niño puede decirnos algo a los adultos. Es como si con su juego nos dijera que no solo hay un mundo utilitario y concreto, que el mundo es eso, pero también es otra cosa.
¿Qué te gustaría que quedara en el lector tras leer Escondido?
La curiosidad de mirar el mundo y ver qué descubre (o redescubre) en él.
Muy lindo.