Formada como periodista, Paloma Muiña (Madrid, 1970) ha trabajado como editora de literatura infantil y juvenil para varias editoriales. En 2013 obtuvo el Premio de Literatura Infantil Ciudad de Málaga con el libro Treinta y tres días antes de conocerte. Al año siguiente, con la obra Un cóndor en Madrid, resultó ganado del XXV Premio de Literatura Infantil Ala Delta, convocado por el Grupo Edelvives.
Un cóndor en Madrid fue escogido como uno de los libros ganadores del Premio Fundación Cuatrogatos 2015. El jurado señaló que se trata de una novela que “se aparta de los estereotipos y apuesta por personajes bien delineados y creíbles, y por conflictos (el miedo, la violencia, la añoranza, la pérdida de la memoria) que nacen de situaciones cotidianas. Con una prosa cuidada y rica en matices, la trama da cabida a pequeñas historias que se entrelazan armoniosamente para hablar de ternura, generosidad y comprensión”.
Entrevistamos a Paloma Muiña para conocer mejor su trabajo literario para la infancia y la juventud:
¿Cómo te convertiste en autora de libros para niños?
Siempre he escrito, desde pequeña, pero nunca me había animado a enviarlo a ninguna editorial: me daba pudor. Publiqué mi primer libro hace cinco años, en la editorial Bruño (¿Qué le pasa a papá?). No me cansaré nunca de agradecer esa primera oportunidad, sobre todo porque ahí empecé a pensar que podía ser escritora, una profesión que me inspiraba (me inspira) un profundo respeto. En cuanto a mi amor por la literatura infantil, supongo que siempre me ha acompañado. Hay una edad en la que se supone que abandonas los libros infantiles y ya no vuelves a interesarte por ellos hasta mucho más adelante, cuando te toca leérselos a tus hijos. Yo no pasé por esa fase, y ni siquiera llegué a plantearme que esto fuera extraño. Lo que sí supuso un punto y aparte en mi vida fue transformar mi afición por la LIJ en una profesión. Es una enorme suerte que tu profesión y tu mayor afición coincidan, en ese sentido me considero una privilegiada.
¿Cuál fue la génesis de Un cóndor en Madrid? ¿Qué te propusiste al escribir este libro?
Lo cierto es que, al principio, yo solo me había planteado escribir la historia de un niño y una niña que son muy amigos y tienen un misterio que resolver. Eso es todo. Hay autores muy estructurados que planifican lo que van a escribir, se hacen esquemas y resúmenes y luego se ciñen a ellos, más o menos… A mí me admira y me da mucha envidia, lo reconozco. Pero mi cabeza funciona por su cuenta, al margen de mí. Cuando me pongo a escribir, la mayoría de las veces, solo tengo una idea borrosa, una sensación, tal vez un título o un personaje. Y de pronto, alguien muy mandón que está escondido en mi cabeza toma las riendas. Así fue con Un cóndor en Madrid. La sencilla historia de Manu y Adriana se convirtió en compendio de historias paralelas: la de Manu con su madre, la de Adriana con Esteban, la del abuelo de Adriana, la del fantasma del desván… Después, cuando me leo, curiosamente sí reconozco que en lo que he escrito están presentes muchas de las cosas que me importan, pero no tengo ni la menor idea de cómo llegué hasta ellas. El trabajo duro viene después, a la hora de revisar y cambiar una y mil veces lo escrito.
Tu novela logra una aproximación respetuosa y veraz a las tradiciones y la cultura ecuatorianas. ¿Cómo lo lograste?
Ahí tuve una ventaja: mi cuñado, Mario Arcos, es ecuatoriano, y me ayudó muchísimo en los giros del habla, en las tradiciones, en las comidas… Papi Ángel se llama así porque él me explicó cómo se llama allí a los abuelos… Por eso el libro está dedicado a Mario. Y también, cómo no, a mi hermana Natalia y a mis sobrinos: Adriana y Yago. Adriana es Adriana: silenciosa y rotunda. Me quedé con las ganas, eso sí, de profundizar más en esa otra cultura, la de los ojibwa, que aparece aquí de soslayo. Tal vez en otro libro… ¡aunque no tengo cuñado canadiense!
¿Qué reacciones te gustaría provocar en los niños que lean Un cóndor en Madrid?
Lo primero que me gusta pensar cuando escribo un libro es que va a hacer lectores. Es decir, que cuando terminen de leerlo van a querer abrir otro libro y luego otro más. Con eso tengo de sobra. Por otro lado, me gusta despertar la empatía: que entiendan cómo pueden sentirse otras personas completamente distintas a ellas y por qué actúan de la manera en que lo hacen. Desde un anciano que se encuentra solo y triste, lejos de su país, hasta un niño abusón y maltratador con afán de llamar la atención. Y si les hago reír, ya es el no va más. ¿A quién no le gusta reír? A mis tres hijos, desde luego, es lo primero que les conquista de un libro.
¿Qué obras o autores te han servido como modelos o paradigmas en tu trabajo literario?
Esta pregunta es muy, muy difícil, y siempre me la hacen. Leer me apasiona, me ha gustado siempre, desde niña. Imagina la cantidad de autores que han podido influirme a estas alturas: Austen, Dickens, Tolstói, Dumas, Victor Hugo, Wilde, Unamuno, Valle Inclán, Baroja, Virgina Woolf, García Lorca, Cela, Carmen Laforet, Matute, Neruda, García Márquez, Vargas Llosa… ¿Me he puesto muy pesada? Lo sé, lo siento. Y faltan muchos en esa lista… Soy como cualquier lector normal y corriente, la lista de libros que nos influye en la vida es difícil de acotar. En cuanto a la literatura infantil, hay muchos autores contemporáneos a los que admiro y leo con asiduidad, muchos de ellos son amigos. No me atrevería a mencionar unos y olvidar otros.
¿De qué manera ha influido en tu trabajo profesional como editora en tu producción literaria?
Me influye mucho, muchísimo, desde un punto de vista positivo y negativo. Por una parte leo continuamente (imprescindible para escribir), sé qué se está publicando y no suelo cometer muchas faltas de ortografía, lo cual siempre es una ventaja. Pero por otra parte me puede mi tendencia a revisar y corregir, así que soy bastante exigente y nunca entiendo que un libro está ya listo para enviar. Además, soy muy consciente de la cantidad de originales que tiene un editor siempre sobre su mesa, así que doy muy poco la lata a la hora de preguntar si han leído mi escrito, si les ha gustado, si piensan publicarlo… aunque haya pasado mucho tiempo. Eso tampoco es muy práctico que digamos. Es algo que debería cambiar. Que cambiaré. Algún día. Tal vez.
Con la llegada de numerosos emigrantes en las últimas décadas, España se ha convertido cada vez más en un país multiétnico y multicultural. ¿Crees que esa realidad se refleja en los libros para niños y jóvenes?
Creo que sí, que hay muchos libros que tratan el tema de la emigración y reflejan los problemas a los que tienen que enfrentarse muchos inmigrantes. Por supuesto es un tema delicado que está tratado con mayor o menor acierto según los casos, pero conozco libros que lo hacen de un modo magnífico. Ahora bien: yo aspiraría a que este tema se tratara desde la perspectiva de la normalidad; eso significaría que de verdad somos un país multiétnico y multicultural y que sabemos apreciar lo que esto nos enriquece.
¿Qué esperas hallar cuando cae en tus manos una novela para niños?
Que esté bien escrita, que sea divertida (vuelvo a la risa), que no sea moralizante (lo que coloquialmente llamamos “libro colleja”) y que me haga sentir, que me llegue. Además, me encantan los libros con capas: esos capaces de conquistar a niños y a adultos, porque cada uno lee algo diferente, esos que vas desenvolviendo poco a poco, como un regalo, y que cuando terminas de leer todavía guardan algún misterio.
Me encantño la obra literia Un cóndor en Madrid, se nota la nobleza que tiene tu corazón.
Muy linda entrevista Paloma, eres una gran persona de gran corazón y se nota en tus trabajos dedicados a los niños.
Sigue así.