Por Sergio Andricaín
El cordero que es un cerdito (2018) y El granjero y el veterinario (2019), de los artistas holandeses Pim Lammers (texto) y Milja Praagman (ilustraciones), son dos estupendos libros para niños publicados por Hércules de Ediciones, sello de A Coruña, con traducción del neerlandés al español de María Rosich.
Se trata de dos títulos en los que se abordan, de forma creativa, temas que pocos años atrás resultaban inusuales en la literatura infantil, y lo hacen con tal sencillez y transparencia que logran tocar la sensibilidad e inteligencia emocional de los más jóvenes y también cautivar a los lectores adultos. Esto lo consiguen, en gran medida, porque son propuestas artísticas auténticas, creadas desde la necesidad de contar una buena historia y de compartirla (no con la intención de insertarse en una tendencia de moda o de responder a las exigencias del mercado, como sucede a menudo); propuestas que reflejan una visión clara, personal y profunda de las problemáticas a las que se acercan.
El cordero que es un cerdito cuenta la historia de un cordero que prefiere compartir los hábitos de sus vecinos cerdos, que viven en los chiqueros, en vez de seguir las costumbres de su rebaño. El granjero decide llevarlo veterinario, quien encuentra la solución pertinente. En El granjero y el veterinario, el mismo granjero de la historia anterior anda con la cabeza por las nubes y comete todo tipo de errores en sus tareas habituales en la granja. Los animales han notado que todo comenzó luego de la visita que realizó al veterinario para solucionar los problemas del cordero-chanchito. Es entonces que la vaca, las ovejas, las gallinas y los demás personajes comienzan a comportarse de forma inusual con el propósito de que el granjero regrese al consultorio del veterinario, ya que, en verdad, este es quien ha puesto patas arriba la cabeza de su tímido dueño.
Lammers logra, con pinceladas de humor y una sucinta pero expresiva narrativa, contar dos historias ingeniosas, sencillas y muy atractivas, que reflejan la riqueza de conductas y la diversidad del mundo que nos rodea sin necesidad de echar mano a mensajes explícitos ni a aburridas moralejas. Praagman apoya el relato con dibujos que se distinguen por su economía de recursos gráficos, pero de indiscutible efectividad, para los cuales opta por una paleta cálida y trazos gráciles.
Dos libros que vale la pena poner en manos de los niños para divertirlos y, también, para compartir con ellos un testimonio de lo plural que es el mundo. Me gustaron mucho y los recomiendo.
Gracias por la recomendación.