Por Sergio Andricaín
Presentar a José Ignacio “Chascas” Valenzuela esta tarde es un reto, porque, además de un conocido escritor, es un gran conversador, alguien que no necesita de un presentador o entrevistador para comunicarse con el público.
Hoy le acompaño, lo mismo que ustedes, para escucharlo hablar de su nueva novela, Mi tío Pachunga, a la que me referiré brevemente y tratando de no revelar detalles. Solo destacaré algunos aspectos de esta obra –apta para todas las edades– que ha sido publicada por Alfaguara con ilustraciones de Patricio Betteo y a la cual le auguro un éxito similar al que alcanzó Mi abuela la loca.
La primera razón para invitarlos a leer Mi tío Pachunga es la lectura placentera y útil —tanto para chicos como para grandes— que nos propone. Los niños encontrarán en sus páginas una mirada al mundo de los adultos: a sus preocupaciones y formas de reaccionar ante los problemas, a sus contradicciones y conductas prejuiciadas, a la manera incompleta en que entienden el mundo infantil y a sus dificultades para desentrañar y aceptar las conductas de otras personas.
Los “grandes”, por su parte, podrán acercarse al universo de la infancia para descubrir las múltiples formas y los variados procesos que permiten a los niños conformar su imaginario y crearse una cosmovisión propia. Y muy importante: entenderán sus reclamos para ser tratados con el respeto que se merecen su sensibilidad e inteligencia.
Otra razón para leer el libro más reciente de José Ignacio Valenzuela tiene que ver con sus empáticos protagonistas: una sobrina y su tío.
Ella, Eva, de diez años de edad y única hija, se verá obligada, por razones ajenas a su voluntad, a pasar unas vacaciones con el tío paterno a quien apenas ha escuchado mencionar en su hogar.
Él, Nino, un adulto que vive en compañía de su gato Adonis, tendrá que recibir en su espacio a una criatura extraña, su sobrina, que ha llegado como salida de la nada y que romperá con todas sus rutinas diarias.
Nada parece unir a tío y sobrina, porque nada parecen tener en común. Solo un débil y desvaído vínculo familiar. Pero ambos comparten algo: ser criaturas solitarias. Además, los dos son sensibles, imaginativos, formuladores de preguntas y cazadores de respuestas. También andan buscando su lugar en la sociedad y en la vida. A medida que transcurren los días, los dos protagonistas se irán comunicando y, poco a poco, se establecerá un puente afectivo entre ellos, un nexo que les permitirá entenderse y apoyarse, y que resistirá el paso del tiempo.
Eva y Nino son verosímiles porque, para construirlos, el autor se alejó de los estereotipos, de los patrones maniqueístas:
Eva habla, piensa y se comporta como una niña, tiene los miedos e inseguridades propios de esa etapa de la vida y disfruta, como cualquier chico, de las cosas sencillas. Chascas ha creado este personaje con un conocimiento certero de la psicología infantil que procede, posiblemente, de lecturas, pero que, intuyo, también le llega del niño que fue (y sigue siendo) y de los cientos de niños con los que se ha relacionado a lo largo de su vida y de su carrera profesional.
Nino es también un personaje creíble y rico en aristas. El autor retrata a un hombre que se siente incomprendido y que ha sido rechazado por muchos; que ha aprendido a vivir según sus personalísimos códigos y ajeno al qué dirán, que se ha propuesto ignorar los comentarios que circulan sobre él. Este tío, que nos recuerda a tantas personas que no encajan en el molde donde, se supone, todos debemos entrar, es uno de los grandes aciertos de la novela.
En Mi tío Pachunga, Chascas hace gala de su excelente oído para recrear las conversaciones y, por supuesto, de su larga experiencia de guionista de televisión y cine. Los diálogos, ágiles y concisos, nos revelan cómo son y cómo piensan Eva y su tío, y también nos permiten conocer sus respectivos pasados y entender su presente.
José Ignacio Valenzuela ha escrito esta novela convencido de que al niño se le puede y se le debe hablar de todo, que cualquier tema puede tener cabida en la literatura para la infancia. Los niños no viven en el interior de laboratorios asépticos; por el contrario, sus vidas transcurren en una realidad compleja, en medio de conflictos familiares y sociales que no se pueden evadir ni sublimar, en un mundo donde abundan las situaciones difíciles, y hasta traumáticas, que deben ser encaradas y resueltas para seguir adelante. En esta obra, Chascas asume el reto de hablar de las rupturas familiares, la discriminación, el acoso y la marginación de quienes son diferentes. No para decirles a sus jóvenes lectores que la humanidad es un desastre y que es perversa (lo cual, en buena medida, a veces pareciera ser cierto), sino para transmitirles que dentro de cada uno de nosotros hay una enorme capacidad de amar y crear, para ayudarlos a entender la realidad que los rodea y a insertarse armoniosamente en el vasto e intrincado tejido social que espera por ellos.
Mi tío Pachunga es una invitación a gozarnos la vida, a buscar la felicidad en lo cotidiano, a tener fe en uno mismo y en los otros, a luchar por las cosas en que creemos, a soñar con lo imposible, a ponerse en los zapatos del otro para entenderlo y aceptarlo, a embellecer el mundo… Por todo eso, y mucho más, les recomiendo a grandes, medianos y chicos, leer este libro que, sin ningún afán de enseñar, enseña, y que nos abre el pensamiento a todos: a los que ya hemos transitado un tramo largo de la vida y a quienes comienzan a recorrer ese camino.
¡Pachunga!, ah, perdón, quise decir gracias.
Texto leído en la presentación en Miami de la novela para niños Mi tío Pachunga, de José Ignacio Valenzuela, realizada el 21 de febrero de 2019 en la librería Books & Books Coral Gables. Evento organizado por Penguin Random House, Fundación Cuatrogatos y Miami Book Fair.
muy buen libro felicidades