Los editores de libros para niños y jóvenes son, a menudo, profesionales escasamente conocidos por el gran público. Sin embargo, desempeñan un papel clave en la creación de las obras para las nuevas generaciones de lectores; a ellos corresponde la tarea de acompañar los libros a lo largo de su complejo proceso de gestación: desde que llegan a las editoriales en calidad de manuscritos o de bocetos hasta que salen de las imprentas y llegan, por fin, a las librerías.
Esa labor casi anónima –el crédito de un editor suele aparecer con letras minúsculas en la discreta página legal de las publicaciones– conlleva un exigente esfuerzo que pasa por solicitar nuevos proyectos a escritores e ilustradores, seleccionar las mejores propuestas que llegan a las editoriales, corregir el material literario y hacer sugerencias que puedan mejorarlo, buscar la colección ideal donde insertar la obra, encontrar el ilustrador apropiado (un requerimiento esencial en el caso de las publicaciones destinadas a los chicos) y un sinfin de tareas más.
No es común que las universidades incluyan especializaciones en edición en los currículos de las carreras de literatura, filología y comunicación, cantera principal de donde procede buena parte de los editores en Iberoamérica, por lo que estos casi siempre se forman de manera empírica en las empresas donde comienzan a trabajar. Les toca aprender de colegas con más años en el oficio, aplicar conocimientos generales que traen de sus carreras al trabajo de edición y, sobre todo, usar su bagaje cultural, su intuición y su experiencia personal como lectores.
Para dar inicio a una serie de entrevistas con editores de diferentes sellos de América Latina y España, Cuatrogatos conversó con Mireya Fonseca, editora colombiana de larga trayectoria, quien lleva muchos años vinculada a las colecciones infantiles y juveniles de Panamericana Editorial. Quisimos conocer algunos detalles sobre sus inicios en el mundo de la edición y también sobre uno de los proyectos a su cargo: la exitosa colección Que pase el tren.
¿Cómo te iniciaste en el trabajo de edición de libros para niños y jóvenes?
Soy periodista de carrera. Ejercí durante varios años mi profesión en diferentes medios, y ello me ayudó a fortalecer mi curiosidad y mi amor por los libros, porque considero que sin ellos la vida carece de la magia necesaria para sobrevivir en un mundo lleno de nubes y nubarrones, en un mundo en crisis.
Afortunadamente, vengo de una familia de lectores, en las casas donde he vivido siempre ha existido una gran biblioteca con títulos de autores fundamentales. Desde que aprendí a leer, mi gusto por la lectura ha sido permanente y con los años se fue perfeccionando, depurando e incrementado. Los libros me enseñaron mundos que existen y me hablaron de otros imaginarios.
Me inicié en el trabajo editorial de la mano excelentes maestros, pero especialmente de grandes seres humanos que sin egoísmo me enseñaron lo que significa “ser editor”. Fui editora de grandes escritores colombianos y extranjeros como Ernesto Sábato, Mario Vargas Llosa, Germán Castro, Fernando Vallejo, Laura Restrepo y muchos otros que hacían parte del catálogo de Planeta. Allí siempre edité literatura para adultos, hasta que me vinculé a Panamericana Editorial para trabajar con autores de obras destinadas a niños y jóvenes.
¿Qué te ha aportado el trabajo en Panamericana Editorial?
En esta editorial llevo varios años que han sido de aprendizaje continuo, pues editar libros para los lectores infantiles y juveniles es un trabajo de filigrana, tan delicado como apasionante ya que debes combinar los sueños del escritor con las imágenes del ilustrador para producir una obra que atrape y cautive al lector. Un lector que podemos ganar para siempre… o perder del mismo modo.
Tanto en Panamericana como en Planeta he conocido colegas entrañables y formidables escritores que me han hecho crecer día a día. Mantener una relación personal con cada uno de los autores de los títulos que he publicado y seguir el proceso de sus obras, muchas veces desde que nacen como idea hasta tener los primeros ejemplares, es una aventura fantástica e irrepetible. He viajado, he vivido y compartido con ellos la alegría de ver a los niños disfrutar de sus historias, he contemplado sus caras de asombro cuando escuchan, de voz de los creadores, la historia que escribieron pensando en ellos. Personas como Pilar Lozano, Irene Vasco, Celso Román, Jordi Fabra i Sierra, Iliana Prieto, Jairo Aníbal Niño y Francisco Leal, entre muchos otros, han justificado mi trabajo y mis horas de insomnio.
En tu opinión, ¿cuál es el rasgo distintivo de la colección Que pase el tren?
En la colección Que pase el tren nos encontramos una gran variedad de géneros y de estilos, tanto desde el punto de vista del contenido de las obras como del tratamiento y los enfoques de los textos y las imágenes.
Aunque en las últimas décadas se ha incrementado la publicación de libros para niños profusamente ilustrados, en el caso de los que integran esta nueva etapa de la colección Qué pase el tren hemos buscado que la imagen y el texto se complementen y formen entre sí un todo equilibrado para facilitar una mejor comprensión lectora.
Los primeros títulos publicados en esta colección tenían un formato apaisado que en su momento llamó la atención y permitió el trabajo editorial de textos que encerraban juegos de palabras, adivinanzas, rimas y poemas, casi todos muy cercanos a la tradición oral. Con el tiempo decidimos dar un nuevo aire a la colección y mantener aquellos libros y autores que durante varios años aportaron ratos agradables a padres e hijos. Consideramos que si reformulábamos el diseño íbamos a tener un aporte interesante desde el punto de vista del goce estético.
En la colección tenemos algunos títulos donde la historia o el poema en realidad son mínimos frente a los dibujos, tan llenos de detalles estos que pueden contar por sí solos, dar pistas o crear atmósferas. Mientras el adulto lee un cuento en voz alta, el niño se deleita viendo las ilustraciones, lo que nos ratifica que para el chico es tan importante el texto como la imagen visual que lo acompaña.
¿Para qué edades han sido concebidas las obras publicadas en Que pase el tren?
En cuanto a la edad de los posibles lectores, quiero aclarar que toda la vida los libros han tenido lectores de diferentes edades; no siempre se rotularon las colecciones por edades como se hace hoy. Creo que lo importante es la calidad integral del libro, que transmita sentimientos, describa escenarios, situaciones y emociones. Los relatos cortos creados por los autores abordan las más variadas temáticas y combinan múltiples procedimientos estilísticos, junto a presentaciones formales muy novedosas. Que pase el tren se dirige fundamentalmente a los primeros lectores y a las sucesivas edades hasta llegar a la adolescencia.
¿Qué títulos integran esta nueva etapa de Que pase el tren?
Los títulos que hemos incluido en esta nueva etapa son algunos de los que a través de los años han tenido múltiples reimpresiones, lo cual es un indicador de su aceptación en el mercado. También hay otros nuevos.
Algunos de los que han tenido una segunda edición son La flauta de chocolate, de Dora Alonso; El libro de Antón Pirulero, de Sergio Andricaín y Antonio Orlando Rodríguez; A veces, de Irene Vasco; Mi bicicleta es un hada y otros secretos por el estilo, de Antonio Orlando Rodríguez, y Libro secreto de los duendes, de Sergio Andricaín. Entre los títulos que se incorporan están Alelé, alelé y Colorín, colorado, de Sergio Andricaín y Antonio Orlando Rodríguez; ¿De dónde vienen los perros?, de Francisco Leal Quevedo; El duende de la guarda, Fernando Soto Aparicio, y Abuelita Milagro, de Antonio Orlando Rodríguez.
En esta remozada colección hay títulos que en muy poco tiempo han tenido que ser reimpresos, lo que confirma el interés del público lector por sus autores y sus propuestas literarias.
¿Qué consejos le darías a un joven que comienza como editor?
Dar consejos es algo que “da pereza”, pues lo mejor es hablar y compartir como colegas. Lo único que considero fundamental, vital e innegociable es sentir pasión por el trabajo. Vivir cada libro editado. Ser honesto y ético con el proyecto de cada libro. Aprender cada día algo de quienes nos rodean y respetar la experiencia de quienes, de manera silenciosa, atesoran el conocimiento. Finalmente reitero la importancia de leer y releer autores que nos aporten como personas y como profesionales.
Una excelente entrevista de esa persona que ha dedicado su vida a publicar libros para pequeños y jóvenes lectores. Ciertamente es una profesión que se conoce poco, pero cuánto bien hace.
Muy interesante esta serie de encuentro con los editores. Como bien dicen, permanecen ocultos tras los bastidores.
Mila Hajjar