A lo largo de casi seis décadas de trabajo creativo, Gian Calvi se convirtió en un referente de lo mejor de la ilustración iberoamericana. Pero, más aún, fue un formador de numerosos autores, ilustradores y promotores de la educación, la cultura y la convivencia ciudadana en diferentes países. En esta larga y sustanciosa entrevista –la última concedida por el artista nacido en Bérgamo, Italia, en 1938; enraizado en Brasil desde 1949 y fallecido el 24 de julio de 2016, en Rio de Janeiro–, Calvi pasó revista a su carrera y a su vida.
La Fundación Cuatrogatos agradece profundamente a Gian Calvi y a su esposa Lucila Martínez su valioso apoyo para la publicación de este trabajo. Las imágenes que acompañan la entrevista fueron escogidas personalmente por Calvi.
¿Cuáles son tus primeros recuerdos relacionados con los libros y el arte?
Lenna, la pequeña aldea en los Alpes italianos, región de Bérgamo, en donde nací en 1938. Eran tiempos de guerra, de tensiones, en que hacía falta casi todo, pero al mismo tiempo, fue una época de mucho estímulo a la imaginación.
Nos preguntábamos en dónde estaría mi padre Bortolo; él trabajaba en Francia cuando se rompieron las relaciones entre Italia y Francia en 1940 y fue hecho prisionero. Nosotros volvimos a Lenna con Albina, mi mamá, y Carlo, mi hermano menor. Allá vivimos con primas, tías y abuelos. De mi papá no tuvimos ninguna notícia durante casi seis años.
Son muchas las imágenes guardadas de mi infancia en las montañas que aparecen inconscientemente en las ilustraciones realizadas años después. Recuerdo que la única publicación con ilustraciones que recibíamos era La Domenica del Corriere, revista fundada en 1899, con lindas portadas diseñadas por Achille Beltrame.
Cuando tenía unos cinco años, visitaba la pequeña papelería de mi tía Assunta Calvi. Ella recibía todas las semana unos pocos ejemplares de La Domenica del Corriere y del periódico Leco di Bergamo, fundado en 1880. Mi imaginación volaba con las ilustraciones de Beltrame y me transportaban a mundos fantásticos.
En Lenna la existencia era muy simple y se podía vivir con pocas cosas. Frecuentemente pasaban por la aldea, en dirección a la frontera con Suiza, soldados con uniformes y armas brillantes que hablaban lenguas que no entendíamos, pero lográbamos comunicarnos con ellos por señales y nos hacían imaginar escenas de guerra llenas de aventuras. Nosotros, los niños, aprovechábamos para coleccionar casquillos de balas y algunos pequeños regalos que a veces recibíamos de esos militares.
Durante la primavera y el verano, la principal preocupación de las familias, en verdad, de las mujeres y ancianos (porque la mayoría de los hombres habían sido convocados por el ejército), era preparar lo necesario para supervivir y enfrentar los fríos meses del otoño y el invierno, y a la nieve que cubría todo el paisaje.
Albina, mi madre, coordinaba los quehaceres de la casa como almacenar la leña que nos calentaría para soportar las estaciones heladas, guardar en el sótano el pasto para que la vaca pudiera alimentarse en el invierno; ordeñarla para, con la leche, producir la mantequilla; cosechar y moler el maíz para la elaboración de la polenta, y también papa, legumbres y verduras, castañas, nueces, manzanas, peras, cerezas y otros escasos alimentos que se podían preservar en forma de conservas. Los niños ayudábamos en todas esas tareas. Los meses para prepararse eran muy cortos y recuerdo inviernos muy duros, con temperaturas inferiores a los 10 grados bajo cero y cielos especialmente grises.
Eso significaba quedarse mucho tiempo dentro de la casa, que tenía paredes gruesas de piedra; mantenerse cerca del calor de la chimenea, y leer, escuchar historias y cuentos, jugar a las cartas en familia… Los abuelos cuidaban de los arreglos del establo, de las herramientas, de traer del bosque vecino los pastos y hierbas diversas para el forraje; también la leña para el fuego, y recuerdo, además, que en invierno ellos traían nieve, que se hervía para obtener agua. Las mujeres en la cocina preparaban como plato principal la polenta de la semana; arreglaban la casa, cuidando de las ropas e hilando la lana de las ovejas, para tejer medias gruesas, ropas y cobijas que nos protegieran del frío.
Como cualquier otra familia católica, la nuestra mantenía algunas rutinas; por ejemplo, todos los días, por la tarde, íbamos a la chiesa de La Coltura, para dar gracias a Dios, pidiendo el fin de la guerra y orando para que nos devolviera vivo a nuestro padre. Por las noches, después de la cena, Albina conducía las oraciones del rosario. Recuerdo que pedíamos especial protección para los niños del mundo que carecían de leña para calentarse o de comida en la mesa.
Guardo con cariño las imágenes de mi abuelo paterno Vittore y de mi tía Marietta. Él tenía una forja movida por un molino de agua. Allí fabricaba palas, martillos y diversas herramientas. Era una antigua construcción, de paredes gruesas, localizada a orillas de un riachuelo. Su interior se mantenía siempre cálido por el carbón ardiente que se utilizaba para templar las herramientas, moldeadas con un enorme martillo movido por la rueda de agua. Era un escenario lleno de objetos y sonidos inolvidables.
Cuando terminaba la dura faena diaria y el rezo del rosario, con mi hermano Carlo Alberto y las primas Mara y Rosanna escuchábamos historias que estimulaban nuestra imaginación. Nos íbamos los cuatro a la cama, en el segundo piso de lo que llamábamos “la casa nuova”, y nos metíamos bajo las cobijas de una inmensa cama matrimonial, pegaditos uno a los otros, para calentarnos. El sueño llegaba lleno de imágenes fantásticas.
La guerra terminó en 1945, mi papá volvió y la familia se reencontró en circunstancias que fueron muy significativas para mi posterior vida adulta. En 1947, a mi padre lo invitaron a trabajar en la embajada Italiana de Rio de Janeiro y, en 1949, viajamos con mi mamá y mi hermano a Brasil. Fue el comienzo de una nueva vida a los doce años de edad, que me permitió descubrir paisajes deslumbrantes y personajes singulares, todos coloridos y con apariencias nunca antes vistas por mí. Fue un choque con colores, formas y contrastes que influenciaron mis ilustraciones posteriores por su rica fuerza cromática, por la desbordada fantasía que representó Brasil, para nuestros ojos, con su cultura diferente y diversa.
¿Hubo alguna persona que fuera determinante en tu iniciación artística?
En Rio de Janeiro, cuando tenía unos 14 años, mi mamá, que se enorgullecía de mis aparentes habilidades para el dibujo, me propuso recibir algunas clases de pintura al óleo con la profesora Berta, quien trabajaba cerca de nuestra casa. Ella me hacía dedicar casi todas las clases a mirar con atención las obras de los impresionistas y, en particular, de Renoir. También me hizo reproducir el rostro de una pintura de Renoir. Fue mi primera ilustración.
Creo que las experiencias de mi infancia en Lenna, durante la guerra y después del conflicto, así como el traslado a Brasil, con el apasionante paisaje del Rio de Janeiro de aquella época, fueron determinantes para memorizar el conjunto de imágenes vividas en escenarios tan diferentes y para valorar las diferencias y las identidades que continúan siendo muy gratas en mi vida.
¿Qué libros te gustaba leer cuando niño?
No recuerdo ningún libro especial antes de los nueve años, fuera de los textos escolares que no me emocionaban. Pero después leí casi todos los libros de aventuras que encontré a mi alcance: Pinocchio, Corazón (Cuore),Tarzán, Robinson Crusoe, Simbad el Marino, Los tres mosqueteros y muchos cómics (en Brasil los llamamos gibis o história em quadrinhos). Llegué a crear una “biblioteca de gibis” que se enriquecía y funcionaba con el sistema de trueque y de donaciones que organicé con los niños de la calle Humaitá, mis vecinos.
¿Qué te llamaba la atención en esos libros?
La posibilidad de vivir aventuras fantásticas. Algunas memorias: Creo que tenia unos cinco años, era un día muy frío, por la ventana veía la nieve cayendo despacito, cubría de blanco todo el paisaje. Estábamos en la cocina de la Casa Nuova, grande y acogedora, con los jamones y salames ahumados colgados en la chimenea, esperando la primavera para comer. Mi tía Rina, hermana mayor de mi papá, preparaba una polenta. En medio de los vapores de la gran olla de hierro, ella dice: “Les voy a contar la historia de Caperucita Roja, una linda niña que queria mucho a su abuela. Este cuento es para que aprendan a obedecer siempre a su mama”. Y nosotros, oyendo sus palabras, viajamos en el cuento, odiando el lobo y angustiados por Caperucita y su abuela. Desde entonces no me gustan los lobos, a pesar de encantarme los perros pastores alemanes; y continúa inquietándome el caminar por un bosque oscuro y silencioso.
Mas tarde, ya en Brasil pude leerTarzán, de Edgar Rice Burroughs, que me llevó a África. Construimos una cabaña en las ramas de un árbol del solar de nuestra casa. Me enamoré de la linda Jane y en mi imaginación, juntos, los tres enfrentamos feroces leones.
Al leer Robinson Crusoe, de Daniel Defoe, me sentía participando de la odisea del náufrago. Me desafiaba la posibilidad de hacer fuego frotando las piedras y las ramas secas, de cazar o de pescar en los grandes ríos. Todavía hoy tengo especial interés por la pesca.
“Simbad el Marino”, que aparece en Las Mil y una Noches, me llevó al encanto del desierto y del Oriente. Y “conocí” a la hermosa doncella Scheherezade, imaginándola en la ventana de la clausura de la noche 536, narrando para el rey Sharyar los cuentos de Simbad
Los tres mosqueteros creo que originó mi primera reflexión sobre la importancia de participar de un equipo y, por ende, de una comunidad.
¿Eran las imágenes que ilustraban los textos importantes para ti?
Casi todos libros eran sin ilustraciones, pero los textos me llevaban a imaginar situaciones reales. Las palabras, la entonación de las voces de quien nos contaba
historias, los gestos, fueron en realidad las puertas de mi imaginación visual. Era
siempre llevado a “leer” un mundo distante de las enormes montañas de los Alpes que rodearon mi primera infancia. Las portadas de La Domenica del Corriere, con sus ilustraciones realistas, me llevaban a imaginar otras escenas, particularmente aquellas que se refeían a la guerra, que de alguna manera estaba presente en la vida diaria. Las ilustraciones de esta revista fueron “el puente” para conocer realidades distantes.
En ese período pude asistir también, por la primera vez, ala proyección de una película. Era primavera. Un señor llegaba con una carroza guiada por dos grandes caballos y cubierta por una lona. Caballos de patas muy gruesas, de los que se encuentran en los campos y montañas del norte de Italia. En la pequeña plaza de Lenna, al frente de la estación del tren, este personaje montaba un telón, con una sábana blanca, y todos ayudábamos. En la víspera habían anunciado “Domani, alle ore diciotto, in piazza stazione presentiamo le Avventure di Tarzan nella foresta africana “.
Llamaba a los pocos habitantes de Lenna, que hoy tiene 640 habitantes, para ver la película de Tarzán. De noche, todos traían sus sillas; ancianos, matrimonios, jóvenes y niños. Con una sonrisa de expectativa, esperábamos el gran y único espectáculo, porque el número de espectadores era tan diminuto que no había público para una segunda proyección.
Nosotros, niños y niñas, nos sentábamos en la primera fila, cerca de la “pantalla”. La película era en blanco y negro, el proyector alumbraba la sábana y surgían las imágenes, que se movían en ritmo acelerado, hasta que aparecían, entre los árboles de la floresta, unos africanos armados con lanzas y escudos…. Y creíamos que la piel de los negros era de color negro, bien negro.
Mucho más tarde, cuando viajamos para encontrar a mi papá, que ya estaba en Río de Janeiro desde 1947, llegamos al puerto y vimos un hombre que subió al barco para descargar los baúles de los pasajeros… ¡fue una imagen impactante para estos montañeros! Era grande y fuerte, con el dorso desnudo que brillaba por el sudor… y para nuestra sorpresa y encantamiento, este hombre no era negro, como los de Tarzán. ¡Era marrón! Hoy, casi espontáneamente, cuando pienso en colores el primer color que me aparece es el marrón y después el verde de la naturaleza de mi casa en Itaipava, Petrópolis, con sus múltiples tonalidades.
Llegamos el 29 de marzo de 1949 en el barco San Giorgio, más o menos a las 7 de la mañana. Era un día de cielo muy limpio y azul, como suelen ser los días de otoño en Río de Janeiro. ¡La Baia da Guanabara, deslumbrante! Con un sol que nos sonreía de forma juguetona, hileras de enormes piedras/montañas/islotes oscuras e imponentes, caprichosamente organizadas, y aquel cinturón de forestas verdes de diversas tonalidades claras y oscuras, que me entusiasman hasta hoy. ¡Era uN libro abierto lleno de vida e imágenes determinantes! Ese sol sonriente y divertido Y la multiplicidad de colores me impregnaron profundamente. Me acompañan en todo mi trabajo y expresión de la belleza.
Otras imágenes que también me impactaran, se relacionan con los escenarios de algunas óperas. Mi padre, como buen italiano, solía frecuenter el Teatro Municipal de Rio de Janeiro, con la familia. Los cuatro estábamos siempre juntos. Yo tenia algo como 13 años y todo el conjunto visual de cada ópera me encantaba. Esperando el comienzo del espectáculo, me encantaba el telón del Teatro con una pintura de Eliseu Visconti-1908.
¿Qué te llamaba la atención de los grabados y dibujos de los libros de tu niñez?
Vuelvo a las portadas de La Domenica del Corriere y las imágenes que vemos diariamente. Lo que me conmovía era la infinita variedad de formas, colores, texturas y movimientos. Siempre tuve mucha curiosidad por las imágenes en general, con particular interés por descubrir el significado, así como por conocer lo que hay en el interior de un libro. Siempre buscaba también aquella pizca de buen humor que me hacía sonreír y sentir alegría. Abrir un libro continúa ofreciéndome la sensación de un mundo misterioso; y si es ilustrado, mejor. Cuanto más variados, mejor, cuantos más temas aparecen, mejor todavía.
¿Cuál es tu relación con los textos y las imágenes?
Creo que un texto, con su conjunto de palabras, puede ser una fuente inagotable de imágenes que se multiplican. Ya adulto, trabajando como diseñador gráfico para diferentes agencias de publicidad y para editoriales, tuve una experiencia con la Editorial Nova Fronteira que me marcó. Diseñaba las portadas de los libros y también me habían encargado la portada y el afiche para el lanzamiento del Dicionário do Aurélio.
El diccionario representó un trabajo de muchos años del filólogo Aurélio Buarque de Holanda Ferreira, autor y coordinador del proyecto. Nos reuníamos en mi casa en la calle Conrado Niemeyer, en Copacabana. Una tarde, con la presencia de Aurelio y del académico Herberto Salles, hablábamos sobre la importancia creativa que cada palabra ofrece. Aurelio, para mi sorpresa dice: “Gianvittore, me gustas tú, como persona y profesional. Pero creo que debes abandonar el trabajo de ilustrador… Las ilustraciones limitan los muchos significados de una palabra… La palabra que viene antes o después puede cambiar completamente el significado. Por lo general, la imagen amarra y limita los infinitos significados de las palabras” .
Desde entonces persigo, sin mucho éxito, crear ilustraciones que complementen el texto, ofreciendo al lector un conjunto de informaciones que amplíen los significados y contenidos de las palabras.
¿De qué manera llegaste a la ilustración de libros?
Acompañando mi primer hijo Marcos Renato, intentaba contestar a la sucesión de preguntas que me hacía: ¿por qué esto?, ¿por qué es así?, ¿por qué camina?, ¿por qué…? Encontraba que mi mejor forma de responder era ilustrando en una
hoja bien grande de papel. A cada pregunta que me hacía, contestaba con un boceto hecho rápidamente. Pensaba que sería útil para más tarde recordar el tema de la pregunta y entonces continuar las respuestas.
¿Cómo definirías el trabajo de un ilustrador?
Es un profesional, coautor algunas veces y autor otras. Puede ser el intérprete creativo e innovador de un texto, de una historia, un mensaje o idea, que también puede expresarse sin texto. Es un profesional y artista gráfico que refleja su
contexto cultural, local y regional, representando también la identidad del autor/a.
Como ilustrador, asumí varios papeles: ser el coautor de una obra literaria de otro autor; ser el creador de obras propias a través de imágenes llenas de contenidos realistas o fantásticos y ser un profesional que abrió puertas para muchos otros de América Latina y Caribe, preocupado por mostrar al mundo el potencial de los ilustradores de nuestra region. He sido un professional activo por el reconocimiento de la profesión en las legislaciones y reglamentaciones de las políticas públicas del libro y de los derechos de autor de estos paises.
¿Qué rasgos debe tener una ilustración para que la consideres buena?
Es bien relativo. Para ilustraciones solicitadas para propaganda y publicidad, el concepto de adecuación y calidad del mensaje que el cliente desea transmitir a su público-objetivo es siempre un reto que debe llevar el elemento de sorpresa, de curiosidad. No son solo la forma y el trazo: es la posibilidad de atraer y fijar la atención. El ilustrador se esfuerza para lograr una relación texto/imagen/cultura local y visión global. Trabaja con contenidos que muchas veces no le encantan, pero que responden a un compromiso profesional.
Cuando se trata de ilustrar libros para niños, busco que esa relación entre ideas fantásticas/texto/imagen/ocupación del espacio-página estimulen el placer de ver, imaginar, refexionar y estimular la curiosidad. Que abra las puertas para “leer” el mundo de forma diferente.
¿Qué artistas han influido en tu trabajo (de la plástica universal y de la ilustración?
El Bosco, Dalí, Piero della Francesca, Tomi Ungerer, Maurice Sendak y otros.
¿Por qué?
Por la capacidad de transmitir emociones a través de la imagen.
Si tuvieras que escoger un libro como modelo de integración de texto e imagen, ¿cuál sería y por qué?
Son muchos los que aprecio por la calidad del diseño gráfico y la excelente relación texto-imagen. De inmediato menciono Los tres bandidos, de Tomi Ungerer. Con
una gráfica simple y directa, con pocas palabras, crea un ritmo en la historia que cuenta, una dimension especial y humana que hace pensar, sonreír, sorprender. Lo
publicamos en Brasil dentro de la colección del Programa CRIANÇAS CRIATIVAS®, Premio APCA 1989 (conjunto de libro + película animada del libro + fantoches de los
dos personajes principals: Mariana y el Ladrón).
Cuando has adaptado un cuento de la tradición oral (Joao e o Pé de Feijão y
Quando a Onça Ganhou Suas Pintas), ¿qué te atrae de esas historias?
La fantasía que trasciende lo real y me permite proponer al lector momentos de diversión, placer y reflexión sobre la vida, usando personajes y situaciones imaginarias e irracionales.
¿Comienzas escribiendo el texto y después ilustras, o trabajas al revés?
Normalmente construyo texto e imagen al mismo tiempo. Intento establecer una relación de diálogo para que se complementen entre los dos y permitan imaginar otras historias y situaciones no necesariamente explícitas en el texto.
¿Qué aspectos del texto analizas cuando vas a iniciar tu labor de ilustración?
Para textos de otros autores, que he ilustrado en buena cantidad (unos 70), realmente necesito que me ofrezca el placer de leerlo, me estimule fantasías e imágenes… y las ganas de hacer y trabajar alguna nueva idea. Percibo que textos con referencias de comportamiento y ambientalistas me estimulan el deseo de jugar con muchas imágenes atemporales y surrealistas, como por ejemplo La ciudad perdida (J.L. García Sánchez y M.A. Pacheco,1976, España), The Ogre’s Banquet (Alison Sage, 1978, Inglaterra), A World for Everybody (equipe UNESCO, 1979, Francia), A Toca da Coruja (Walmir Ayala, mejor libro infantil – Premio INL, 1980, Brasil), Un avião e uma viola (Ana Maria Machado, Premio Noma de Ilustración, 1982, Japón), All In a Day (diversos autores, 1986, Japón), Traba la lengua, lengua la traba (Clarisa Ruiz, mejor libro infantil. FLIJ, 1984, Colombia), Así éramos los nuiscas (María Giraldo, mejor libro infantil. FLIJ, 1985, Colombia), De Cabeça para Baixo (Ricardo Souza Lima, Premios APCA y Jabutí, 2000, Brasil).
¿Cuáles son los principales recursos artísticos con que cuentas para tu trabajo de ilustrador?
A lo largo de mis muchos años de trabajo he utilizado todo tipo de recursos: lápiz, gouaches, tinta nankin, óleo, acuarelas, collages de papel y de tejidos, maquetas, esculturas. El computador Mac ha sido una herramienta reciente que complementa ese conjunto de recursos. Cuando empecé a ilustrar, mi primer libro, Zig-Zeg-Zag, con texto de João Felicio dos Santos, publicado en 1968 por la editorial Expressão e Cultura, confieso que trabajé por instinto. Recomiendo aventurarse en el uso de todo tipo de recursos.
¿Hay alguna técnica que prefieras a la hora de ilustrar?
Me encantan las infinitas formas de expresión que se pueden lograr con la acuarela. Pienso que siempre ilustré estimulado por una mezcla de instinto y curiosidad para experimentar diferentes técnicas. Cuando la Empresa de Correos de Brasil y la Casa de la Moneda me contrataron en 1972 para la dirección de arte de la filatelia brasileña, tuve la oportunidad de usar las más variadas técnicas, porque necesité ilustrar las estampillas durante cerca de tres años.
¿Sientes que tu trabajo general como artista, tu manera de expresarte fuera del contexto editorial, es diferente a la que usas cuando creas imágenes para un libro?
Sí, es diferente. En los libros, crear imágenes que se suceden me pide cierto rigor para mantener la coherencia página a página, complementar y enriquecer las ideas y el arte literario de otros autores. Asumo mi papel de coautor. Fuera del contexto editorial las exigencias de mi trabajo me han significado mantenerme actualizado e informado sobre las micro y macrotendencias de la cultura, el arte, la economía, la política nacional e internacional, las metas de sostenibilidad dentro de los límites del planeta. Soy un eterno estudiante y un lector incansable.
Cuando ilustras un libro de otro autor, ¿tienes algún tipo de contacto con el escritor? ¿Crees que es necesario?
Hago lo posíble para que eso ocurra. Conocer al autor del texto y escucharlo ayuda para que la relación texto-ilustración se complemente. Es algo como un feliz matrimonio. Por otro lado, hay ocasiones en que, a pesar de las buenas intenciones del editor al invitar al autor A y el ilustrador B para el mismo libro, el matrimonio es un fracaso.
De los libros que has ilustrado, ¿hay alguno que prefieras?
Cada libro es una nueva experiencia. Tengo un particular cariño por el libro
Os Colegas, de Lygia Bojunga, cuya primera edición apareció en 1972, por la editorial
José Olympio y que tiene más de 60 ediciones posteriores y se mantiene hoy plenamente vital. Este libro me permitió una excelente relación con Lygia y reflexionar sobre la importancia de valorar temas de identidad cultural. Con este libro gané mi primer premio del Instituto Nacional del Libro. Lygia por el conjunto de su maravillosa obra ganó diversos premios, como el Premio Jabuti (1973), Premio Hans Christian Andersen (1982), Premio Memorial Astrid Lindgren (2004). Con Os Colegas llegué al mundo del libro para niños.
¿Consideras que las ilustraciones de los libros contribuyen a formar la sensibilidad estética de los niños, a interesarlos en el universo de las artes plásticas?
SI. Lo ideal es que cada familia, comunidad y escuela ofrezca a los niños la mayor variedad de materiales con diferentes contenidos, técnicas y formatos. Aprecio particularmente libros que ayuden niñas o niños a valorar las diferencias y la identidad. Por otro lado, es preocupante el tiempo que los niños ocupan hoy con pantallas e imágenes eletrónicas. Observo que en la mayoria de las casas hay pocos libros, pero todas tienen televisión, iPad o tablet, iPhone o celulares diversos. Los ilustradores tienen aquí un nuevo desafio, pero también un nuevo mercado para su talento y ejercicio profesional, apropiándose de estas nuevas tecnologías como medios de expresión.
A pesar de toda esa tecnología de comunicación, subsistirán los libros. Las bibliotecas empiezan a reinventarse para hacerlos vigentes, atractivos y apasionantes. Los ilustradores necesitan conocer cómo es el maravilloso trabajo de los promotores de lectura, los contadores de cuentos y los bibliotecarios. Aprendí mucho con ellos en todos los países.
Trabajé con especial cariño en programas de desarrollo humano creando material ilustrado sobre temas presentes en la vida dificil de las comunidades que son mal atendidas por las políticas públicas, tales como abuso sexual, maltrato infantil, violencia intrafamiliar, enfermedades como la malaria y el dengue… Material ilustrado con mensajes debidamente certificados por los especialistas de las áreas de salud, bienestar social, medio ambiente… Todo espacio público puede ofrecer libros para niños. Muchas madres y responsables del cuidado de la primera infancia podrían ser atraídos para crear ambientes favorables al placer de leer, de contar historias, de dar alas a la imaginación y de estar bien informado. Los adultos deben ser atraídos de todas las formas posibles. He intentado promover esta idea, a través de los materiales que producimos en programas para UNICEF, Banco Mundial, BID y diversos ministerios en México, Perú y Brasil. En este último, los kits para fortalecer las competencias familiares orientadas a cuidar y proteger la infancia de cero a seis años, usan y abusan de la ilustración y del diseño gráfico.
¿Qué libro sueñas con ilustrar?
Llegué a los 78 años de vida, escribo algunas memorias e impresiones del contexto campestre de mi casa. Percibo que los hijos conocen muy poco de las experiencias de vida de sus padres. Siempre con la expectativa de ser leído, procuro ofrecer a los siete hijos de esta familia grande ( los tuyos, los mios, los nuestros) y cinco nietos algunos relatos que tal vez los ayuden a reflexionar. Si la vida biológica me lo permite, espero ilustrar alguno de estos relatos.
¿Cómo valoras el panorama de la ilustración de libros para niños y jóvenes en Latinoamérica?
Ha habido un salto inmenso desde que empecé a ilustrar y publicar, cuando era invitado por el editor para “hacer unos dibujitos”. Es un tema que hace parte de la transformación cultural de América Latina también y por este motivo me permito describir cómo he participado de ese proceso:
En la década de 1970, algunos editores me daban como referencia libros creados en los países llamados de primer mundo, esperando que ilustrara algo parecido. La infancia en un pequeño pueblo de los Alpes italianos y la adolescencia en Rio de Janeiro me hacían preguntarme: ”al final, ¿quién soy yo?”. Ojeaba los libros ilustrados que se encontraban en el mercado y no percibía un entorno que representara las características brasileñas que tanto me inspiraban.
Las imágenes de negros y mulatos, cuando a veces aparecían, eran siempre estereotipadas; en la flora casi siempre prevalecían los pinos. No veía la variedad de nuestra gente, flora, fauna, colores, texturas, todo combinado y conviviendo en armonía.
Entre 1973 y 1980 empecé a ser invitado a seminarios y integrar jurados internacionales en America Latina y Europa. Aprovechaba mis charlas para proponer una reflexión sobre la importancia de estimular una literatura e ilustración para niños con fuertes elementos de identidad cultural. Por ese motivo, invitado por gobiernos u organismos internacionales, coordiné los talleres de creatividad Veo las cosas de otra forma para autores, ilustradores, educadores y profesionales del mundo de la comunicación en muchos países (Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, España, México, Perú, República Dominicana y Venezuela), con el propósito de estimular la formación de una nueva generación de autores, ilustradores e editores con parámetros de calidad internacional a partir de su propia identidad local y personal.
Enn 1978 al vistar la Feria del Libro Infantil en Bolonia, Italia, me impactó la poca presencia de ilustradores latinoamericanos. Allí les pregunté a los organizadores si verían con buenos ojos la realización de una muestra latinoamericana, convencido como estaba del potencial y de la calidad de los talentos que había conocido en esta región del mundo durante aquellos talleres de creatividad impartidos por mí. La respuesta fue positiva. En 1979, durante una reunión en PILI (Programa Latinoamericano de Literatura Infantil), realizada en El Mácaro, Venezuela, presenté el proyecto para organizar la Primera Muestra de Ilustradores Latinoamericanos de Libros Infantiles e Juveniles. Otra vez la respuesta fue animadora. Con el apoyo de la OEA (Organización de Estados Americanos), inauguramos la muestra el 27 de marzode 1980. Logramos conquistar la confianza de los organizadores de la feria y decidimos preparar para 1984 una segunda muestra más ambiciosa.
En ese período, recibimos el apoyo de diferentes organismos y personas que estimulaban políticas a favor del libro y la lectura, como Lucila Martínez en CERLALC (Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina, con sede en Bogotá, Colombia); Susan Benson, de la OEA (Organización de Estados Americanos, con sede en Washington, Estados Unidos); Anne Pellowsky, de UNICEF-Estados Unidos; Lilian Aguilar, de PILI; del Centro Imagen Latinoamericana, de Brasil); de Laura Sandroni, de FNLIJ (Fundação Nacional do Livro Infantil e Juvenil-Brasil).
Con esos apoyos fue posible presentar la muestra en Bolonia y producir, adicionalmente, 200 cajas con el conjunto de los paneles, el catálogo y el afiche, para que viajara por diferentes países. Promovimos cada ilustrador en dos paneles con su nombre y dirección. En total presentamos el trabajo de 90 ilustradores.
Creo que sembramos una semilla que ayudó a formar talentos que hoy se publican en los mercados nacionales e internacionales y son ampliamente reconocidos. (Los interesados en conocer los nombres de los ilustradores que presentamos en las dos muestras pueden dirigirse a Gian Calvi e-mail: gratacrapa@gmail.com).
Estas experiencias también construyeron sólidos lazos afectivos, particularmente con Lucila Martínez, que dimitió del CERLALC, y nos unimos como pareja con el mutuo interés por la búsqueda de la excelencia en la educación, la adecuación y puesta en práctica de políticas públicas y de ambientes favorables al arte de escribir, ilustrar y leer. Creamos el Programa CRIANÇAS CRIATIVAS®, que empezó por publicar en portugués mis libros lanzados en Estados Unidos y Europa, y también libros de autores ganadores de los principales premios internacionales y no conocidos en Brasil en la década de los años 1980 del siglo XX, como Tomie de Paola, Tomi Ungerer, Frank Asch. William Steig, Leo y Diane Dillon, Diane Paterson, Helme Heine, Crockett Johnson, Gail E. Haley, entre otros.
Como complemento de cada libro, también adaptamos al portugués y distribuímos películas de dibujos animados producidas por Morton Schindel-Weston Woods. Más tarde produjimos muñecos –en forma de títeres de guante– reproduciendo los principales personajes de cada libro.
¿En qué nuevos proyectos estás trabajando?
En este momento procuro aprender a ser buen cocinero, abuelo, amigo, jardinero de frutales, plantas medicinales y ornamentales. Me dediqué por casi 60 años a trabajar intensamente y a cumplir plazos. Hoy quiero sentir esa libertad de hacer las cosas a un ritmo tranquilo, espontáneo, y de disfrutar de experiencias y situaciones que había dejado en un segundo plano y que me emocionan e inspiran.
Independientemente de los libros, he participado en programas para el desarrollo sostenible, que durante los últimos 30 años nos llevaron a temas como el medio ambiente, la cultura de la paz y de la corresponsabilidad social, a través de la excelencia de la educación como eje principal, tales como Programa HAZ PAZ-Política Nacional de Construcción de Paz y Convivencia Familiar (Colombia), Fortalecimiento de las Competencias Familiares en la Atención a la Primera Infancia (México, Perú y Brasil), Programa de libros de texto en cinco lenguas indigena ( México) y Programa de Valoración de la Ciencia entre Niños y Adolescentes: Revista CIÊNCIA HOJE DAS CRIANÇAS.
Trabajar con familias, niños y educadores ha aumentado nuestro compromiso permanente con la producción de materiales orientados a la prevención de la violencia intrafamiliar, a la protección ambiental y al fortalecimiento de las familias con mujeres embarazadas e hijos de cero a seis años, combinando realidad y fantasia –¡una gran experiencia de vida! (Los interesados en conocer mejor el Programa Niños Creativos, escriban a Gian Calvi e-mail: gratcrapa@gmail.com)
No nos limitamos a producir materiales. Creamos también cursos y talleres de diferente duración para fortalecer las capacidades de los líderes en la solución de problemas concretos en sus ambientes y contextos sociales.
Algunos amigos organizaron recientemente dos exposiciones que recogen parte de mi trabajo de cerca de 60 años.
¿Cómo definirías tu trabajo como ilustrador?
Soy un ilustrador atípico. Me defino como una persona curiosa, un eterno aprendiz que ama el trabajo, con tendencia workaholic, y que ha actuado intensamente en el amplio campo de la comunicación, preocupado siempre por la calidad, las nuevas experiencias y la sostenibilidad del planeta.
No puedo dejar de agradecer a la Fundación Cuatrogatos por esta oportunidad y a las muchas personas que colaboraron en mi vida profesional con sus críticas, sugerencias y coproducción “a cuatro manos” de muchos de los materiales que han surgidos de mis oficinas y proyectos en Brasil, Colombia, México, Perú y otros países. Agradezco a la vida haberlos encontrado en mi camino y que hayamos sido capaces de producir en equipo conceptos, materiales y movilizaciones sociales que, de alguna forma, colocaron un grano de arena en la construcción de un mundo para vivir con calidad. La lista sería enorme y no quiero ser injusto mencionando solamente a algunos. Cada etapa de mis casi 60 años de este recorrido profesional me trajo muchos amigos y a todos les dejo aqui mis agradecimientos. ¡Muchas gracias!
Muy acertada y atrayente la imaagen de la burriquita en el afiche del festival en Italia, 1980.. Me gustaría ampliar información respecto al interés del autor por ese personaje pues quisiera incluir este afiche en un trabajo de investigación que estoy realizando acerca de la burriquita
En el año 1968, Venezuela inició la aventura de producir materiales destinados al medio rural. Con la asesoría de Delia Goetz, experta de AID, se entregó a niños campesinos el tímido producto de la creación de un equipo de noveles escritores, en el área de Literatura Infantil. La experiencia fue tan exitosa, que Venezuela asesoró a otros países y abrió paso a su participación en Cursos, Seminarios, Conferencias, Exposiciones y demás eventos internacionales relacionados. Así, establecimos contacto con GIAN CALVI. Bajo su guía y generosidad dimos impulso a nuestra aventura de crear, estimular y difundir la literatura infantil. Han pasado muchos años y aunque la marea sube y baja en realizaciones, siempre alguien recoge el testigo y sigue avanzando. GRACIAS A LA FUNDACIÓN CUATROGATOS POR TENERLO EN SUS MANOS, EN ESTE MOMENTO.
¡Fantástica entrada! Qué cariño y generosidad pero, sobre todo, ¡qué buenas historias! Un abrazo
Gracias por tus palabras, Ana.