Por Chely Lima
Cuando Carlos Pintado me pidió que lo presentara en esta oportunidad en la que está trayendo para nosotros una flamante antología de sus poemas, lo primero que me pregunté fue: “¿Tiene sentido seguir leyendo poesía?” Yo, que la escribo a ratos y cada vez menos, me pregunté: “¿Para qué sirve la poesía?”.
Y bueno, encontré una respuesta plausible. Muy contemporánea.
Resulta que la poesía, que en su origen fue el balbuceo de un chamán que conjuraba a los ancestros por medio de una coreografía de palabras…
Resulta que la poesía es curativa. Resulta que leer cosas como
Con qué placer yo escribo este soneto
aunque sé que es el último que escribo.
Solitario en la noche, fiel, transcribo
el dolor, la palabra en un cuarteto
de sílabas difíciles y solas…
Resulta que leer o escuchar algo así mueve en nuestro interior energías que nos limpian de toxinas y estimulan la libido.
Resulta que si dices en voz alta:
Sé que el amor acecha a los que han sido
mortales un instante, no a los dioses…
Resulta que si dices eso en voz alta estás acariciando tus neuronas y rechazando el Alzheimer:
Así tendríamos que cantarle a nuestros recién nacidos. Así deberíamos calmar a los moribundos. Así, con poesía, con buena poesía, deberíamos poner trampas para que caiga irremediablemente la persona que amamos.
Estos son los versos que tendríamos que soplar en el teléfono celular. Escuchen:
Todo el misterio viene de la noche
como un sagrado símbolo de magia
si pudiera decir que todo es sueño
atravesar el hondo espejo oscuro
y ver en un instante qué nos falta
antes del alba acechante y silenciosa…
Los versos que estoy diciendo pertenecen todos al libro La sed del último que mira (Nueva York: Sudaquia Ediciones, 2015), de Carlos Pintado.
Es un libro suave y afilado. Un libro dark. Un libro peligroso. Un libro que si lo dejamos en la mesa de noche nos va a provocar sueños eróticos y sueños donde abordamos una barca sin rumbo en plena madrugada.
En este libro hay reflexiones, alusiones literarias, quejas, cantos, homenajes. Palabras que se mueven como danzarines sonámbulos. Hay todo un mundo que se abre como un bosque virgen, un bosque donde acecha el lobo de niebla de la imaginación y la experiencia, listo a darnos una dentellada de luz para abrirnos los sentidos.
Me alegra presentar este libro porque Carlitos es uno de los poetas que más me gustan, porque creo que la suya es alta poesía, y porque pienso que es una de las voces más legítimas en la que podemos empaparnos de agua lírica…
Voy a cerrar esta presentación con un fragmento de poema de los que más me placen.
Cierren los ojos para que puedan percibir como la sangre se les enriquece en el cuerpo al escucharlo:
El que entra al olvido
como quien entra en una playa en la noche,
para luego volverse huésped de la sombra,
no sabrá que el amor no es,
no será nunca,
la playa de morir,
la playa
donde la arena ha de copiar
la huella exacta de sus pasos,
en esa eternidad
que acaba cuando solo él empieza a imaginarla.
(Texto leído por Chely Lima en la presentación del libro La sed del último que mira, de Carlos Pintado, en Books & Books Coral Gables, en Miami, en junio de 2015.)
Gracias a los dos.
Alberto Lauro
Es que si alguien la recomienda así de esta manera hermosa y certera, si alguien te cuenta la maravilla que es la palabra danzando en un poema, del modo en que lo cuentas, es como cuando te enamoras de alguien porque viste su retrato o escuchaste tu voz en una grabación antigua y salta un resorte en uno de esos sitios de nuestra anatomía que los doctores desconocen y ya no podrás resistirte. Por eso, caro amigo, por eso leemos poesía, porque existen los poetas
Bellísimos poemas, sabios versos que rodean la metafísica de la vida. Gracias por compartir.