Por: Santiago La Rotta
Tomado del periódico El Espectador, Colombia
La vuelta al mundo en cinco cuentos (Panamericana Editorial, Bogotá, 2012) es una colección de libros, principalmente para niños, con relatos populares de diferentes países. Un título para apreciar la diversidad cultural del planeta.
La estadística de la antropología dice que, en promedio, cada 14 días muere un anciano en algún lugar del mapa, y con él se lleva los secretos de una lengua que ya no será susurrada en los oídos de los niños y de las historias que hablan del comienzo de los días o que cantan las claves para la supervivencia.
Apenas 60 años atrás, el mundo era habitado por seis mil o siete mil lenguas diferentes que, más que escribir y entonar diferente, contaban una cara más de la humanidad, la versión de un grupo específico de personas que logró adaptarse a un entorno y florecer. Para finales de este siglo, más de la mitad de estos idiomas habrá desaparecido.
“La lengua es el archivo de una cultura, una librería de conocimientos”. La definición es de Gregory Anderson, director del Instituto para las Lenguas Amenazadas, una organización que intenta rescatar las últimas palabras de comunidades que han perdido terreno por la violencia, las enfermedades o por la presión social de un grupo lingüístico dominante cuyos hablantes, a veces armados con mosquetes o tanques o bombas atómicas, deciden que la historia se escribe desde ahora en inglés, español, francés, alemán: no más nonuya, cofán, tinigua…
¿Por qué hacemos libros? ¿Por qué escribir? “Empezamos este proyecto como una forma de rescatar el patrimonio oral de diferentes culturas. Es un homenaje a los viejos contadores de palabras”. Cinco años se tomaron Sergio Andricaín y Antonio Rodríguez para recopilar 25 relatos de todos los rincones del planeta en una colección de media decena de libros titulada La vuelta al mundo en cinco cuentos, pensada principalmente para niños, pero que, según los compiladores, es susceptible de ser leída y disfrutada independientemente de la edad.
Hay relatos de varios tipos. Narraciones históricas (cómo un capitán español impidió la invasión de Riohacha por los piratas), cuentos acerca de las hazañas de un héroe (un niño pescador de los mares del Sur que sobrevive a ser engullido por una ballena, entre otros peligros) o cortas fábulas con enseñanzas simples (un joven que, puesto a prueba para comprobar si es el candidato para suceder al rey, pasa el reto con una sabia lección).
El factor común de estas historias es que hacen parte de la cultura popular de una serie de países que va desde Islas Salomón, pasando por Brasil, Cuba y Colombia, hasta República Checa, Letonia o India. Ningún lugar se repite, para ofrecerle una mayor diversidad al lector.
Diversidad es la palabra clave en varios niveles del proyecto. El primero, el más obvio, es la multiplicidad de relatos y orígenes. El segundo es la variedad en las ilustraciones. Cada libro fue ilustrado por un artista diferente, lo que permitió elevar la calidad gráfica de la colección como un todo y ofrecer en cada tomo una interpretación visual diferente de los relatos. El tercero tiene que ver con la pluralidad de voces que ofrecen las historias, como si la gran fotografía de la humanidad se rasgara en pedazos.
“La lengua es un vehículo a través del cual el alma particular de cada cultura se hace material”, sostiene Wade Davis, explorador de la National Geographic Society y autor de libros como El Río: exploraciones y descubrimientos en la selva amazónica. Las historias de cada sociedad hablan de una visión particular del mundo que no sólo trae consigo hazañas y entretenimiento, sino una especie particular de sabiduría, pues sus narraciones hablan de la supervivencia de una comunidad mediante la adaptación a un ambiente.
Es a través de la lengua y sus relatos que los cofanes, una tribu amazónica, logran distinguir 17 variedades diferentes de ayahuasca y escoger dos de estas para lograr la mezcla específica para el vuelo del chamán. Sin un laboratorio en la selva, los miembros de esta tribu aseguran que para diferenciarlas hay que poner las plantas bajo la luz de la luna llena y escuchar cómo cada una canta en un tono diferente.
En El pequeño gran pescador (relato incluido en el segundo tomo de la colección), una anguila adivina predice que Lata, el héroe de la historia, será devorado por un animal. Escoger a una anguila como fuente de cierta sabiduría ya denota una visión del mundo: la fauna marina, además de recurso, es objeto de respeto; si la narración fuera japonesa, el héroe podría construir una flota ballenera por instrucción de un cerezo. La comparación es burda, pero permite observar que el lenguaje, a través de las historias, materializa una forma de entender el entorno. La destrucción de lenguas es, entonces, la homogeneización de los puntos de vista: ese no es un bosque sagrado, es una pila de madera lista para ser cortada.
“Han transcurrido 10 mil años desde que la humanidad empezó a utilizar la agricultura. Desde la Revolución Industrial apenas han pasado poco más de 300 años. No creo que con el conocimiento que hemos acumulado hasta ahora podamos encontrar las respuestas a los desafíos que nos trae este milenio”, asegura Davis. En esta línea, preservar las historias de la tradición oral equivale a aumentar esa gran base de conocimiento que habla de qué es ser humano y cómo no perecer en el intento.