La ilustración infantil siempre ha caminado junto a los estilos predominantes en la pintura. Claro, sus objetivos son diferentes, pero mantienen una relación constante. También la fotografía, el cine y la tira cómica –campos relativamente nuevos en la plástica– influyen en ella. Creo que de todas estas influencias, la de la caricatura, tira cómica o cartón, es la que puede resultar más peligrosa.
Me explico: la caricatura, por ser un lenguaje breve, sintético y de la más amplia comunicación, encuentra soluciones gráficas para que el gran público reciba un mensaje claro, conciso, sin ambigüedades. La caricatura se lee de un golpe y no deja dudas en su intención. Esas características son valiosas para el ilustrador, pero si solamente hace uso de ellas, pierde la posibilidad de enriquecer su lenguaje, ya que en una narración gráfica para niños el mensaje puede ser más abierto, ofrecer más niveles de lectura.
Desde luego, no estoy pensando en el extremo –que sería la ilustración concebida como un poema, donde cada espectador hace su lectura ante un texto totalmente abierto–, pero una feliz dosis de esos dos extremos resulta recomendable.
La ilustración infantil debe tratar de incorporar soluciones gráficas distintas, nuevas, propias del medio o del momento que vive la comunidad que rodea al ilustrador… y claro, al lector.
Carlos Pellicer López
(México D.F., 1948). Autor e ilustrador de libros para niños como Juan y sus zapatos, Julieta y su caja de colores, El tigre de Naim y La historia de la abuela.
Texto tomado de Ilustración infantil en América Latina, encuesta realizada por Antonio Orlando Rodríguez y publicada en la revista En julio como en enero, de La Habana, en 1987. Este trabajo fue reproducido en la revista Hojas de lectura, de Bogotá, en abril de 1992.
Ilustración de Juan y sus zapatos (Fondo de Cultura Económica, México)