El libro que duerme

El libro que duerme. Ramadier & Bourgeau 

Publicado por primera vez en Parí­s, en 2015, este álbum del prolí­fico binomio creativo formado por el francés Cédrid Ramadier (Toulouse, 1968) y el belga Vincent Bourgeau (Bruselas, 1967) llega a nuestra lengua gracias al buen ojo que tiene la editorial española Lóguez para enriquecer su catálogo con obras que, por distintos motivos, se salen de lo trillado.

A través de sus dos únicos personajes, un ratón color rosa y un libro azul, El libro que duerme reproduce, de forma ingeniosa y cálida, un ritual nocturno que conocen a la perfección miles de padres: el de acompañar a sus hijos en la cama hasta que estos concilian el sueño. (Rito que, con frecuencia, exige una combinación de persuasión, firmeza y ternura para resultar exitoso). El rol del adulto pasa a ser desempeñado en la propuesta de Ramadier (texto) y Bourgeau (gráfica) por el roedor, mientras el niño tendrá su alter ego en el muy expresivo libro, cuyos ojos, de página en página, se van cerrando poco a poco, tras ser arropado, besado y abrazado. Este álbum para bebés ha sido concebido como una suerte de epí­logo a la lectura en voz alta de uno o dos cuentos en la cama y como un estupendo preámbulo para ingresar al mundo de los sueños ¦ Con sus páginas de cartoné y su mesurado uso del color, con su ritmo pausado y su cadena de preguntas y acciones, puede ser de gran ayuda para decira los más pequeños de la familia: -¡Hasta mañana! . Aunque, por supuesto, todos sabemos que no hay recetas infalibles cuando un chiquití­n se empeña en mantener a raya a Morfeo. Un libro encantador, para leer una y muchas noches, justo antes de apagar la luz.

Y termino recomendándoles también, con gran entusiasmo, otro libro de Ramadier y Bourgeau que forma parte, igualmente, del catálogo de Lóguez. Se trata de ¡Que viene el lobo!, una muy original y divertida propuesta que prueba que, cuando hay ingenio y espí­ritu creativo de por medio, la interactividad no tiene que ser patrimonio solo a las nuevas tecnologí­as.

Sergio Andricaí­n