El club de los caracoles escarlatas

El club de los caracoles escarlatas. Daisy Valls

La escritora cubana Daisy Valls no ha podido resistir la tentación de titular su último libro con la referencia a una de las muchas joyas de la naturaleza que encierra su isla. En este caso se trata de un caracol autóctono y exclusivo que, por la belleza y textura de sus brillantes colores, parece pintado a mano. El club de los caracoles escarlatas es el nombre del libro y polymita picta el del caracol isleño. Como el nombre me resultaba muy cientí­fico, curioso que es uno busqué otro diferente, más caribeño, más descriptivo, más en consonancia con la colorista personalidad cubana; pero no lo encontré. Ahora no estoy seguro, algún dí­a me lo aclarará la autora, si lo de caracol escarlata es nombre y apellido en el registro de las palabras del pueblo o si es un invento propio. En este caso habrá que agradecerle haber vestido la ciencia de las polymitas (casi suena a capí­tulo de X-File) con el ropaje poético del adjetivo escarlata.

El libro tiene todos los elementos de un cuento tradicional de esos que tanto le gustaban al erudito ruso Vladimir Propp, quien con sabidurí­a estudió los componentes esenciales de este tipo de narración. Cuenta las aventuras de unos adolescentes, dos muchachos y una muchacha, quienes se enfrentan a las artimañas de una bruja y sus secuaces que intentan acabar con la alegrí­a del pueblo donde aquellos viven. Para conseguir su objetivo y enfrentar la amenaza de las malvadas, crean el Club de los Caracoles Escarlatas, cuyos miembros son El Gran Atolondrado, Maruchi la Golondrina y El Tragapalabras, jefe in pectore de este divertido grupo y narrador de la historia. Aparece un amuleto protector del que toma el tí­tulo la historia y, como manda la tradición, les acompaña el personaje -auxiliar  que colabora para que los buenos consigan su objetivo: es la bruja buena Golsuinda con sus dos ayudantes Mireya la Zarigüeya y Pollo Sin Cabeza. En el lado oscuro están Teodobalda Petulancia, una mujer alta y elegante en su faceta humana, pero que en realidad es la Bruja Peor auxiliada por otras brujas menores, y no olvidemos las escobas y el gato negro Hércules Palurdo. Pues bien después de una serie de vicisitudes y peligros el club derrota a las brujas y el orden reina de nuevo.

No obstante, a mí­ me parece que el libro es algo más que las travesuras y trabajos de unos muchachos para reordenar un mundo desordenado por la intervención del mal. Es el homenaje que la autora hace a su propia infancia en una tierra que gracias a su tratamiento del lenguaje y la narración deja de ser un espacio concreto y con fronteras para convertirse en un paisaje sin nombre dibujado con trazos de un cuadro naif de intencionada ingenuidad. Me atreverí­a a decir que es un libro de recuerdos infantiles, pero en un formato muy diferente a las memorias convencionales. Una historia contada para niños, pero también dirigida a la niña que la propia autora lleva dentro, aquella que se quedó lejos en el tiempo y más terrible aun, en el caso del cubano exiliado, en el espacio. La narración está estructurada en dos partes. Una primera en la que se arma el escenario, se presentan los personajes y se prepara el conflicto, y una segunda en la que el club, con la ayuda de sus aliados, inicia el ataque que les llevará a la victoria. La primera parte esta trufada de referencias a juegos infantiles que me gustarí­a imaginar formaron parte directa o indirecta de la infancia de la autora. La chivichana, la olla de bolas, la guerra de los papalotes son juegos infantiles tradicionales entre los niños cubanos, en los que la autora se deleita al nombrarlos. Los protagonistas beben guarapo, champola de guanábana, pulpa de tamarindo. O se entretienen en la noche recogiendo luciérnagas o cocuyos, o cazando las lagartijas que descansan asoleándose sobre las piedras durante el dí­a.

Pero las lecturas del libro no se acaban aquí­. Daisy Valls pertenece a ese grupo de más de un millón de personas que forman el llamado exilio cubano. Gente obligada a abandonar su tierra por el capricho de un tirano. En el libro me ha llamado la atención que la Grandí­sima Bruja sea gallega y que en el puerto de Vigo embarque rumbo a América como tantos miles de gallegos. También que los caracoles -salvadores  sean las cubaní­simas polymitas. La hija de esta malvada es la Bruja Peor que aterroriza al pueblo con sus artimañas y encantamientos. Me pregunto si en la figura de la Bruja Peor la autora no estará representando de forma vicaria e inconsciente la derrota de la tiraní­a que hace décadas asola la isla. Esa misma bruja que en los tí­teres se lleva los palos al final de la representación. Esta es una hipótesis quizás un poco arriesgada, pero que tiene cierto sentido en el contexto histórico y en esa adscripción geográfica tan precisa en la que la autora sitúa la genealogí­a de las brujas. Algo que por otra parte llama la atención, porque en la narración se evitan los nombres propios para dejar la historia en el mundo indefinido de la fantasí­a. Excepto en el caso, repito, de las brujas gallegas. Para mí­, esto es un guiño humorí­stico de la autora que nos permite a los adultos arreglar en el mundo de la fantasí­a, con la muerte de la bruja, el desorden que al mundo real trae la tiraní­a.

Para terminar, un último ejemplo de otras claves en el libro. Al escritor le gusta hablar sobre el hecho de la creación literaria y el poder de la palabra. Valls crea el personaje del Tragapalabras que traga sí­labas para convertirse él mismo en un pergamino de letras y sintagmas. Y aunque en el texto la función de este pasaje es comunicar a la mayor cantidad de personas posibles un problema grave que afecta a todos, ¿acaso no podrí­a ser interpretado también como le sucede al escritor, que sacia su hambre de palabras para luego devolverlas a la página? O cuando la bruja Golsuinda nombra las cosas para crearlas, ¿no es algo parecido al demiurgo-poeta como principio activo de mutación en que una palabra se convierte en el objeto o la acción que representa?

Como vemos, El club de los caracoles escarlatas, de Daisy Valls, contiene una historia sencilla en su génesis y desarrollo, pero como todo lo sencillo encierra complejidades que transcienden la mera aventura infantil.

José Mauro Courel