Marí­a la Monarca

Marí­a la Monarca. Homero Aridjis

Marí­a la Monarca nos sorprende y para bien. Conocemos a don Homero Aridjis desde tiempo atrás. Valoramos su poesí­a, su labor como representante de nuestro paí­s en el extranjero, y, sobre todo, su lucha “más allá de politiquerí­as “ por el cuidado del medio ambiente. Y nos sorprende, como ya se indicó, su Marí­a la Monarca, que imaginamos para niños. Su portada, fruto del talento de Juan Palomino, nos recuerda a la crayola propia de los chiquitos en su camino por conquistar el mundo a través de la palabra colorida ¦

Conaculta y el Grupo Macmillan, bajo el ojo atento de Mariana Mendí­a, logran el milagro de transformar la materia en un libro de pasta dura, para que dure y dure y una generación tras otra de lectores, reciban la bendición de un libro. Esto nos recuerda a las muchas maneras de hacer libros: con pergamino, como los textos bí­blicos; con trapos, como los textos de la China ancestral, con papiro, como los documentos del antiguo Egipto; con papel amate, como los códices que nos llegaron de tiempo inmemorial.

El milagro de la escritura y de la creación de un libro, en el texto de Homero Aridjis, van tomados de la mano de un deseo de contar. De contar y, a la vez, de recrear un mundo compuesto por contrastes. En dicho texto, el Bien y el Mal se enfrentan en una lucha necesaria e impostergable. Marí­a la monarca representa la belleza efí­mera, pero belleza, que nos alimenta como humanos. Marí­a la monarca es una heroí­na que está en peligro de acabar sus dí­as de manera prematura y gracias a la ambición, a la codicia. O, a la falta de respeto por un hábitat coronado por seres etéreos y deslumbrantes como la monarca ¦ Su vuelo ancestral, nos habla de resistencia, de amor a la vida. ¿Quién más que una monarca, para hablar de tránsito interior, de tránsito por la vida? En esta historia de héroes y villanos, se trata de concientizar al niño de la fugacidad no sólo de una monarca, sino de la fugacidad de la vida. El eterno mundo de Dios, padece la indiferencia de los habitantes de una zona privilegiada. México y Canadá son las estaciones donde para la monarca; mirí­adas de monarcas nos bendicen con su presencia, siempre y cuando ¦

El poeta Aridjis, es claro, claridad que no opaca a la palabra creadora, a la metáfora que ilumina. El comunicador Aridjis es claro: peligra la monarca, y niños como Marí­a, bien aleccionados por sus padres, podrán hacer el milagro de la pervivencia, de la eternidad.

El hombre, ser mortal, debe garantizar la eternidad del hábitat que habrá de heredar a sus sucesores- pareciera decirnos el hombre Aridjis. Pareciera poner el dedo en un renglón sin vuelta de hoja: el ciclo de la vida depende del hombre. Nosotros, descendientes de Adán, quien dio nombre a las cosas del mundo, somos responsables de reforestar cuando se tala ¦ Nosotros somos responsables de no parar la muerte, lo que significa, propiciar la muerte. Para muestra, basta un fragmento por demás iluminador:

Alonsa y el Tongo, por su lado, empezaron a desesperarse y urdieron una trampa: con ayuda del Kokakolo atraparon muchas mariposas monarcas y las metieron en bolsas de plástico. Luego pidieron a Tomás y a Juan que sacaran su vieja camioneta destartalada, la misma que habí­an escondió detrás de los matorrales. Juntos se dirigieron al Llano de la Mula con las bolsas llenas de mariposas y las acomodaron en un claro. Alonsa les dijo que, si las leyendas eran ciertas, la Quetzalpapálotl tendrí­a que aparecerse, para salvar a sus hijas queridas. Resultó que la villana estaba en lo cierto y no tuvieron que esperar mucho: la Quetzalpapálotl surgió de pronto del cielo y se aproximó llena de tristeza por ver a las mariposas cautivas.

El libro que nos compete, está dedicado a Betty, a Chloe y Eva Sofí­a: la esposa y compañera de Homero, y a sus hijas. En cuanto a Betty “coordinadora Internacional del Grupo de los Cien “ es coautora de Noticias de la Tierra. Y autora, cabe mencionarlo, de La monarca: una viajera incansable, complemento indispensable de Marí­a la monarca. Ella se encarga de respaldar de manera cientí­fica a la monarca, a la Quetzalpapálotl, producto de ficción. Gracias a Betty Ferber nos enteramos de su nombre cientí­fico Danaus plexippus, y, sobre todo, de la importancia de su colorido, gracias a la cual -avisa a los depredadores de que su cuerpo contiene sustancias venenosas . También, nos enteramos de cómo nace la monarca, de su hábitat, de su migración, de su vida en nuestro paí­s, y de lo más maravilloso: de la Reserva de la Biosfera Mariposa Monarca, -una de los cuatro sitios de gran riqueza natural de México incluidos en la Lista del Patrimonio Mundial de la Unesco, lo cual se logró en 2008 cuando Homero Aridjis, era embajador de dicha organización .

Marí­a la monarca no es un libro para ocupar un sitio en nuestras bibliotecas. Es un libro para pensar, para tomar cartas en un asunto delicado, cruacial. Llega a nuestras bibliotecas, para que los hijos y los nietos lean y consulten ¦ Para que la cadena de monarcas no se interrumpa...

Becky Rubinstein