Si no despierto

Si no despierto. Lauren Oliver

Sam es una chica popular, con la connotación que esa caracterí­stica tiene en un instituto norteamericano, según se han encargado de mostrarnos teleseries como Monster High o Violetta. Forma parte de ese grupo de elegidas a las que todo se les permite, frí­volas y crueles, capaces de destrozar la reputación de cualquiera que se atreva a llevar su misma funda de móvil. Confieso que este inicio me echó para atrás. Pero la insistencia de mi amiga Carlota me hizo dar una segunda oportunidad a esta historia.

Otra cosa que me hizo recelar fue el paralelismo nada disimulado con el planteamiento de El dí­a de la Marmota (Groundhog Day, en España Atrapado en el tiempo), la pelí­cula de Harold Ramis que se convirtió en icono del déjí  vu.

No obstante, el hecho de ser una historia de High School hace que Si no despierto, de Lauren Oliver, resulte muy atractiva para el público adolescente. Encontraremos romances, celos entre amigos, fiestas, rencillas, bravuconadas, enamorados pacientes y amantes inexpertos... Eso si, si alguien se acerca a este libro solo con la pretensión de leer una historia romántica y frí­vola disfrutara de las primeras sesenta páginas y se arrepentirá de leer el resto. Pero puedo asegurar a ese lector hipotético que si le da una oportunidad, no saldrá defraudado.

Esta es una historia de crecimiento personal, de maduración, donde no hay buenos ni malos. Todos los personajes tienen deseos, miedos, pasiones, fallos, cualidades, cometen errores... múltiples capas que les hacen humanos. Y Sam descubre que en esos detalles está lo que les hace a todos, sin excepción, ser dignos de amor y compasión.

Pero para llegar a esta conclusión, Sam tendrá que morir siete veces. Y durante esas siete muertes y sus resurrecciones nosotros aprenderemos cómo valorar el tiempo que tenemos, apreciaremos lo efí­mero que es todo aquello a lo que nos aferramos, podremos buscar cuál es el recuerdo que queremos que tengan de nosotros cuando no estemos... Temas estos que cuando uno tiene diecisiete años suele dejar para un mañana que nunca llega. Sam incluso se permite afirmar que ya tomará las cosas en serio -cuando esté muerta . Quizá esta afirmación la escucharon los hacedores de la vida y decidieron concederle ese deseo.

Con un final que no por lógico nos deja indiferentes, y unos personajes necesariamente exagerados en sus comportamientos, la autora se aprovecha de que tiene siete oportunidades de repetir la misma historia para ir mostrándonos cada vez una de las múltiples capas que estos, como cualquiera de nosotros, tiene. Y el lector vive cada volver a empezar con el placer de quien come un pastel relleno de chocolate a pequeños mordiscos, sabiendo que el siguiente bocado, aunque recuerde al anterior, será mucho más sabroso.

Sam vive algo que muchos solo conocemos en teorí­a: cuando la vida te trae una desgracia, esta suele venir de la mano de una segunda oportunidad, una llamada de atención que nos permite revisar algo que no está bien. Otra cosa es que la sepamos apreciar. Eso sí­, segunda oportunidad no es sinónimo de olvidar y empezar de nuevo. Las decisiones tienen consecuencias y no todas se pueden borrar.

Como ella misma dice, no tenemos posibilidad de saber si estaremos en el grupo de los que tienen diez, cien o cien mil dí­as por delante; o bien entre aquellos a los que solo les queda un hoy. Y el gran acierto de esta historia es que saber que algún dí­a será nuestro -último hoy , en lugar de deprimirla, hace que Sam se decida a vivir con intensidad y plenitud. Sam deja de asustarse a medida que se desprende de cosas superfluas. La muerte tiene un sentido. Pero, ojo, no por ello deja de ser dolorosa y triste. Es la Gran Despedida.

Lejos de criticar y desterrar el carpe diem juvenil, dota a esta máxima de un significado trascendente y vitalista, nada trivial ni frí­volo porque -tal vez las cosas no sean tan complicadas como parece. La mayor parte del tiempo no tienes ni idea de cómo se unen los hilos, pero no pasa nada. Haces algo bueno, ocurre algo malo; haces algo malo, ocurre algo bueno. Te quedas de brazos cruzados y todo estalla.

Y en ocasiones, por un milagro del azar y la coincidencia, tienes la oportunidad de hacer justamente lo que hay que hacer .

Javier Fonseca Garcí­a-Donas