Lero, lero, candelero

Lero, lero, candelero. Sergio Andricaí­n

Los libros que se proponen acercar a los niños a ese tesoro invalorable que es la poesí­a de tradición oral hispanoamericana son siempre bienvenidos, pero mucho más si están tan bien concebidos, ilustrados y editados como Lero, lero, candelero

La selección, realizada por el autor e investigador cubano Sergio Andricaí­n, está estructurada en cuatro bloques o capí­tulos. En el primero, titulado "Al dindón de la dina", se incluyen rimas de juegos y retahí­las. A continuación aparece "Al salir de la montaña", un delicioso puñado de coplas llenas de musicalidad y humorismo, en el que hallamos desde situaciones disparatadas (una ternera y un pollo bailando tango o una vaca que, en lugar de leche, da café) hasta versos que se aproximan, con ingenuidad y transparencia, a los sentimientos amorosos. Los trabalenguas se reúnen en "Cajita de tuturumbá" y, para finalizar, la sección "¿Qué será? ¿Qué es?" invita a aguzar el ingenio y jugar con las adivinanzas.

En esta suerte de paseo por el folclor de España y Latinoamérica, Andricaí­n da cabida a textos "clásicos" (es decir, muy conocidos, que han sido transmitidos de generación en generación), pero nos sorprende al sacar, como del sombrero de un mago, mucho material folclórico poco difundido en anteriores obras de este tipo. Hay que celebrar, además, la organicidad y la fluidez con que se ordenan los textos, buscando una delicada ilación bien a través de los temas, los personajes o el tipo de estrofas poéticas.

La atractiva propuesta gráfica de la ilustradora catalana Núria Feijoó tiene en el colorido, el movimiento y la gracia que imprime a los personajes (sean estos humanos, animales o vegetales) sus mejores cartas de triunfo.

Lero, lero, candelero es una invitación a disfrutar de la música y el ritmo de versos que han perdurado durante generaciones sin perder su lozaní­a. No hay que ser pitonisa para vaticinar que este tí­tulo de la editorial española Everest tendrá una cálida acogida en hogares, escuelas y bibliotecas a ambos lados del Atlántico.

Elena Suárez