'Ito', de Luis Cabrera. La Habana: Editora Abril, 1996.
  • 'Ito', de Luis Cabrera. La Habana: Editora Abril, 1996.

Ito: el "raro" en la literatura infantil cubana

Antonio Orlando Rodrí­guez

Los libros de temática gay o lesbiana destinados a jóvenes lectores han dejado de ser una rareza en la actualidad. Los paí­ses nórdicos fueron pioneros “como en tantas otras cosas relacionadas con el sexo “ en dar a conocer historias en las que los protagonistas adolescentes descubren o asumen su condición de homosexuales, y han continuado abordando esa temática con ángulos y premisas novedosos. Un tí­tulo paradigmático dentro esa producción es Jim en el espejo, excelente bildungsroman de la autora sueca Inger Edelfeldt, dirigida a los adolescentes. También la literatura juvenil anglosajona “con especial atención la estadounidense “ se ha ocupado, con distintos grados de profundidad, de la temática de las -minorí­as sexuales . Si Audabe (1957), del británico Kenneth Martin, resultó polémica en el momento de su aparición por la sinceridad con que reflejaba la compleja relación homoerótica de dos adolescentes, un cuarto de siglo más tarde la lí­rica y reflexiva Annie on My Mind (1982), de Nancy Garden, en que se narra cómo dos chicas de 17 años se conocen en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York y se enamoran una de la otra, no tuvo problemas para ser elegida por la American Library Association de Estados Unidos como una de las mejores novelas para jóvenes editadas en el perí­odo 1970-1982. 

Pero la homosexualidad no ha estado circunscrita al terreno de la narrativa juvenil, sino que también ha sido abordada, de distintas maneras, en los álbumes ilustrados dirigidos a los lectores más pequeños. Un precursor de esta vertiente fue Oliver Button Is a Sissy (1979), del renombrado autor e ilustrador gay estadounidense Tommy dePaola, en que el héroe es un niño que prefiere danzar y pintar a los juegos rudos que sus condiscí­pulos practican. Y más recientemente, el desenfadado y explí­cito Rey y Rey (2000), de las holandesas Linda de Haan y Stern Nijland, ha recibido montañas de elogios por la forma en que actualiza un viejo motivo de los cuentos maravillosos: un prí­ncipe heredero deambula de reino en reino buscando una princesa para casarse y desdeñando a cuantas encuentra, hasta que al final elige a otro apuesto prí­ncipe como esposo. (Existe una secuela que aborda la problemática de la adopción de niños por parejas gays: Rey y Rey y familia).

Lamentablemente, en el ámbito hispano de América Latina el homosexualismo aún continúa siendo un tópico por lo general incómodo y difí­cil de abordar, tanto en hogares como en escuelas y, por lo tanto, una suerte de tabú que ni los escritores ni los editores de libros para niños y jóvenes parecen demasiado interesados en transgredir. Son contadas las excepciones en que, dentro de un relato, aparece un personaje con esa filiación sexual. No es mucho lo que se ha avanzado desde que la argentina Alma Maritano incluyera a un tí­o gay entre los personajes de su novela juvenil En el Sur (1988). De ahí­ la importancia que reviste, en este contexto, Ito, una singular narración publicada en Cuba, en 1996, por el autor Luis Cabrera Delgado (Jarahueca, 1945).

Imbricando armoniosamente el relato introspectivo, el realismo sociológico, fantasí­a, onirismo y una que otra pincelada kischt, Cabrera aborda de forma concisa, pero con hondura, las circunstancias “el despiadado infierno cotidiano “ que vive un niño al que, por su sensibilidad, sus gustos y su comportamiento peculiares, quienes le rodean etiquetan como distinto y, en la mayorí­a de los casos, hacen ví­ctima de un tratamiento discriminatorio como resultado de sus prejuicios.

El -delicado y fino  Ito, quien estudia en un internado que lleva el paradójico nombre de La Infancia Feliz, sobrevive en una tierra de nadie, en un entorno hostil donde los varones lo mandan a jugar con las hembras, pero las niñas lo ahuyentan argumentando que él es varón. ( -Juanito, Juanita. Ito, mariquita , le cantan algunos, para burlarse, con esa crueldad tan propia de los más chicos.) Por suerte Ito tiene una caja de fotos de sus cantantes preferidas y puede entretenerse -recortándoles vestidos en papel de regalo o de brillo . Los fines de semana, cuando regresa a la casa de su abuela, puede peinarla y hacerle moños y bucles. Y siempre le queda el consuelo de mirar las nubes y buscarle parecido con cosas. Si bien después de oí­rlo comparar una nube con -una muñeca china con un traje de seda y un abanico en la mano  a pocos lectores les cabrá la menor duda de que este niño “como se dice en Cuba “ -lleva en su alma la bayamesa , lo cierto es que todaví­a la sexualidad no ocupa un espacio significativo entre las preocupaciones del protagonista. Ito es obligado a purgar un -pecado  mucho antes de haberlo cometido. Esa orientación sexual germinal, en ciernes, que se adivina en su modo de hablar, de moverse y de ver el mundo, en su fascinación por las telas y los colores, es fustigada y reprimida sin piedad, incluso antes de aflorar explí­citamente y de realizarse, lo cual hace doblemente vejatorio e injusto el tratamiento que el niño recibe.

Lo curioso es que, aunque su amaneramiento induzca a suponer que cuando madure sexualmente se sentirá atraí­do por otros varones, Ito aún se mueve en una especie de limbo, en ese ambiguo perí­odo en que se no se posee, de forma consciente, una identidad sexual. Como para ratificar esa ausencia de malicia, en sus ensoñaciones el niño imagina -que ya está casado y que vive con su mujer y sus hijos en una casa muy bonita . Se ve transformado en un prolí­fico papá que, fiel a la esencia de Ito, pone a sus hijitas lazos de diferentes colores en la cabeza: -A Rosa, rojo; a Azucena, blanco; a Violeta, azul; a Margarita, amarillo; y a Jazmí­n, que será la más pequeñita de todas, verde .

Ito es ví­ctima de la intolerancia de unos niños que reproducen los esquemas dogmáticos que les inculcan sus adultos; de un padre que le niega el apellido y que, cuando lo tiene frente a él, le da la espalda porque no camina como se espera que lo haga un hombre; de Severo, el tí­o alcohólico que se avergüenza de él y lo agrede verbalmente, y, para completar el cuadro, de Miriam Malandringa, la directora de La Infancia Feliz, una -educadora  empeñada en transformarlo apelando a todo tipo de castigos y a la crueldad más sofisticada.

Más que un libro sobre el despertar sexual de un niño “que no lo es, en modo alguno “, Luis Cabrera Delgado ha escrito una obra sobre la marginación de que es ví­ctima un niño por ser distinto, potencialmente homosexual. Su relato pone de relieve una situación frecuente en los centros educativos, que todos conocemos ”unos, por haberla sufrido; otros, por haber sido ejecutores de la infamia o testigos indolentes de ella “, pero que se suele pasar por alto, como si estar obligados a padecer durante la infancia esa suerte de dolorosa y enajenante marginación fuera parte intrí­nseca del proceso de crecimiento de los gays y las lesbianas, una forma de expiar su culpa.

Ito es también, y sobre todo, una reflexión sobre los castrantes mecanismos de autocensura y autoagresión que el comportamiento de un entorno hostil desencadena. En las páginas finales de esta breve e intensa narración, cuando Ito, ya cerca de la pubertad, termina sus estudios primarios en el internado, el personaje se hace el firme propósito de cambiar. Cuando comience en la secundaria, donde nadie lo conoce, se convertirá en otro, renunciará a su naturaleza. Se peinará hacia atrás, como un hombrecito; aprenderá a sentarse con las piernas abiertas; renunciará a -pensar en las musarañas . Aprenderá a mentir, a comportarse de acuerdo con lo que se espera de él, a nadar en las peligrosas aguas de la doble moral. El final, sarcástico y desesperanzador, echa por tierra las esperanzas del niño de iniciar una nueva vida en que pueda ser aceptado como parte de los otros, aun a costa de una calculada autocastración. Zoilo Malachicha, el director de su nueva escuela, ha sido advertido por la malévola y caricaturesca Miriam Malandringa de la condición de diferente, de apestado, de -Ito , y el lector intuye que una nueva etapa de encono, de represión y marginación se inicia para él.

En manos de un autor de menor talento, estos personajes y conflictos hubieran podido quedar plasmados en un relato melodramático y lacrimógeno o en un panfleto a favor de la tolerancia y el respeto a las diferencias, bien intencionado, pero de escaso vuelo artí­stico. Por fortuna, el resultado fue un texto sobrio, de inteligente construcción y gran poder comunicativo. Probablemente el autor echó mano a su experiencia como psicólogo infantil “profesión que ejerció durante mucho tiempo “ para recrear de modo verosí­mil el mundo interior y las circunstancias en que vive su protagonista. Esta inquietante narración, escrita sin ánimo didáctico, pero con una perceptible solidaridad y simpatí­a por los -humillados y ofendidos , se suma a tí­tulos tan significativos como Tí­a Julita (1988), Carlos el titiritero (1993) y ¿Dónde está la Princesa? (2000), que han hecho de Luis Cabrera Delgado uno de los más talentosos y originales creadores de la literatura infantil de Cuba.