Alice Vieira y su literatura sin edades


Por Antonio Orlando Rodríguez, tomado de El Nuevo Herald, Miami

Nadie pone en duda que, desde antes de ganar el Nobel, José Saramago era ya el escritor portugués contemporáneo más conocido en Hispanoamérica. António Lobo Antunes, ganador del Premio de Literatura en Lenguas Romances de la última Feria Internacional del Libro de Guadalajara, le sigue los pasos. El tercer vórtice en esta suerte de “triángulo de oro” es una mujer que se dio a conocer hace 30 años en el mundo de los libros para libros y niños y jóvenes: Alice Vieira. Varias novelas traducidas a nuestra lengua –entre ellas la inolvidable Los ojos de Ana Marta– la han convertido en una autora de culto para muchos lectores, chicos y grandes, de España y América Latina.
El primer contacto de Vieira con la escritura para niños surgió de forma inesperada. “Un día, mi hija Catarina, que por entonces tenía nueve años de edad, me dijo: ‘No tengo nada para leer, ¿qué hago?’”, relata. “Entonces les propuse a ella y a mi hijo Andrés que escribiéramos un libro entre los tres. Lo hicimos en veinte días. Estábamos de vacaciones y nos divertimos mucho”. La experiencia la animó a escribir su primera novela, titulada Rosa, mi hermana Rosa, y presentarla a un concurso convocado por la editorial Caminho, donde resultó ganadora.

Ese fue el inicio de una larga bibliografía que incluye títulos como A vueltas con mi nombre, Cuaderno de otoño y Portal 12, 2º centro, y de numerosos reconocimientos nacionales e internacionales. En sus libros, la autora nacida en Lisboa, en 1943, aborda las complejas relaciones entre los niños y los adultos. Su interés al escribirlos nunca es transmitir mensajes morales a sus lectores, sino “ayudarlos a ser más fuertes y tener mayor capacidad de resistencia, a creer más en ellos mismos”. Al charlar con Vieira, resulta evidente que una de sus grandes inquietudes es el desconocimiento que existe entre las jóvenes generaciones sobre la historia reciente de Portugal. “Los niños no saben nada sobre la dictadura ni sobre el proceso de restauración de la democracia”, explica. “Ese blanqueamiento de la memoria histórica me preocupa mucho”. Por eso escribió Veinticinco a siete voces, novela en la que se rememora la llamada Revolución de los Claveles desde la perspectiva de siete personajes de diferentes edades.

Su libro más reciente, titulado La vida en las palabras de Inês Tavares, apareció el año pasado y Alice Vieira lo cataloga como “completamente de hoy”. En sus páginas, asegura, trató de reflejar la vida de los adolescentes de su país. “Utilicé su lenguaje actual, los muchachos de ahora tienen una manera de dialogar muy rara y me encanta llevarla a los libros. La capto bien porque, además de visitar mucho las escuelas, mis nietos llenan la casa de amigos y escucho como hablan. Es un libro, muy crítico, porque mis personajes observan su realidad y lo cuestionan todo. Entre otras cosas, a esas personas que no tienen ni cinco minutos para hablar con sus vecinos, pero que se pasan todo el día delante de la computadora, ‘salvando el mundo’ con sus clics. Un clic y salvan los animales de la Amazonía, otro clic y salvan a los niños de Gaza. Apretar una tecla y hacer clic es muy fácil, pero hacer algo concreto para que el mundo real sea mejor resulta más difícil…”

El pasado año, Alice Vieira dio una sorpresa al ganar el premio Maria Amália Vaz de Carvalho con Dois corpos tombando na água, su primer libro de poesía para adultos. “Nunca antes había escrito poesía”, comenta. “Fue algo tan raro, tan inesperado, que al terminarlo no se lo quise mostrar a mis amigos, sino que preferí enviarlo al concurso con un seudónimo”. Sin embargo, Vieira ha colaborado con un grupo de amigos en la creación de cuatro novelas “colectivas” para adultos. “Son un juego, una broma, pues cada uno escribe un capítulo y se lo entrega a otro para que prosiga la historia”.

La calidad de su prosa y la profundidad de sus historias han hecho que mucha gente se pregunte por qué Vieira no ha escrito aún una novela “en serio” para el público adulto. La respuesta, según ella, es simple: “Creo que esa novela no sería muy diferente de las que ya he publicado. Cuando escribo, nunca pienso en la edad del público ni en lo que pueden entender o no los jóvenes lectores. Soy muy egoísta: escribo para mí; mientras trabajo, solo existimos la historia y yo. Por eso, si un adulto quiere leerme, que lea cualquiera de mis libros”.

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