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"Velar el vuelo", de Andrés Acosta (Ciudad de México: Fundación SM, 2021).
Madurar desde lo juvenil
La escritura se apoya en que el sujeto que escribe no sabe por quién será leído, afirma Rolland Barthes refiriéndose a la manera de hacer literatura en la actualidad. Esto significa que publicar un libro provoca un margen de incertidumbre inevitable, pero fecundo, con posibilidades infinitas. Y yo agregaría que, si la publicación va dirigida a un sector joven, además conlleva un alto grado de responsabilidad: ¿qué tipo de libros ponemos en sus manos? Escribir para jóvenes provoca en mí la ignición de una poderosa mezcla creativa de incertidumbre y responsabilidad a partes iguales.
Nunca estoy seguro acerca de si escribo para jóvenes, ¿acaso es posible escribir para ellos o para alguien en particular? y, sin embargo, continúo haciéndolo con absoluta fe, y al hacerlo emprendo un permanente viaje inverso de maduración hacia lo que para mí representa el estado óptimo de la existencia: la juventud. Entonces, escribir se convierte en una búsqueda de la fuente de la eterna juventud, sin importar que al final pueda resultar una charca efímera, pero que al menos aspira a la intensidad y a la profundidad. De a poco surge el misterio de lo que quiero decir y que voy descifrando a lo largo y a lo ancho de los muros y de los callejones verbales. Siempre aparece un momento de gracia, una elevación desde el suelo, aunque sean unos cuantos centímetros y por instantes nada más; aunque ni siquiera sepa si existe la juventud o sea tan solo un término construido entre todos. Enmarañándome con hipótesis y demás elucubraciones sociológicas, me pierdo en perplejidades soporíferas, en cambio, saliendo de ellas, me adentro en el territorio de lo literario y las licencias, las libertades gramaticales, el juego de las metáforas que me aproximan, gracias al lenguaje con el que batallo día a día, a ese conjunto tan lejano de lectores a los que se dirigen la mayoría de mis libros editados. Digo editados porque una cosa es escribir al borde de un precipicio, sin poseer certezas, y otra es presentar al público un objeto curado ya por la figura de un editor, o sea, el escritor invisible que agrega, además de sus criterios, los paratextos: un título quizá más adecuado, una portada, una sinopsis y la minibiografía, entre otros detalles que predisponen a los lectores para recibir obras que les inspiren la confianza suficiente de que se enfrentan a un mensaje dirigido justo a ellos. Y es que hay colecciones de literatura juvenil que han revolucionado en años recientes este fenómeno editorial, a diferencia de cuando, paradójicamente, fui joven yo mismo y criticaba lo difícil que era encontrar libros que no repitieran los lugares comunes que subestimaban a los lectores.
Existe una cadena invisible que se establece entre escritor, editor y lector, y sucede que en un punto los extremos se tocan, y la cadena da la vuelta. Tarde o temprano, la vida acaba por volver las cosas de cabeza; subvierte las experiencias y nos impone retos: y ahora estoy del lado de quienes lanzan esos libros al mundo y es mi turno de sortear lo que tanto critiqué. Soy sólo un lector que escribe, y algo debo estar pagando, que en el presente me dedico profesionalmente a esto. Habitar del otro lado de la página, escondido entre los renglones dirigidos a un público juvenil significa arriesgarse con el delicado y a la vez explosivo equilibrio entre incertidumbre y responsabilidad. Así es como envío mis manuscritos para participar en un premio o directamente a un editor, con la conciencia de no saber nunca cuál será el resultado, pero a la vez de poner mi empeño cabal en la intención de entregar, antes que un escrito supeditado a las modas o a los temas que podrían servir de gancho para los lectores, una obra que aspire a lo literario, y si acaso tengo la suerte de que les guste a los lectores jóvenes, no podría pedir más.
Texto leído por el autor como parte del panel Retos de escribir para jóvenes, en el IX Seminario de Literatura Infantil y Lectura de la Fundación Cuatrogatos y Miami Book Fair, Miami, sábado 19 de noviembre de 2022.