Ilustración de Roberto Innocenti para 'Las aventuras de Pinocho', de Carlo Collodi.
  • Ilustración de Roberto Innocenti para 'Las aventuras de Pinocho', de Carlo Collodi.

¿Qué hay detrás de un clásico? A propósito de Pinocho

Francisco Leal Quevedo
Introducción

Hay un personaje literario, títere, niño, que se ha metido, desde 1881, en el imaginario de los lectores. Se trata de Pinocho, de Carlo Collodi. Ha llegado a ser considerado como un clásico en la literatura infantil y juvenil.  Se ha llegado incluso a calificarlo, quizás con cierta exageración, como una de las obras más influyentes de la literatura italiana, junto a esos dos libros inmortales: la Divina comedia, de Dante Alighieri, y Los novios, de Alessandro Manzoni. La afirmación puede parecer cierta si miramos su difusión: Las aventuras de Pinocho cuenta con traducciones a más de doscientos cincuenta idiomas y dialectos, incluyendo al sistema de lectura braille. La novela ha dado lugar a diversas adaptaciones a lo largo del tiempo, entre las que se incluyen grabaciones de audio, obras de teatro, películas, ballet y ópera. 

Mi Pinocho

Desde la lectura inicial está en ese pequeño grupo de mis libros preferidos. Lo tengo en varias ediciones, entre ellas la ilustrada por el artista italiano Roberto Innocenti. Hay pequeños objetos alusivos, esparcidos por toda mi casa, que me lo recuerdan, como títeres y adornos, uno de ellos es una de mis figuras tutelares mientras escribo. 

Me gusta la historia, pero parte del atractivo de este libro sobre mí radica en el momento personal en que lo conocí. Llegué a él de una manera inesperada, al comienzo de la adolescencia. Estudiaba el bachillerato en un internado, a la antigua usanza, con énfasis en las humanidades y en los autores clásicos. Allí aprender latín era fundamental. Los primeros años, los profesores convencionales nos metieron en De bello Gallico, de Julio César, luego en De amicitia, de Cicerón. Era una labor lenta, de mucho diccionario, que me hacía sentir un poco erudito. En esas vacaciones, había cumplido trece años, nuestro profesor, un cura amante de la gran literatura, que escribía regularmente artículos en un periódico, viajó a Roma y regresó con un libro en su pequeña maleta: Pinocho, recientemente traducido al latín.

El cura escritor decidió que ese sería nuestro texto durante el siguiente año académico. Solo existía un ejemplar: el suyo. Aún no se habían inventado la fotocopiadora ni el internet. Nos entregaba el texto, dos o tres páginas semanales, en hojas de esténcil. La clase cambió; para mí y para muchos se convirtió en nuestra favorita. Leer a Collodi fue una liberación de los llamados “clásicos”. Pinocho quedó anclado entre mis recuerdos positivos. Hace poco evoqué estos sucesos ante mis hijos. Muy pronto tuve, gracias a ellos y a los buenos oficios de Amazon, el libro de marras, en la edición original en latín. 

Historia de su creación

Pinocho no salió de la nada, tiene profundas raíces en el momento político que atravesaba Italia a finales del siglo XIX y nos muestra lo difícil que era crecer entonces siendo niño, italiano y pobre. 

Ferdinando Martini había fundado, en 1880, un periódico para niños: Il giornale per i bambini. Carlo Collodi quiso colaborar con la iniciativa y le envió unas cuantas cuartillas. Se trataba del primer capítulo de un relato que, en ese momento se llamaba Historia de un muñeco, acompañado de una carta en la que le decía: “Ahí te mando esa chiquillada; haz con ella lo que te parezca; pero, si la publicas, págamela bien, para que me entren las ganas de proseguirla”. 

Así fue como el 7 de julio de 1881 aparece el inicio del conocido texto en la tercera página. Muy pronto fueron muchas las cartas que los lectores enviaban pidiendo más aventuras de Pinocho. El relato fue publicado por entregas en el diario. Apareció en ocho entregas entre julio y octubre de 1881, y luego en once entregas más, desde febrero de 1882 hasta enero de 1883. Su estructura es la de una novela picaresca. 

Collodi no pensó entonces que estaba creando algo importante. Y el proyecto no era su prioridad a juzgar por sus demoras en escribir el texto. Los capítulos no llegaban y los editores se veían obligados a guardar una parte del material recibido por si acaso el siguiente capítulo se retrasaba. Esta situación provocó que el autor, quizás fatigado por el esfuerzo continuo de escribir bajo la presión del tiempo, decidiera eliminar su personaje. Originalmente, Pinocho moría ahorcado en el capítulo XV. Los lectores protestaron, amenazaban con no leer más Il giornale, por lo que Collodi tuvo que continuar su tarea hasta llegar al capítulo XXXVI, en que el muñeco de madera se convierte en un niño verdadero y la historia termina con un final feliz.

El escritor concluyó la historia en 1883. Ese mismo año, reúne las entregas en un libro que llamará Las aventuras de Pinocho, que se convierte en un éxito a escala mundial, pero Collodi no pudo disfrutar mucho su triunfo literario pues falleció en 1890, cuando aún no había cumplido los 64 años.

Su nombre verdadero era Carlo Lorenzini, nacido en Florencia en 1826; fue el primero de los diez hijos de unos criados que trabajaban en casa de un marqués. Como se destacaba en la escuela local, los empleadores de sus padres le pagaron su educación con la esperanza de que llegara a ser sacerdote, lo que no ocurrió. En lugar de eso, después de obtener su diploma, se puso a trabajar para un librero y finalmente se transformó en un periodista liberal, escéptico tanto de la justicia como de la educación y de la iglesia (en Pinocho la escuela es algo que todos los niños temen, la religión rara vez es mencionada y la ley es siempre estúpida y frecuentemente corrupta). Combatió en dos guerras de independencia. 

De él, apenas, queda un retrato y una que otra caricatura publicada en diarios de la época. En cambio, su creación literaria ha resistido bastante bien el paso del tiempo. No era un escritor para niños, sino un periodista. Pero tampoco era un amateur en este campo. Tradujo los cuentos de Charles Perrault y las obras de Madame d´Aulnoy y de Madame Leprince de Beaumont. Y adaptó Giannetto, de Luigi Alessandro Parravicini, una obra pedagógica (1837) y la convirtió en una obra humorística, de gran éxito entre los niños, a la que tituló Giannettino

¿Qué clase de niño es Pinocho?

Es díscolo y difícil, sin duda. Su comportamiento es un continuo dolor de cabeza para su creador. Sus picardías comienzan en la primera página del primer capítulo y solo terminan en los dos últimos capítulos (son treinta y seis en total), donde muestra un buen comportamiento de manera consistente.

En el libro, aunque Pinocho es un títere de madera, está vivo desde el comienzo. Aunque es solo un leño sin nombre en la tienda del Maestro Antonio, ya puede hablar y moverse, quejarse y molestar a los demás. Cuando el Maestro Antonio golpea el leño con su hacha, este grita: "¡Ay! ¡Eso duele!". El carpintero se asusta y ofrece el trozo de madera a su amigo Geppetto, que quiere hacer una marioneta. El leño continúa hablando, se burla de Geppetto y golpea al Maestro Antonio, provocando una pelea a puñetazos entre los viejos amigos. 

Geppetto es un carpintero italiano extremadamente pobre, que incluso pasa hambre y frío, pero con una generosidad sin límites. Cuando vuelve a casa con el leño regalado, inmediatamente empieza a tallar la marioneta. Pero tan pronto como termina la boca de Pinocho, este se ríe de él y le saca la lengua, y una vez que tiene brazos, le quita su peluca. Y tan pronto como el carpintero termina sus piernas y pies, Pinocho escapa.

Desde el inicio, Pinocho no solo es ingenuo, sino además impulsivo, grosero, egoísta y violento. Hace pataletas, se arroja al suelo y declara que no se moverá de ahí jamás. En lugar de ir a la escuela, vende el libro de texto que, con gran sacrificio, Geppetto le ha comprado y adquiere un billete para entrar al teatro de títeres. 

Por ser incapaz de controlar sus propios impulsos, Pinocho recibe un control externo, un grillo parlante, que será como su conciencia o su superego externo. El Grillo regaña a Pinocho por haber escapado y le advierte sobre los peligros de la holgazanería: si no va a la escuela, de grande será un perfecto asno. Pero Pinocho no escucha. Dice que el único oficio que le conviene en este mundo es el de "comer, beber, dormir, divertirse, y vivir como vagabundo de la mañana a la noche".  Cuando el Grillo le hace notar que "todos los que siguen ese camino están condenados a terminar en el asilo de pobres o en la cárcel", Pinocho se enfada y le arroja un mazo de madera a la cabeza, matándolo, aparentemente. Sin embargo, el Grillo volverá a aparecer más tarde en la historia, en los capítulos XV y XVI y en el final, el XXXVI.

Todos conocemos bien el resto de la historia. Muchos niños de todas las edades lo han leído y posiblemente muchos más han visto la película de Walt Disney (1940) que, aunque tiene grandes diferencias con el relato original, colaboró a su inmensa difusión. La película es muy diferente del libro, empezando por la edad del personaje. Casi que son dos obras distintas. 

¿Es Las aventuras de Pinocho un cuento de hadas?

El libro ha sido visto a veces como un cuento de hadas, en especial por la aparición reiterada y salvadora del Hada Madrina. Collodi, al comenzar el libro, parece negar la idea de que Pinocho sea un cuento de hadas romántico:

"Había una vez...
"¡Un rey!", dirán de inmediato mis pequeños lectores. No, niños, estáis equivocados. Había una vez un trozo de madera.
"No era una madera cara, simplemente era del tipo que recogemos del montón de leña en invierno para meterla en la estufa...".

No encaja completamente entre los cuentos de hadas. En muchos de estos relatos, el joven héroe o la heroína recibe ayuda de un personaje sobrenatural que toma diversas formas: un enano, un animal dotado de habla, una mujer sabia, una abuela o un hada. En Pinocho este papel lo desempeña el Hada Azul, cuyo rasgo distintivo más notorio es el color de su cabello. Este color es un atributo tradicional de los seres sobrenaturales. En Pinocho el Hada Azul aparece bajo diversas apariencias. Primero la vemos como una chiquilla de cara blanca que declara que está muerta, aunque pronto será capaz de salvar a Pinocho de una muerte segura llamando a tres doctores para que lo curen. Más tarde aparece como una joven operaria que lleva a Pinocho a casa, lo alimenta y declara que será como su mamá. Luego él cree verla como una cabrita de pelaje índigo; finalmente se le aparece en un sueño como una bella hada que lo transforma en un niño de verdad.

En todo caso, no sería un cuento de hadas clásico. En la mayoría de estos relatos con un protagonista masculino, el joven héroe abandona su familia original, vive múltiples y riesgosas aventuras y finalmente termina casándose con una bella princesa para iniciar una nueva familia. Pinocho es, más bien, lo que se llama una “historia de infancia”, como lo son Juan y los frijoles mágicos o Hansel y Gretel. En este tipo de cuentos, el héroe no empieza una familia nueva; antes bien, vuelve a casa y se reconcilia con un padre querido y cariñoso. 
¿Qué encierra este texto?

La historia ha sido muy estudiada desde diversas ópticas. Ante todo es un relato italiano de finales del siglo XIX. Collodi es un buen testigo de su tiempo. En 1877 se promulgó la ley de enseñanza obligatoria en Italia que ordenaba que todo niño en edad escolar acudiera a la escuela. Y si en la sociedad todos tenían que trabajar, es evidente en Pinocho que el trabajo de los niños consiste en estudiar. 

Pinocho es un personaje que vive intensamente la pobreza, recordemos aquí la extracción social de Collodi y las difíciles condiciones sociales reinantes en su tiempo. El relato recuerda a cada rato la tradicional creencia italiana de que la familia es de central importancia en la vida. Los buenos padres se han de sacrificar por sus hijos sin lamentarse, como lo hace Geppetto cuando no hay en casa nada que comer, excepto tres peras, y deja que Pinocho, desconsideradamente, se las coma todas. Los niños buenos también se sacrifican por sus padres, como lo hace Pinocho cuando él y su padre, como Jonás en la Biblia, escapan del estómago del Gran Tiburón y saca a Geppetto del mar cargándolo sobre sus espaldas.

El mundo literario de Collodi es fiel reflejo de sus ideas políticas, aunque este resulta un poco enrevesado: los habitualmente castigados son las víctimas, no los victimarios. Cuando Pinocho va al tribunal a quejarse de que le han robado, el juez, que es un gorila, lo envía a él, no a los ladrones, a la cárcel. Lo deja en libertad solo cuando él falsamente confiesa ser un delincuente.

Pinocho es una historia italiana en muchos aspectos. Está llena de paisajes y platos del norte de Italia, como el salmonete con salsa de tomate y callos con queso parmesano con que cenan el Zorro y el Gato a expensas de nuestro héroe. 

Algunos investigadores hablan de la influencia de la masonería en la obra: Collodi era masón, y se dice que por ello el cuento es una alegoría sobre la formación de las personas basada en el honor, la verdad, la virtud y el trabajo. 

Otros señalan que la historia parece fuertemente influenciada por la cultura alquímica, principalmente por el concepto del “homúnculo”, un ser inanimado al que los alquimistas creían poder dotar de vida, siendo así Geppetto, como hacedor de un niño a partir de materia inanimada, la metáfora de un alquimista. 

Hay quienes encuentran paralelos entre Pinocho y la leyenda cristiana. El héroe es el hijo adoptivo de un carpintero que muere y resucita al menos tres veces. En una de esas muertes, es colgado de un árbol. Algunos estudiosos han sugerido que el Hada Azul puede interpretarse como una versión de la Virgen, la que a menudo se representa con una manta de ese mismo color.

Finalmente, otros han visto en Pinocho el modelo de una clase obrera rebelde, cuyas acciones ponen en entredicho las reglas sociales, lo que estaría muy acorde con las ideas políticas de Collodi. El texto implicaría una denuncia social de las condiciones, realmente duras, de los niños en la Italia de finales del siglo XIX; por ello su historia no está anclada en el elevado mundo de la fantasía, sino en las duras realidades económicas de la vida de los trabajadores en la Italia de esa época.

¿Hay todo eso en un simple relato infantil? ¿Quizás se está sobreinterpretando el texto? Como la mayoría de las grandes obras de la literatura infantil, Pinocho se presta para muchas y variadas interpretaciones, y con toda seguridad seguirá siéndolo en el futuro. Ese es parte de su atractivo, permite muchas lecturas paralelas. Recordemos que un autor es siempre, muchas veces sin ser consciente de ello, testigo de su tiempo y relator de su momento histórico. 

El nombre de Pinocho

Es raro el nombre escogido para el muñeco: Pinocho. En la versión cinematográfica de Disney, Pepito Grillo utiliza el hipocorístico Pino para referirse a la marioneta, y da la impresión de que estuviera hecha de madera sacada de un pino, pero ello no es cierto, es fruto de un leño sin linaje. El árbol del pino no tiene nada que ver con el nombre.

En el relato, el pedazo de palo grita: “¡Bravo, Panocha!”, refiriéndose a que la peluca amarilla del titiritero parecía una panocha, que en italiano, significa “mazorca”. 

Collodi habla con humor del nombre escogido: “¿Qué nombre le pondré? –se preguntó–. Voy a llamarlo Pinocho. Sí, ese nombre le dará suerte. Conocí a toda una familia de Pinochos: Pinocho el padre, Pinocha la madre y Pinochos los hijos, y a todos les iba bien. El más rico pedía limosna”.

La crianza en Pinocho

Como pediatra que soy he releído el libro para observar la crianza de nuestro personaje. Pinocho es difícil, otro tanto será su crianza. Poco a poco va aprendiendo, y sacará finalmente a flote sus buenos sentimientos. Pero es un proceso largo. Es arisco y rebelde. Los primeros capítulos son una sarta de pilatunas. En ocasiones, más bien escasas, aflora el lado bueno, pero son destellos fugaces. En el capítulo IX, dice: “Hoy, en el colegio, aprenderé a leer enseguida; mañana aprenderé a escribir y pasado mañana aprenderé a contar. Luego, con mi habilidad, ganaré mucho dinero, y con el primer dinero que consiga, le haré a mi papá una bonita chaqueta de paño. Pero, ¿qué digo de paño? Quiero hacérsela de plata y de oro, y con los botones de brillantes”.

A lo largo de la novela, el grillo parlante, el Hada Azul y Geppetto tratan de aleccionar a Pinocho acerca de los valores sociales. Pero él no aprende con sermones, sino por medio de múltiples experiencias, algunas muy dolorosas, como la de ser ahorcado y resucitado de milagro, la de ser convertido en un burro y humillado, a punta de doce latigazos, o la de ser devorado por un inmenso tiburón. Por fin, en el capítulo XXIV descubre el valor del sacrificio y el esfuerzo. La marioneta encuentra tranquilidad cuando sirve a los demás. Este texto literario sugiere reiteradamente que solo con la práctica de valores podemos alcanzar el sentido de lo humano. 

Collodi le pone a su Pinocho como meta central alcanzar la humanidad mediante la educación y el trabajo. Nada se le dará gratuitamente: 

“[...] en los exámenes finales tuvo el honor de ser el mejor del colegio; y su comportamiento, en general, fue considerado tan loable y satisfactorio que el Hada, muy contenta, le dijo: 
–¡Mañana se hará por fin realidad tu deseo!
–¿Cuál?
–Mañana dejarás de ser una marioneta de madera y te convertirás en un niño de carne y hueso”.

Al final del relato, Pinocho logra, con el trabajo duro, sostener a su padre adoptivo y el Hada Azul transforma su miserable cuarto en una cómoda casa de campo y le da cuarenta monedas de oro.

Sin embargo, los buenos propósitos que a veces afloran no son consistentes. Pinocho pronto decide abandonar la escuela y acompañar a su amigo Romeo, a quien apodan “Palillo”, al País de los Juegos, donde no hay colegios, maestros o libros. Es un país donde no se estudia nunca. Los jueves no hay clase y las semanas están compuestas por seis jueves y un domingo. Las vacaciones de enero empiezan el primero de enero y terminan el 31 de diciembre. “Palillo” no duda en afirmar: “¡Así deberían ser todos los países civilizados!”. 

Pinocho sigue un lento aprendizaje de la autonomía, una de las metas de toda buena crianza. Inicialmente se trata de un muñeco que, por su naturaleza, estaría sujeto a no moverse por sí mismo y a esperar que un titiritero lo haga actuar a su antojo tirando de los hilos. El reto, para formar seres autónomos por medio de la educación, es lograr desprenderlos de la comodidad de los hilos y hacerlos que actúen por cuenta propia en el escenario donde discurren sus existencias.

Uno de los aspectos más difíciles de la crianza es aprender a posponer la satisfacción inmediata de los deseos. Pinocho es un hedonista. Busca el placer y la gratificación sensual con avidez. Por eso expresa sin reparo: “Y yo, para ser sincero, no tengo ninguna gana de estudiar; me divierto más corriendo tras las mariposas y trepando a los árboles para coger pajaritos de los nidos”. Lentamente, Pinocho aprende que el hedonismo debe ser modulado.

El muñeco es un sujeto de crianza como lo fuimos todos, que aprendimos principalmente por la experiencia. Él, como los niños, descubre poco a poco el autocontrol. Aprende a disfrutar de la vida y de las cosas sencillas. Conoce el valor de la familia. Y lo que es fundamental: aprende a resistir. La resiliencia, esa capacidad de resistir la adversidad, es indispensable para sobrevivir.

Pinocho evoluciona todo el tiempo. Él comienza su vida como un leño en estado natural, que es transformado en un muñeco de madera. Luego pasa a través de varias identidades animales (perro guardián y burro) y alcanza finalmente la condición humana.  

Metafóricamente, es la misma progresión que vemos en los niños a lo largo de su desarrollo: ellos necesitan ser introducidos en la cultura, se transforman de ignorantes en letrados, exploran el mundo, aprenden de los peligros, se integran a la vida social.

¿Por qué decidió Collodi que su héroe fuera un muñeco en lugar de simplemente un niño travieso? Quizás porque había más posibilidades para el relato. Los actores no son nunca los personajes que representan. Los muñecos, por otro lado, pueden, con plasticidad extrema, llegar a ser un personaje en realidad. 

¿Era necesario que Pinocho fuera tan travieso? Es una inteligente decisión narrativa. El personaje es más recordado por sus fechorías que por sus buenas acciones. Este recurso logra sus frutos: la delincuencia y la rebelión nos han mantenido atentos todo el tiempo. Con la perfección moral hubiéramos bostezado y perdido el interés tras unas pocas páginas. El objetivo de alcanzar la humanidad está en suspenso a lo largo de todo el relato. Al final, se ha logrado el propósito, Pinocho se convierte en un niño de verdad que es, además, un niño bueno. Pinocho es una valiosa alegoría que persigue enseñar a los niños lo que es importante en la vida.

“La literatura es viaje o lucha”, según Alberto Manguel. Nuestro Pinocho está lleno de ambos ingredientes, quizás allí radica su encanto. A primera vista, parece un relato pedagogizante, moralizador, una historia que intenta inculcar valores, como se dice ahora. Esta creación literaria no es una anécdota trivial, en verdad es una fábula seria y compleja sobre el arte y la vida. 


Referencias: 

Collodi, Carlo y Roberto Innocenti: Las aventuras de Pinocho. Pontevedra: Kalandraka, 2010.

Bettelheim, Bruno B: Psicoanálisis de los cuentos de hadas. Barcelona, España: Crítica, 1990.

Foucault, Michel: ¿Qué es un autor? Córdoba, Argentina: Ediciones Literales, 2010. 

González-Rivera, Juliana: La invención del viaje. La historia de los relatos que cuentan el mundo. Madrid: Alianza Editorial, 2019. 

Pagès Jordà, Vicenç. De Robinson Crusoe a Peter Pan. Un canon de literatura infantil. Barcelona: Ariel, 2009.

Soriano, Marc. La literatura para niños y jóvenes. Guía de exploración de sus grandes temas. Buenos Aires, Argentina: Ediciones Colihue, 1995.

Blake, Quentin y Julia Eccleshare. 1001 libros infantiles que hay que leer antes de crecer. Barcelona: Random House, 2010.