Image title

Hilda Perera: una autora para chicos y grandes

Sergio Andricaí­n

Cuando tení­a 12 años, Hilda Perera descubrió que iba a ser escritora. Sucedió de un modo inesperado. Por entonces viví­a en La Habana, en una casa "muy grande y muy bonita" y, por un capricho de su abuela, la familia tuvo que mudarse. "El dí­a que estaban sacando los muebles de la casa, me emocionó mucho ver aquella vida rota y me puse a escribir", recuerda Hilda. "En ese momento me di cuenta de que mi válvula de escape era la escritura. Así­ comencé".

Y sus inicios no pudieron ser más afortunados. A los 17 años, sorprendió al público y la crí­ticas cubanos al publicar un libro para niños titulado Cuentos de Apolo.

"Desde niña me conmoví­a mucho ver a los niños negros que vendí­an periódicos, a veces sin zapatos", explica Perera. "Producto de esa conmoción nació el personaje de Apolo, un niño negro y pobre. Una vez que me salió el personaje, se dedicó a vivir por su cuenta y yo solo tuve que salir atrás corriendo para escribir lo que él hací­a". Visto a la distancia, a su creadora ese primer libro le parece un acierto: "Es tan genuino, tan inocente, que sigue gustando. No ha muerto, está vivito". Y la mejor prueba es que desde su aparición, en La Habana de 1947, se ha seguido reeditando. 

A principios de los años 1960, Hilda Perera partió de Cuba, poco después de publicar su segunda colección de relatos infantiles, titulada Cuentos de Adli y Luas (1960). Ha sido en Miami donde ha escrito la mayor parte de su obra. Entre sus novelas para adultos sobresalen tres que han sido finalistas del premio Planeta en España: El sitio de nadie (1972), Felices Pascuas (1977) y Los Robledal (1987). Sus libros para niños también han merecido importantes reconocimientos. En 1975, recibió el premio de literatura infantil Lazarillo, en España, por Cuentos para chicos y grandes y, tres años más tarde, volvió a merecer dicho galardón por Podrí­a ser que una vez...

En obras más recientes para niños y jóvenes, como Kike (1984), Mai (1984) y La jaula del unicornio (1991), Hilda ha abordado temáticas como el exilio polí­tico y económico. A diferencia de otros autores, ella no soslaya los temas sociales cuando escribe para ese público. "¡Al contrario, los meto de lleno!", asegura. "La literatura me parece un magní­fico instrumento que tiene el escritor para llegar a los niños y sensibilizarlos con su realidad. No creo que los niños y jóvenes deban criarse en el limbo, pienso que se deben conmover con las lacras del mundo. Por eso en cada uno de los libros propongo un mensaje: no quiero que sean lúdicos solamente, sino que también aborden un problema especí­fico".

En Kike narró las peripecias de dos niños cubanos a quienes sus padres enviaron solos al exilio en los Estados Unidos, a principios de los años 1960, como parte de la operación Pedro Pan. "Un amigo que llegó así­ y se hizo hombre en Miami, me visitó un dí­a y se pasó como cuatro horas hablándome de sus experiencias. Eso me sirvió de base para escribir Kike".

En La jaula del unicornio, la inspiración vino de la hija de una joven centroamericana que trabaja como empleada doméstica en la casa de Perera."La ayudé para que pudiera traer a su hija a los Estados Unidos", recuerda. "Cuando la niña llegó, se apegó a mí­ y me decí­a abuela. Ella motivó ese libro".

La mayor satisfacción de Hilda como autora no son los elogios recibidos por sus creaciones. "Es cuando yo solita termino de escribir un párrafo y me digo: 'Está bien. Me gusta'". Actualmente trabaja en una novela para adultos, que se desarrolla en Cuba durante 1933. "Está a medio hacer, aún le falta trabajo", nos dice. Pero, en cambio, tiene seis o siete cuentos infantiles terminados. "Estoy esperando que 'maduren'. Ahí­ se quedarán hasta que un dí­a los lea y me diga: 'Ya están listos para ser publicados'". 

 Entrevista realizada en Miami, en enero de 2003.