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Elia Barceló: Vivir mil vidas diferentes

Sergio Andricaí­n y Antonio Orlando Rodrí­guez
Elia Barceló, una de las más prestigiosas figuras de la literatura contemporánea de España, estará presente en Miami en nuestra Fiesta de la Lectura 2019.

Nacida en Alicante, esta sobresaliente autora tiene una amplia bibliografía dirigida al público adulto y al juvenil. Para los primeros ha escrito títulos como El vuelo del hipogrifo (2002), El secreto del orfebre (2003), Disfraces terribles (2005), Corazón de tango (2007), Las largas sombras (2009), El color del silencio (2017) y El eco de la piel (2019). Para los jóvenes ha publicado El caso del artista cruel (1998), La mano de Fatma (2001), El caso del crimen en de la ópera (2003), El almacén de las palabras terribles (2003), La roca de Is (2006), Cordeluna (2007) y El efecto Frankestein (2019). También dio a conocer el ciclo narrativo Anima Mundi conformado por los siguientes títulos: Los hijos del clan rojo (2013), Hijos de Atlantis (2013) e Hijos de las estrellas (2015). Sus libros han sido traducidos a más de dieciocho idiomas. 

Elia Barceló recibió el Premio Ignotus 1991 de relato fantástico, otorgado por la Asociación Española de Fantasía y Ciencia ficción, y el Premio Edebé de narrativa juvenil en tres ocasiones. Por todas las historias suyas que se desarrollan en escenarios en fantásticos y futuristas se le considera parte de la “trinidad femenina de la ciencia ficción en Hispanoamérica” junto a la argentina Angélica Gorodischer y la cubana Daína Chaviano. 

Actualmente combina sus responsabilidades como profesora de Literatura hispánica, Estilística y Literatura creativa en la Universidad de Innsbruck, en Austria, con la creación de sus obras narrativas. 

Cuatrogatos entrevistó a Elia Barceló para conocer más sobre su trabajo creativo:

¿Cuándo y cómo descubriste que ibas a ser escritora?

Siempre me ha gustado contar historias, y la primera que escribí debió de ser sobre los once o doce años, pero no me planteé la posibilidad de ser escritora profesional hasta muy tarde, ya sobre los treinta, a pesar de que por aquella época ya había escrito y publicado muchos relatos. Como escribir siempre ha sido para mí una fuente de alegría, no veía la necesidad de convertirlo en un trabajo. Creo que, al publicar mi tercer libro, cuando leí en un periódico “la escritora Elia Barceló” fue el primer momento en que pensé “vaya, pues sí, soy escritora”.

Tus primeros libros, y muchos de los que has escrito para los lectores juveniles, te situaron el terreno de la fantasía y la ciencia ficción, ¿qué te atrae de esos géneros?

La enorme libertad de la que una dispone para hacer toda clase de experimentos y piruetas mentales, y las posibilidades que ofrece para tratar temas que los géneros realistas no contemplan, temas absolutamente actuales, candentes, como la genética, la robótica, la degradación de nuestro entorno, el impacto del cambio climático, las sociedades distópicas, el caos del mundo que nos rodea… Los géneros que no copian la realidad “tal como es” te dan alas para pensar cómo podría ser el mundo, qué nos va a pasar como especie, si debemos seguir por ese camino, si no nos estamos equivocando. Es enormemente estimulante.

¿Cómo nace una novela de Elia Barceló?

Normalmente con dos ideas que no tienen nada que ver la una con la otra, pero producen una especie de chispa que suele ser una imagen que veo con toda claridad, aunque aún no sepa de qué se trata. Otras veces, en lugar de una imagen, surge un diálogo o una voz interior que oigo mientras hago las faenas de la casa o salgo a caminar. Sigo escuchando hasta que empiezo a saber quiénes son y cuál es su problema. Si me parecen interesantes la imagen o el diálogo, los uso como el cabo de un hilo del que tirar y empiezo a desarrollar posibilidades hasta que veo qué clase de historia va a ser y adónde me quiere llevar. Ahí es cuando me enamoro de la historia o no. Si me enamoro, no hago más que pensar en ella hasta que llega un momento en que me desborda y tengo que ponerme a escribirla. 

¿Cómo suele ser el proceso de escritura de tus obras narrativas?

Si estoy tranquila en casa (y no viajando para la promoción de la última novela), llevo una vida muy tranquila y disciplinada: me levanto, escribo, hago las cosillas que hay que hacer para la vida normal, vuelvo a sentarme y sigo escribiendo hasta la hora de cenar. Suelo escribir en el mismo orden en el que la lectora o lector va a leer. A veces tengo que esperar meses para escribir una escena que imaginé al principio de la novela porque es una escena del final, y no quiero escribirla antes, ya que el tono y el ritmo no serían los adecuados. Me gusta ese sistema y me ahorra el trabajo de montar la historia y luego tener que ajustar cientos de detalles, con el riesgo de que se me pase alguno. No tengo escaleta ni guion, todo está en mi cabeza, salvo las fechas –soy terrible para recordar fechas– y algún detalle que no quiero que se me pase. Lo que sí hago es apuntar diariamente lo que he hecho –qué escena, con qué personajes, qué pasa, cuántas páginas– y procuro anotar posibles cambios y detalles siempre en el mismo cuaderno, que uso hasta que termino el texto y que siempre viaja conmigo. 

¿Qué te ha llevado a publicar tantas novelas para los jóvenes lectores? ¿Cómo haces para conectar con ese público?

Siempre he sido una gran lectora, devoradora y omnívora. Mi madre me enseñó a leer a los cuatro años, para que no me aburriera, y desde entonces la literatura ha sido siempre el principal alimento de mi alma (junto con la pintura y el cine). En mi adolescencia, además de la biblioteca de mis padres y mi abuelo, y la municipal, que conocía como mi sala de estar, me dejaban comprar una novela juvenil a la semana. Era un momento maravilloso: entrar en la librería de Alicante, ir derecha a las estanterías que tenían aquellas novelas con sus cubiertas diferentes y llenas de color, con imágenes de chicas y chicos de mi edad, y elegir historias que sucedían en lugares lejanos y maravillosos: Roma, Burma, Java, Noruega, Londres, Nueva York, París…

Cuando, ya adulta, un amigo que acababa de estrenarse como autor de juvenil me preguntó por qué no lo intentaba, de repente pensé que podría ser una buena idea devolver a las generaciones jóvenes lo que aquellos autores y autoras me habían dado a mí en mi juventud. Entonces escribí El caso del artista cruel, la mandé al Premio Edebé y… ¡lo gané! De eso hace ya veinte años, lo he ganado tres veces y he escrito catorce o quince novelas para lectores jóvenes.
Para conectar, lo que hago es recordar cómo era yo a esa edad y sumarle a ello las experiencias que he tenido gracias a mis hijos y los impulsos que recibo de los adolescentes actuales cuando visito colegios, me hacen preguntas y hablo con ellos de temas que nos interesan a todos.

¿Cómo imaginas a tu lector ideal?

Como alguien que se parece a mí; alguien a quien le gusta el misterio, los secretos, lo extraordinario… alguien que quiere entender a los demás, que se hace preguntas constantemente sobre el gran misterio del mundo; alguien a quien le gusta dejar volar la imaginación, viajar a lugares lejanos y distintos… alguien que disfruta de dejarse sorprender por giros imprevistos en la narración, que no teme saltar entre el pasado, el presente y el futuro, cambiar de narrador, estar presente en escenas crueles o íntimas o extrañas, participar en los sueños y las pesadillas de otras personas; alguien que cree en el amor y en la bondad básica de los seres humanos, aunque a veces las cosas salgan mal y sea necesario volver a empezar de cero. Mi ideal es esa lectora o lector que, al sumergirse en el libro, se olvida de lo que le rodea para vivir mil vidas diferentes.