Viñeta. Libro de las horas del Duque de Berry.
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"Modesto galán", "Piernas de madera"

Alonso Núñez
Modesto galán

Por Alonso Núñez
(que es más modesto 
pero menos galán que el otro)


¡Póngase gafas oscuras!
¡No miren el sol de frente,
que el brillo de mis guapuras
deslumbra a toda la gente!

Acostumbrado al elogio,
me llamo a mí­ mismo -el Guapo ,
mas dicen los envidiosos:
-Mentira, parece un sapo .

¿Serán miopes? ¿O perversos?
¿Serán tontos?, me pregunto.
Entre veras y entre versos
aclaremos este punto.

Fuera acaso más feliz
de tener menos arrugas
y no ser esta nariz
un racimo de verrugas. 

Fuera acaso más galán
sin la caspa variopinta
o estos ojos que se van
en dos órbitas distintas.

Fuera acaso más hermoso
sin los dientes de vampiro,
sin la panza talla oso,
sin tener forma de güiro.

¡Y no sirve ser apuesto
cuando emito cierto olor!
(No se sabe por qué apesto
a cebolla y coliflor). 

Sin remilgos les diré
que me cubre un vello fino
y gracias a un tercer pie
tengo andares de pingüino.

Además, debo agregar:
con la cera de mi oí­do
se hacen velas de rezar
y también sobre pedido.

¡Qué cosas dicen de mí­
que no valen un centavo!
Que el pelo de puercoespí­n,
que la flacura de un clavo,

que si llevo ropas sucias,
que si es grande la cabeza...
¡Para qué anotar minucias
que no tocan mi belleza!

Olvidémonos de ello
y escuchemos a mamá:
¿De dónde heredé lo bello?
-Hijito, de tu papá .



PRODUCCIONES PATITO 
Y EL PARQUE DE LA ESQUINA
PRESENTAN A
EUCALIPTO ROBLES, 
ARDILLA ROER, 
ANIDA CALANDRIA,
Y LA HERMOSA BUGANVILIA DEL PRADO
EN

Piernas de madera

ACTRIZ INVITADA ¦ DE SOPETí“N:
EL HADA CíLIDA


Es de noche y hay estrellas,
pocas luces de ciudad,
y en el parque un arbolito 
llora y llora sin cesar. 
¡Cuántas lágrimas de ámbar 
derramadas lleva ya!

”Quiero ”dice suspirando ”
unas piernas, ay, ay, ay.

”¿Es que piensas, Eucalipto,
por el mundo echar a andar?
”le pregunta una Calandria 
cuyo nido encima está. 

***

”No, Calandria, sin las voces 
de los niños morirí­a;
a su lado, en este parque
he pasado bellos dí­as.

”Eres guapo y haces bien
”interviene doña Ardilla ”, 
que los árboles viajeros
se convierten en astillas.
A decir del viejo Búho
no es la tierra parejita: 
hay lugares pedregosos
con bajadas y subidas.

”Es un sabio que conoce
muchas cosas de la vida
pero déjenme contarles 
la razón de mis desdichas.

***

”Grandes, chicos o medianos, 
bien con dueño, bien sin él, 
llegan perros que me huelen 
y me mojan con desdén:
luego sube a mis narices 
un olor a Lucifer. 
¡Sólo quiero un par de piernas 
para darles puntapiés!

***

”Grandes, chicos o medianos, 
si los perros no los ven, 
vienen gatos maulladores, 
bigotudos, en tropel,
que me hieren con las uñas  
y los dientes a la vez. 
¡Sólo quiero un par de piernas 
para darles puntapiés!

***

”Vienen locos con navajas
cuando empieza a oscurecer; 
locos son, enamorados, 
por las señas que diré. 
Graban cosas en el tronco: 
Fulanita y no sé quién, 
Perengano y Zutanita, 
corazones por doquier... 
¡Cuántos locos, gatos, perros
me han traí­do a mal traer!
¡Sólo quiero un par de piernas 
para darles puntapiés!

***

Se aproxima de repente
una esfera luminosa. 
Y ¿quién viene en su interior? 
¡Una niña-mariposa! 
Es el hada de los parques
que ha mirado cómo llora:

”Para hacerte un par de piernas
es quizá mi magia poca
pero ¿ves la Buganvilia 
de elegantes flores rojas?

”Por supuesto ”dice el árbol ”
una planta muy hermosa.

”Ciertamente, y en secreto 
años hace que te adora.

”Y yo he hablado mal de Amor; 
¡qué noticia tan grandiosa!

”Pues verás crecer aquí­
sus espinas y sus hojas.
(Y sacando una varita
clin-clin-clin al árbol toca).

***

Desde entonces, bajo el árbol 
esa bella Buganvilia 
va creciendo alrededor 
colorada de alegrí­a. 
Perros, gatos y personas 
por temor a las espinas
han dejado de venir 
a efectuar sus fechorí­as. 
Y se pasa el arbolito
suspirando noche y dí­a
porque sueña con saber 
mil canciones y poesí­as.
¿Para qué quiere saber
esa música infinita?
Para darle serenatas
a su amada Buganvilia.

¿Es un loco enamorado?

Sí­, lector, quién lo dirí­a.

Alonso Núñez, 
sentado en un parque, 
2018.