El mensajero del rey

El mensajero del rey. Jutta Bauer

La escritora e ilustradora alemana de libros infantiles Jutta Bauer tiene un raro poder: el de entablar una comunicación inmediata con las personas que leen sus libros (y digo personas, porque las ya creciditas también disfrutan sus historias ilustradas). Para comprobarlo, solo hay que detenerse en obras suyas como Selma, El ángel del abuelo, Madrechillona o Una pequeña casa en el bosque. Me he preguntado varias veces a qué se deberá esto y me atrevo a esbozar algunas hipótesis: sus cuentos se desarrollan en un mundo complejo, que es observado desde múltiples y diversas aristas; sus personajes son entrañables y ponen de manifiesto emociones sencillas y, a la vez, importantes para los seres humanos (por ejemplo, el amor, la amistad y el respeto al otro en variados registros), la fuerte imbricación que existe entre el texto y la imagen ¦ Y todos esos rasgos se hallan presentes también en El mensajero del rey.

Este libro, ideal para los prelectores y para los que comienzan a leer, cuenta una fábula que trae ecos de la tradición oral: un ratón recibe recibe de su rey la orden de entregar un importante mensaje al soberano de un paí­s vecino. En su camino se tropezará con animales que necesitan ayuda, tendrá que vencer sus miedos, se enfrentará con peligros reales, recibirá el apoyo de desconocidos ¦ y al llegar al palacio, después de pasado mucho tiempo, será su rey quien lo reciba. Este no le concederá ninguna importancia al hecho de que el mensaje se haya demorado en llegar a sus propias manos (los reyes suelen ser así­: tienen más de un castillo y son muy caprichosos) y lo invitará a quedarse muy cerca de él, para que le cuente sus aventuras. El resultado es una singular celebración del viaje como metáfora de crecimiento y de la necesidad de las historias y de la fantasí­a.

Con lápices de colores y acuarela, Jutta Bauer crea un espacio que recibe acogedoramente a los protagonistas de El mensajero del rey. Para ello, se vale de una lí­nea precisa y mí­nima y del empleo de colores tenues. Nada sobra y tampoco nada falta en sus imágenes minimalistas, que se corresponden a la perfección con un texto elemental, simple y efectivo.

Sergio Andricaí­n