La gata de los pintores

La gata de los pintores. Antonio Orlando Rodrí­guez

La gata de los pintores, del cubano Antonio Orlando Rodrí­guez, es uno de esos raros libros donde texto e imágenes forman un binomio perfecto. Su autor relata las vivencias de una gata callejera y arisca que, poco a poco, se deja domesticar por un matrimonio de pintores. El relato, escrito en un lenguaje sencillo que no deja de tener vuelo poético, es narrado desde el punto de vista del felino. Y no por ser cotidianas, las anécdotas dejan de ser deliciosas. Detrás de eso, claro está, se encuentran la magia y la pericia de un narrador que, no por gusto, obtuvo el codiciado Premio Internacional de Novela Alfaguara en el año 2008 con su novela Chiquita.

Si bien La gata de los pintores puede definirse como -una hermosa y poética fábula sobre el amor entre los seres humanos y los animales , según se afirma en su contraportada, también es bueno destacar que este libro, originalmente concebido para niños, de alguna manera toca una fibra oculta en la sensibilidad del adulto. Hay una gran ternura detrás de esas anécdotas que, narradas por cualquier otro escritor, hubieran podido parecer anodinas y sin importancia. Sin embargo, en la voz de este autor cobran una magia inesperada.

Por otro lado, las ilustraciones del también cubano Alexis Lago contribuyen, sin duda alguna, a que La gata de los pintores se convierta en una pequeña joya. Lago es un artista profesional que tiene en su haber numerosas exposiciones en galerí­as de diversos paí­ses. Sin abandonar su estilo como pintor, se deja seducir por el texto y emprende una lectura plástica del mismo en la que también aporta su simbologí­a particular. Uno de sus aciertos a la hora de abordar este libro ha sido que no se limitó a seguir miméticamente el texto, sino que introdujo guiños alegóricos a través de diversos elementos pictóricos. Por ejemplo, en la página 27 hay dos tazones. Uno de ellos está decorado con una grulla; el otro, con un pez. Al pasar la página, vemos que la grulla parece haber saltado de un tazón a otro y ha atrapado al pez ¦ Esto establece una dinámica lúdica que permite al lector acceder a anécdotas colaterales al texto. En otras palabras, las ilustraciones producen un cuento dentro de otro cuento. Cualquier lector atento podrá captar muchos de estos juegos gráficos, cargados de divertido surrealismo.

No hablaré más sobre la belleza de las imágenes porque únicamente viéndolas se les puede hacer verdadera justicia. No obstante, debo confesar que hací­a años no caí­a en mis manos un libro para niños con ilustraciones tan extraordinarias. La suma de todas y cada una de ellas lo transforman en un objeto de colección; y más de un lector deseará, sin duda, que algunas reproducciones estuvieran disponibles para poder enmarcarlas y colgarlas en algún lugar visible de la casa.

Daí­na Chaviano