The Upside Down Boy / El niño de cabeza

The Upside Down Boy / El niño de cabeza. Juan Felipe Herrera

Juan Felipe Herrera era ya un poeta chicano de reconocida trayectoria y un destacado profesor de la Universidad de California cuando, en 1993, decidió probar fortuna como autor de narraciones para libros. A decir verdad, no le fue nada mal: su obra El canto de las palomas (Calling the Doves) alcanzó el codiciado premio Ezra Jack Keats y fue escogida como mejor libro del año 1995 por School Library Journal, además de recibir otras importantes distinciones. Tras ese debut promisorio en la creación literaria para niños, acaba de aparecer un nuevo título suyo con el que da un rotundo mentís al viejo refrán “nunca segundas partes fueron buenas”. El niño de cabeza es más que bueno: es excelente.

Publicado originalmente en el 2002 por la editorial Children´s Book Press con una esmerada edición bilingüe, y actualmente en el catálogo de Lee & Low Books, The Upside Boy / El niño de cabeza es un relato poético acerca de las vivencias de un niño de origen mexicano cuya familia, después de trabajar durante algunos años el campo, decide trasladarse a la ciudad para que él asista a la escuela. En primera persona, con un lenguaje sencillo e imaginativo que recrea la mirada de un muchachito de ocho años, la historia cuenta la llegada a la casa de la abuela Andasola, en la calle Juniper, y la inserción en un universo urbano desconocido: “Me pellizco la oreja, ¿de veras estoy aquí? Quizás el poste del alumbrado realmente es una espiga dorada de maíz con un saco polvoriento”. Asistir por primera vez a clases se convierte en toda una aventura y el principal obstáculo que deberá sortear en ella será apropiarse de una lengua distinta.

El protagonista comparte con nosotros la angustia que genera sentirse desubicado, distinto, fuera de contexto: “Cuando salto y me levanto, todos se sientan. Cuando me siento, todos los niños se columpian en el aire. Mis pies flotan por las nubes cuando todo lo que quiero es tocar tierra. Soy el niño de cabeza”. Pero, poco a poco las cosas ocuparán su lugar. Ahí están, para ayudarlo en el difícil proceso de adaptación, sus padres y su abuela y, de manera especial, Mrs. Sampson, la maestra.

De manera sutil, sin irritantes moralejas, el relato transmite un mensaje de optimismo y de confianza, y convida a sortear valerosamente los obstáculos que trae consigo la inserción en una cultura diferente. Es, además, una exaltación de la familia y de la importancia del diálogo transparente entre padres e hijos. El carácter testimonial de la obra queda explicitado en la última página, donde aparecen las fotografías de Juan Felipe Herrera a los nueve años de edad y de Lucille Sampson, quien fuera su maestra de primer grado en la escuela elemental del barrio Logan Heights, en San Diego, California.

Comentario aparte merecen las ilustraciones de la pintora Elizabeth Gómez. Sus dibujos abigarrados y fantasiosos, de fuerte colorido y reminiscencias chagalianas, invitan a la lectura y enriquecen el texto con todo tipo de detalles humorísticos.

Sin duda alguna, El niño de cabeza que reviste especial importancia en Estados Unidos, país donde el número de inmigrantes hispanos no deja de aumentar y en el que el idioma español cobra cada vez mayor fuerza. Sin embargo, por su proyección universal y el modo acertado en que expone la incertidumbre y la alegría de un niño, es un libro que merece ser conocido y disfrutado también en todos los países de Latinoamérica. “Cree siempre en ti, no olvides de dónde vienes y no te asustes nunca de la vida”, podría ser una síntesis de las ideas que subyacen en este bello relato para niños de 6 a 106 años de edad.

Antonio Orlando Rodrí­guez