Los últimos gigantes

Los últimos gigantes. François Place

Las peripecias de un imaginario explorador del siglo diecinueve constituyen el eje de este libro maravillosamente escrito e ilustrado por el francés François Place y publicado en español por Ediciones Ekaré.

La trama de Los últimos gigantes se inicia cuando, en un puerto, un viejo marinero le vende un enorme diente esculpido al protagonista Archibald Leopold Ruthmore. El marinero le asegura que se lo ha comprado a un arponero malayo que recorre los mares cazando ballenas. Y aunque al principio Ruthmore no cree que se trate de un verdadero diente de gigante, como le asegurara el viejo, finalmente, al estudiarlo, descubre en una de sus raíces el grabado de un mapa minúsculo donde se ven ríos, montañas y otros accidentes geográficos. Tras consultar unos libros de su biblioteca, concluye que aquel mapa no puede ser más que la ruta hacia “el país de los gigantes”. 

Así, pues, decide organizar una expedición para buscar el mítico lugar donde habita esa raza desconocida y, después de muchas vicisitudes, llega a él. Allí encuentra a los escasos sobrevivientes de los gigantes, unas criaturas nobles y amorosas, que hablan con un lenguaje musical, duermen trescientos años seguidos y poseen extraños atributos físicos y biológicos que no contaré aquí. 

La historia de Los últimos gigantes puede leerse como una especie de metáfora sobre lo que ha estado sucediendo desde hace siglos entre la llamada civilización occidental y las culturas consideradas más primitivas. Por un lado, habla de las graves consecuencias del colonialismo que busca culturas tecnológicamente menos avanzadas que la nuestra. Y por otro, contiene un mensaje ecológico sobre lo que el ser humano está haciéndole a la Madre Tierra, la Pachamama de los indoamericanos. Ambos mensajes están implícitos, sobre todo, en el final de la historia. 

Un aspecto curioso de este hermoso y original libro es que, cuando la trama ya ha finalizado, aparezca un apéndice, supuestamente escrito por el viajero, donde este realiza algunas “consideraciones” al estilo de los añadidos de ciertos exploradores, etnólogos o investigadores, en las que reflexiona sobre la cultura de los gigantes. 

Al leer el apéndice, es obvio que existe una fuente de inspiración para los supuestos gigantes del libro: los monumentos megalíticos de la antigüedad, cuyos constructores siguen siendo un misterio. Y se menciona a los hallados en Siberia, que son los más grandes encontrados hasta el momento. 

Por supuesto, nada más leer la procedencia del estímulo creador, me fui a Internet a buscar datos sobre los megalitos siberianos y encontré informaciones muy interesantes. Lo digo para aquellos que, como yo, siempre tratan de conocer más allá de lo que aparece en las ficciones, que a veces nos descubren rincones ignotos de nuestra propia historia.
Daí­na Chaviano