Papel recortado de Hans Christian Andersen.
  • Papel recortado de Hans Christian Andersen.

En el patio 

Iliana Prieto

                            En homenaje a Federico García Lorca. 

El lagarto está llorando,
la lagarta está llorando…

Los duendes del patio se han robado un tesoro. Es algo redondo, brillante. Exactamente lo que andaban buscando, creen que es un anillo de plata. Pero los duendes se pelean porque no quieren compartir el botín. Es mío, dice uno. Es mío, dice el otro.  

Y no es de ninguno. 

El lagarto y la lagarta
con delantalitos blancos
han perdido sin querer
su anillo de desposados.

Los animales del patio escucharon la gran pelea de los duendes, pero no saben el motivo. Nadie sabe qué esconden en su morral gastado. 

Los animales del patio también han escuchado el llanto de los lagartos. Ya saben por qué están tristes, pero no pueden consolarlos.  

¡Ay, su anillito de plomo,
ay, su anillito plomado!

Los gorriones vuelan de un lado a otro. Tratan de encontrar el anillo perdido. 

Las libélulas también buscan y, además, las bibijaguas. 

Los duendes se esconden en un macizo de vicarias. Allí sacan el anillo y deciden partirlo a la mitad. Son tan avaros, que prefieren romperlo antes de conservar, entre los dos, el tesoro robado. 

Un hachazo, dos hachazos... Se rompe el anillo en dos. 

Están tan ocupados que no se percatan de la presencia de una hormiga exploradora quien, muy cerca de ellos, ha visto el anillo brillar en sus dos mitades. 

Un cielo grande y sin gente
monta en su globo a los pájaros.
El sol, capitán redondo,
lleva un chaleco de raso.

Y la hormiga mira al cielo que está allá tan lejos, y se pregunta cómo es posible que sean tan perversos esos duendes. Sin perder un instante, corre y va pasando el mensaje a sus compañeras. 

La tierra del patio parece tener vida. Sobre ella se mueven millones de hormigas. 

¡Hay que ayudar a los lagartos! 

¡Miradlos que viejos son!
¡Qué viejos son los lagartos!

Los gorriones, enterados de lo que ocurrió, van hacia las vicarias. Los duendes, ajenos a todo lo que sucede, disfrutan de su medio anillo de plomo, creyendo que es metal precioso y los esconden en sus bolsillos. Una paloma rabiche, que visita mucho el patio, en busca de semillas y granos de arroz, se ofrece para llevar a los viejos lagartos hasta donde sucede la gran batalla. Y aunque los lagartos tienen miedo, quieren tanto su anillo, su anillito de desposados que, sobre el lomo de la paloma, vuelan hacia las vicarias. 

Los gorriones acosan a los ladronzuelos. Les pican la nariz y las orejas. Los duendes se defienden con manotazos, pero son muchos, muchos pajaritos sobre ellos. 

Al fin, los duendes sueltan las dos mitades del anillo. 

El viejo lagarto se arrastra con dificultad y junta los dos arcos de plomo. 

La señora lagarta está a su lado, mirando con desconsuelo su anillo de bodas. 

Hormigas, bibijaguas, libélulas, gorriones y la paloma rabiche miran emocionados la escena.  

¡Miradlos que viejos son!  
¡Qué viejos son los lagartos!  
¡Ay, cómo lloran y lloran,  
¡Ay! ¡Ay! ¡Cómo están llorando!


Cuento puesto en línea en octubre de 2000.