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  • Juan Carlos Quezadas. Foto: Carlos Vargas.

Juan Carlos Quezadas: "Los fantasmas son en realidad espejos: para ellos nosotros somos los fantasmas"

Sergio Andricaí­n

Cuatrogatos dialogó con el escritor Juan Carlos Quezadas (Ciudad de México, 1970), una de las voces más destacadas de la literatura infantil y juvenil de México. sobre libros, fútbol y fantasmas. Quezadas es egresado de Es egresado de la Escuela de la Sociedad General de Escritores de México (SOGEM). En estas breves lí­neas introductorias no mencionamos todos sus libros porque en la entrevista él mismo enumera los que le parecen más significativos. Solo adicionamos dos que no incluyó en su lista: Diario de un desenterrador de dinosaurios (El Naranjo, 2007) y Corazón mecánico (Jus, 2009).

A continuación, nuestras preguntas y sus respuestas:

Del mundo del fútbol al de la literatura. Estarás de acuerdo en que es un recorrido, por decirlo de algún modo, inusual.

En realidad soy un futbolista amateur. Juego en el equipo más malo del mundo: el Almerí­a del Ajusco, pero eso no importa porque somos muy felices cada sábado. Somos, casi, un equipo de ficción. En el fondo encuentro muchos paralelismos entre el fútbol y la literatura. Comparten muchas cosas: provocan alegrí­a, pasión, belleza y de algún modo ayudan a que podamos apreciar territorios poco visitados del alma humana.

¿Qué te atrajo más en tu niñez: el deporte o la lectura?

Pasaba toda la tarde jugando fútbol en las calles; sin embargo, en mi memoria guardo el recuerdo de algunas lecturas que me trastornaron, que me volvieron loco. De alguna manera hoy trato de escribir los libros que seguirí­an trastornando a aquel niño.

¿Cuál fue tu trayectoria en el fútbol?

Sigo jugando, sábado a sábado, a 3000 metros de altura sobre el nivel del mar en el Ajusco, un volcán dormido al sur de la Ciudad de México. Mi momento más feliz fue la Recopa que ganamos en 2007 y el viaje que hice a la Almerí­a real en 2011.

Cuéntanos cómo fue tu relación con los libros en la infancia.

Leí­a mucho, sobre todo enciclopedias. Tendrí­a cinco o seis años cuando "destruí­", gracias a mis dibujos, toda una enciclopedia: sobre el tiranosaurio rex dibujaba unos muñequitos escalándolo con cuerdas y debajo de las carabelas de Colón dibujaba tiburones y ballenas. Muchas de estas enciclopedias incluí­an secciones especiales con narraciones para niños. Cuentos y novelas—casi anónimos que, sin embargo, me emocionaban mucho. Puedo decir que de niño tuve una relación plena con los libros.

¿Cuándo descubriste tu potencial como fabulador? ¿Qué te llevo a escribir?

Escribo porque hay algo dentro de mí­ que necesita salir a la luz y no encuentro mejor manera que hacerlo a través de la escritura. Sin embargo, es un impulso agridulce porque me cuesta mucho sentarme a escribir. En realidad no sé si tengo algún tipo de potencial. Escribo desde siempre como una válvula de escape. 

¿Desde el principio te enfocaste en la literatura infantil o incursionaste también en la narrativa para adultos?

No creo en una división tajante entre una y otra literatura. Aunque entiendo que hay algunos temas —muy pocos, por cierto— que no tendrí­a caso tratar en un libro infantil, creo que la división es muchas veces un asunto de mercado. Digamos que escribo libros para todo mundo que me publican editoriales especializadas en el público infantil.

Nos gustarí­a que enumeraras en orden cronológico tus libros más significativos y qué te hizo a escribirlos.

La videocasetera ya no está a dieta (Ediciones Castillo, 2003) fue mi primer libro. Con el gané el premio Castillo de novela infantil 2003. Es un libro que trata sobre la época de oro del cine mexicano. Pasamos del videocasete al DVD, del DVD al Blu-ray y el libro sigue allí­.

Con Biografí­a de un par de espectros (Ediciones SM, 2008) gané mi primer Barco de Vapor. Lo escribí­ para contar la historia de unos fantasmas que compartí­an casa con mis papás. A medida que iba avanzando la trama encontró nuevos cauces, se convirtió en otra cosa y los espectros dejaron de aparecerse. En el fondo, creo, la novela es un homenaje a Enrique Vila-Matas, un escritor al que admiro mucho.

Otro libro al que le tengo un cariño especial es Ciudad Equis 1985 (Ediciones SM, 2010). Lo escribí­ porque creo que existen manuscritos maravillosos olvidados en cajones sin abrir. Es la historia de un escritor de literatura infantil que no se atreví­a a mostrar su trabajo. Tiene como telón de fondo el terremoto del 19 de septiembre de 1985.

Y seguirá rodando (Editorial Norma, 2010) es mi libro de fútbol. Es un libro sin género definido que mezcla historia, narrativa y ensayo. Está dedicado a mi padre e ilustrado por mi mejor amigo. Es un texto que me trae lindos recuerdos.

Y por último pondrí­a Desde los ojos de un fantasma (Ediciones SM, 2012), una novela que escribí­ porque en un viaje me enamoré de la ciudad de Lisboa. Supongo que es una carta de amor a una ciudad oxidada, sucia, llena de versos y fantasmas.

¿Qué importancia concedes a la fantasí­a, la alegorí­a y el humorismo en tus libros?

Aunque parezca increí­ble hasta hace poco me creí­a un escritor alejado de la fantasí­a. A pesar de las videocaseteras glotonas, los fantasmas que hacen pactos con los bebés y la ciudad subterránea que se esconde bajo Lisboa, me consideraba un escritor más bien realista. Supongo que porque creo que todas esas cosas pueden suceder en la realidad. Por otro lado me divierte mucho escribir historias con humor. Me parece que a la literatura —en general— le hacen falta sonrisas. Los escritores van por la vida con un corsé que les impide dar rienda suelta a la alegrí­a. 

¿De donde viene tu gusto por los fantasmas? Qué te atrae de ellos como personajes de tus ficciones?

Me parece que los fantasmas están más cerca de nosotros de lo que creemos. Los fantasmas son en realidad espejos: para ellos nosotros somos los fantasmas. Desde los ojos de un fantasma nace a partir de una nota que tomé en Lisboa: “Es raro caminar por las calles de Lisboa y no encontrarte con un fantasma”. Y es verdad. Lisboa entera es un fantasma. Supongo que me atraen por los reflejos que se dibujan sobre ellos. Mirar un fantasma es mirarte por dentro.

¿Cómo suele ser el proceso de creación de tus libros?

Nacen siempre de una imagen. Por ejemplo, Ciudad Equis surgió por la descripción que comencé a hacer de Juan Tébar, el escritor español. Querí­a contar la historia de un escritor gruñón en Madrid y se me convirtió en la historia de un escritor tí­mido en Tlatelolco, pero todo nació de la imagen que aparece en la cuarta de forros de un libro de Juan. Después la imagen me muestra un camino y empiezo a seguirlo. Casi siempre logro vislumbrar hacia dónde se dirige. Se me rebelan más los personajes que las tramas.

Suelo escribir poco: 500 palabras diarias en mis rachas buenas. Envidio a los escritores que pueden escribir cuatro o cinco páginas en un dí­a. Nunca escribo una historia de un tirón, suelo alejarme de ellas para crear una distancia que me permita observarlas objetivamente.

En un libro como tu reciente premio Barco de Vapor se aprecia el interés de explorar recursos composicionales novedosos, que trascienden la estructura lineal o la alternancia de dos planos a lo largo del relato. ¿Es una premisa tuya como escritor?

Me interesa mucho la estructura del libro. Me adentro en el texto como quien recorre un barrio desconocido, lleno de callejones, miradores y puertas falsas. Me divierte esa especie de ingenierí­a. Incluso hay pasadizos secretos que unen todos mis libros. De algún modo, saltando en el momento justo, podrí­as llegar de La videocasetera ya no está dieta a Desde los ojos de un fantasma. Además, creo que los niños son los lectores perfectos para este tipo de apuestas, muchos adultos morirí­an en el intento.

¿Por qué ese homenaje a Lisboa, sus fados y su saudades?

Me dio tanta tristeza abandonar Lisboa que me puse a escribir Desde los ojos de un fantasma para, de alguna manera, continuar recorriendo sus calles a la distancia. Suelo situar mis libros en lugares alejados de mi realidad para emprender un viaje durante el tiempo en que los escribo. De verdad me siento un pasajero en tránsito mientras dura la experiencia.

¿Qué te entusiasma y qué te preocupa en la producción actual de la LIJ mexicana?

Es un tema que me apasiona y hasta me produce desvelos. Por lo mismo serí­a complicado exponer aquí­ mi sentir completo. Me limitaré a una breve enumeración.

Me entusiasma:

1.  La calidad de las plumas. Hay una decena de escritores que no le piden nada a las grandes literaturas infantiles del mundo. En términos futbolí­stico dirí­a que hay varios Chicharitos sueltos por allí­.

2. La diversidad de temas y estilos.

3. En México no existí­a una tradición de literatura infantil. Sin embargo, en tan solo dos o tres décadas se ha podido conformar una literatura poderosa y viva que puede crear libros como La peor señora del mundo, Casi medio año o Por el color del trigo.

Me preocupa:

1. Creo que se publica más de lo que se deberí­a. Escribir para niños es una gran responsabilidad que no debe tomarse a la ligera.

2. Salvo muy recientes casos —pienso en Verónica Murguí­a y su maravillosa Loba— la literatura infantil mexicana no tiene salida al extranjero.

¿A qué libros para niños les sacarí­as una tarjeta amarilla?

Más bien me gustarí­a expulsar a los autores que piensan que los niños son tontos. Al primer diminutivo gratuito: tarjeta amarilla. Al primer mensaje aleccionador: roja y a los vestidores.

¿Qué autores de LIJ admiras más o te han servido como referentes para desarrollar trabajo?

Hay un escritor inglés relativamente poco conocido, se llama Philip Ardagh y me gusta mucho su trabajo. También su tocayo Pullman. Me gustan el Michael Ende de Momo y el Roal Dahl de Matilda. En el ámbito iberoamericano me parece que Liliana Bodoc está escribiendo la gran literatura para niños. Me encantan los libros de Agustí­n Fernández Paz, Mónica B. Brozon y Toño Malpica, pero dios se llamó Antoine de Saint Exupéry y se quedó para siempre en los cielos.

¿Qué es lo más sorprendente o gratificante que te ha comentado un lector de tus libros?

Me he encontrado con dos o tres lectores que me han dicho que un libro mí­o es su preferido. Sé que encontrarán pronto un nuevo favorito, pero saber que de algún modo contribuyo a su amor por la literatura es una emoción muy grande. También me gustan mucho las sesiones de preguntas y respuestas que se organizan con los lectores porque descubro nuevas miradas sobre mi obra.

¿Qué te propones como creador literario?

Estarí­a satisfecho con saber que escribo buenas historias.

¿Qué terrenos te interesa explorar o seguir explorando?

Me atrae mucho la mezcla de ensayo con narrativa. Libros en los que no sabes dónde se encuentra la frontera entre la realidad y la ficción. Me parece que la literatura infantil es un buen sitio para experimentar ese tipo de historias.

¿Qué es más emocionante, ganar un campeonato de fútbol o un premio literario?

Son sensaciones muy parecidas que al conseguirse te impulsan a bailar con el perro o a salir corriendo bajo la lluvia. Nunca se sabe.

¿Te interesa continuar explorando el deporte como tema para tus libros?

Ahora mismo estoy por terminar un ensayo que busca desentrañar el significado de mi afición por el fútbol. He descubierto, por ejemplo, que para mí­ mirar partidos es una forma de lectura. Se "leen" muchas cosas durante esos 90 minutos. Yo leo partidos como otro leerá las nubes, ¡también se puede! Y sin embargo el fútbol es un tema relativamente poco tratado en mis libros. Aunque seguro un dí­a me atrapará una imagen que se convertirá en una historia futbolera.

¿Quién es el Gato Quezadas?

¡Esa pregunta me da miedo! Supongo que tal vez me dedico a escribir para poder responderla. Digamos que soy un hombre que busca ser feliz junto a su mujer y su perro. A veces leo, a veces juego fútbol, a veces veo Seinfeld. Me gustan la carne y el vino y los libros (sobre todo los que vendrán). Quisiera vivir alguna vez en Lisboa y en Córdoba y en Almerí­a, pero cuando esté por allá querré vivir en Nueva York y en Bilbao y en Londres, porque como dice Fito, el de los Fitipaldis, “siempre estoy soñando: en invierno con el sol, con las nubes en verano”.