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  • Ivar Da Coll con niños en Barcelona, 2009. Foto de Antonio Orlando Rodrí­guez.

Ivar Da Coll, el hombre del Chigüiro

Antonio Orlando Rodrí­guez

Dí­as atrás, haciendo una "limpieza" en la computadora, di con la foto que pueden ver a la izquierda. La tomé en el 2009, en Barcelona, durante las primeras jornadas sobre literatura infantil y juvenil iberoamericana organizadas por Casa América Catalunya, y en ella aparece el escritor e ilustrador colombiano Ivar Da Coll rodeado por un grupo de pequeños lectores catalanes.

Aunque conozco personalmente a Da Coll desde 1994 y soy un gran admirador de su trabajo, hasta aquella mañana nunca habí­a tenido la oportunidad de verlo interactuar con un grupo de niños. Sentí­a mucha curiosidad por saber cómo serí­a ese encuentro. ¿Lograrí­a el altí­simo y por lo general tí­mido autor "conectar" con medio centenar de alumnos de segundo grado que habí­an leí­do libros suyos como Hamamelis y el secreto, ¡No, no fui yo! y Pies para la princesa.

Ivar no sólo se las ingenió para cautivarlos con su charla y retener su atención, sino que respondió con la mayor seriedad todas las preguntas que le hicieron (algunas, realmente insólitas e hilarantes) y, para finalizar, dedicó a cada uno de los presentes una reproducción de Chigüiro, su personaje más popular. El encuentro fue una materialización, en directo, de algunas de las cualidades que distinguen los deliciosos libros que ha publicado a lo largo de 25 años: respeto por el público infantil, lozaní­a, delicadeza, humorismo y una envidiable sencillez.

Da Coll nació en Bogotá, en 1962, de padre italiano y madre colombiana hija de suecos, y desde pequeño su gran pasión fue dibujar. Cuando estudiaba el bachillerato, la pedagoga y teatrista Julia Rodrí­guez lo introdujo en el mundo de los tí­teres. Posteriormente, acompañó a su maestra en el trabajo del grupo de teatro Cocoliche, para el que diseñó muñecos y escenografí­as, además de actuar. Las experiencias de este perí­odo "titiritesco" fueron decisivas para su oficio de autor e ilustrador, y contribuyeron a convertirlo en el gran creador de personajes atractivos y de sintéticas fábulas que es hoy.

A diferencia de otros autores, la trayectoria de Da Coll no comenzó con promesas, sino con un clásico de los libros de imágenes en Latinoamérica: la saga Chigüiro (Norma, 1987), conformada por seis historias sin palabras (Chigüiro chistoso, Chigüiro encuentra ayuda, Chigüiro viaja en chiva, Chigüiro y el baño, Chigüiro y el lápiz y Chigüiro y el palo). Después llegaron tí­tulos tan exitosos como Tengo miedo, Torta de cumpleaños, Garabato, Hamamelis, Miosotis y el señor Sorpresa, ¡Azúcar! y El libro de los muertos, entre otros muchos.

A partir del 2005, la editorial colombiana Babel comenzó a reeditar los seis volúmenes de Chigüiro y también las historias con texto, con el mismo protagonista, que Da Coll publicó en los 1990 (Chigüiro se va, Chigüiro, Abo y Ata y Chigüiro Rana Ratón). Para el 2012, Babel anuncia la reaparición de otro de los trabajos más significativos del creador: la trilogí­a Historias de Eusebio, publicada originalmente, entre 1989 y 1990, por Carlos Valencia Editores.

En esta entrevista, Ivar comparte detalles sobre la historia de Chigüiro, opina sobre la salud del libro-álbum en América Latina y habla de Kika y Cuate, sus inseparables amigos perrunos, entre otros temas.

Eres un gran creador de personajes. ¿Qué lugar ocupa entre ellos Chigüiro?

Chigüiro se publicó por primera vez hace más de veinte años, gracias a un encargo hecho por Silvia Castrillón y Editorial Norma. Cuando creé las seis primeras historias de Chigüiro, nunca pensé que llegarí­a a tener tal reconocimiento. Después de todo este tiempo, el personaje y sus historias siguen vigentes. Por esta razón, pienso que si tuviéramos que hacer una lista de importancia con los personajes que he creado, Chigüiro ocuparí­a el primer lugar.

¿Habí­as visto alguna vez un chigüiro "en persona" antes de pintarlo?

Cuando creé el personaje no lo habí­a visto en vivo, tan sólo conocí­a algunas referencias fotográficas del mismo. En el año en que fue creado el chigüiro, el animalito estaba en ví­as de extinción y casi no existí­a material gráfico, o por lo menos, yo no pude acceder al que hubiera. Así­ que con lo poco que encontré, hice una recreación y de ahí­ surgió el personaje. 

El chigüiro existe en varios paí­ses de América Latina; hasta donde sé, está en Venezuela, Argentina, Colombia y Ecuador; pero aquí­ en Colombia y en Venezuela es donde hay más población de esta especie, pues las condiciones climáticas y geográficas son óptimas para su vida.

¿Cómo surgió la serie de Chigüiro?

La serie nació inicialmente de un encargo que me hizo una compañí­a de alimento nutricional para niños. Esta empresa querí­a promocionar un batido de chocolate con unos pequeños libritos en los que hubiera historias contadas con animales de la fauna nativa y que estuvieran en ví­as de extinción.

El proyecto no funcionó, pues no le vieron mucho provecho comercial. Cuando Silvia Catrillón y Editorial Norma me pidieron que creara las historias, ya existí­a un boceto hecho en lápiz de una primera idea narrativa con el Chigüiro; para ser exacto, ya tení­a, contada en doce imágenes Chigüiro y el lápiz. Tuve que ampliar las historias a veinticuatro imágenes y, además, inventar cinco historias más.

En esa época, trabajaba en los tí­teres con mi maestra y amiga, Julia Rodrí­guez y estaba muy familiarizado con los libros para niños. Julia, quien además de artista creativa es una gran pedagoga infantil, me ayudó a pensar en las cinco historias que debí­a inventar, y así­ surgió la colección completa.

Chigüiro logró consolidar mi trabajo como creador e ilustrador de historias para niños. En esos primeros años de vida profesional tuve que trabajar mucho en ilustración para libros de texto escolar y creo que ese ejercicio ayudó a que aprendiera a resolver gráficamente muchas situaciones y a tratar de desarrollar un lenguaje de imagen que resultara lo más claro posible.

Cuando hice el Chigüiro, contaba con veintidós años de edad. Hoy, estoy próximo a cumplir cincuenta y es curioso que, a veces, tengo oportunidad de conocer jóvenes que son de la edad que yo tení­a cuando creé el personaje y que en su infancia conocieron las historias de Chigüiro; a estos muchachos los designo cariñosamente con el apelativo de "Generación Chigüiro" y es satisfactorio pensar que exista la posibilidad de que los hijos de estos también lleguen a conocer al personaje.

¿Qué edad (equivalente a la de un niño) tiene Chigüiro en los libros sin palabras? ¿Y en los que tienen texto?

Es bonita esta pregunta y puedo decir que el Chigüiro sin texto en un animalito que no tiene edad definible. í‰l simplemente existe en su mundo, que es el de las emociones simples y auténticas. El Chigüiro con texto, o como cariñosamente lo llamamos en Babel, el Chigüiro vestido, es un niño de unos tres o cuatro años de edad.

¿Hay diferencias entre la nueva edición realizada por la editorial Babel y la anterior, la de Norma? ¿Esta es la edición definitiva, la que te gustarí­a que quedara para siempre?

Creo que poder trabajar con una editora como Marí­a Osorio es un privilegio para cualquier autor que quiera ser profesional en el campo de los libros infantiles y juveniles. Marí­a reeditó Chigüiro con todo el cuidado y sensibilidad que se requerí­an para que el personaje quedara consolidado de manera definitiva. La edición de Babel es impecable.

¿Qué satisfacciones te ha reportado que una parte tan sustancial de tus libros como son la serie Chigüiro y y la trilogí­a Historias de Eusebio hayan pasado al fondo de Babel?

Entregarse por completo a la labor de ilustrar y escribir libros infantiles en un paí­s como el nuestro no es una empresa fácil en absoluto, pero contar con el acompañamiento de una editorial como Babel compensa todas las dificultades que puedan existir. Marí­a es una mujer muy inteligente y sensible que escucha las propuestas y asume el riesgo de las mismas; en Babel, ante todo hay mí­stica con el trabajo y respeto hacia los lectores.

Un libro infantil resulta de un trabajo de equipo. Existen pocos autores en este campo que puedan llegar a una editorial con un proyecto completo y en el que el trabajo del editor se limite a hacer unas pocas modificaciones. Hoy dí­a, muchos escritores e ilustradores piensan, de manera errónea, que pueden trabajar solos y que el acompañamiento del editor es poco importante. En mi caso particular, fue muy útil haber trabajado durante muchos años ilustrando libros de texto escolar pues allí­ debí­a ceñirme a ideas precisas y cuya finalidad era la de enseñar algo. Ese muchas veces fatigante trabajo me enseñó a ser preciso en el lenguaje de la imagen.

Afortunadamente, cuando comienzo un nuevo proyecto, tengo enormes dudas que permanecen incluso cuando el libro ya está finalizado.

¿A qué aspiras cuando empiezas a trabajar en un nuevo libro para niños?

Aspiro a que la idea que tengo en la cabeza resulte clara en el momento de su realización, pero sobre todo, que sea clara cuando el lector tiene el libro en sus manos.

Has ilustrados libros de varios autores, entre ellos Ana Marí­a Machado, Fanny Buitrago, Daniel Pennac, Iliana Prieto, Antonio Ventura y Yolanda Reyes. Incluso ilustraste un famoso poema de Quevedo. ¿Disfrutas esa labor?

En muchos casos, sí­; la disfruto mucho. Ha habido oportunidades en las que el trabajo ha sido más dispendioso, pero de igual modo, siempre lo he visto como una manera de aprender y de enriquecer mi profesión.

¿Tus maestros en la ilustración para niños?

Aparte de Sendak, Lobel y Quentin Blake, también maestros de pintura como Rafael, Miguel íngel, Caravaggio, Paul Delvaux... Creo que si trabajas con la imagen, no puedes distanciarte de la historia de la pintura. Pero del mismo modo, si tu pretensión, además de utilizar la imagen como medio narrativo, es también usar la palabra, no puedes alejarte de la literatura, y en particular de los autores infantiles.

¿Cuál es el estado de salud del libro-álbum en América Latina?

Este es un momento de transición para el libro, en general. Las nuevas tecnologí­as están obligándonos a pensar en nuevas posibilidades de transmitir nuestras ideas.

Habrá que trabajar mucho para ver los resultados de todo esto. Por el momento puedo decir que veo muchas propuestas, pero el tiempo será el que determine su permanencia e importancia.

¿Volverás a reeditar Medias dulces, el CD Rom interactivo que diste a conocer en los años 1990? ¿Has pensado incursionar nuevamente en este campo, a la luz de todo lo que ha avanzado la tecnologí­a desde que hiciste ese trabajo pionero en la región?

Ya he hecho pruebas de dibujo en el computador y ya sé que con este medio puedo lograr la misma calidad de imagen que consigo con el pincel y la tempera sobre el papel. La ventaja del dibujo en la computadora es que te permite separar los elementos de la composición sin que, por estar conectados en un mismo plano, en el momento que requieras hacer una corrección unos afecten a los otros.

Haber dibujado manualmente durante tantos años crea en el cerebro la habilidad de producir composiciones complejas que enriquecen el lenguaje de la imagen. Una de las falencias más comunes que se dan en el trabajo de ilustración por computador es que como existe la posibilidad de separar los elementos de una composición, ésta muchas veces resulta bastante simplona y precaria, salvo, que como lo mencioné, tengas ejercitada tu cabeza y tu mano en la dificultad de construir una imagen en un soporte de una sola dimensión.

Aspiro no sólo a conseguir dibujar apropiadamente en el computador, sino a animar lo ilustrado para con estos dos elementos investigar nuevas posibilidades para mis libros. Es muy probable que vuelva a Medias dulces y que sea una versión interactiva, tal y como en su momento lo fuera el trabajo hecho en CD Rom.

¿Qué mascotas viven contigo actualmente?

Dos perritos: Kika y Cuate.

¿Te sirven de inspiración?

Sí­, son mi inspiración porque me procuran mucha compañí­a y cariño, y estos dos elementos son una parte importante para poder imaginar y dibujar.