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  • Graciela Montes.

Graciela Montes: "Uno se va cargando de lecturas y después no tiene más remedio que escribir".

Sandra Comino

Graciela Montes nació en Buenos Aires, Argentina, y es una de las escritoras más representativas en el campo de la literatura infantil y juvenil de su paí­s. Su producción abarca la ficción para chicos y adultos, la traducción y los ensayos vinculados con la literatura para niños y jóvenes. Es una defensora del campo de la Literatura Infantil, y fue la candidata de Argentina, por tres años consecutivos, al premio Andersen que otorga el IBBY (International Board on Books For Young People). 

Graciela cuenta cómo su mirada reflexiva transita por diversos roles que la unen a un camino que empezó como una “posición de lectura” y se fue  plasmando “frente al mundo” a través de la escritura, lo cual le ha permitido conjugar todas sus profesiones. 

Graciela Montes, escritora, editora, traductora, teórica, ¿con qué rol te sentí­s más a gusto y cómo combinás todas tus funciones? 

Acepto los tres primeros cargos, el cuarto lo corro a un lado. 

La escritura y la traducción se llevan muy bien, sobre todo cuando se puede empezar a elegir lo que uno traduce. No fue así­ al principio porque traducí­a para ganarme la vida y tuve que traducir, por ejemplo, una Geologí­a del petróleo. Cuando se traducen libros que a uno le ha gustado mucho leer, se aprende muchí­simo como escritor. Además, me gustan los lenguajes, los laberintos de los lenguajes. 

La reflexión acerca de la escritura, el papel social del escritor, la génesis del espacio poético y demás temas sobre los que me ha gustado pensar un poco —lo que no alcanza el estatus de teorí­a— también fue para mí­ una prolongación de la escritura o, mejor dicho, un extrañamiento de la escritura, como si necesitara cada tanto mirarla desde el otro lado. 

La edición sí­ ha tenido otro tipo de exigencias, una gran exigencia, y a veces terminó entrando en conflicto con la escritura. La edición es devoradora y supone otro papel social, bastante diferente. Creo que mi costado voluntarista, una cierta responsabilidad social de la que ni yo ni la mayor parte de la gente de mi generación puede desprenderse, y también mi formación social, cultural y de oficio en el Centro Editor de América Latina, junto a un editor tan extraordinario como Boris Spivacow, me empujaron a la aventura, y fue una aventura excitante. Me gustó abrir algunas picadas. Pero creo que es muy difí­cil escribir y editar, y hacer las dos cosas bien; hay una especie de desgarro. 

¿Cuándo nació la escritora que existe en vos, Graciela?  

Supongo que nació con la lectura. No solo la de los libros. Me parece que hay una especie de "posición de lectura" frente al mundo, una clase de mirada que uno empieza a construir desde muy chico. Como si uno estuviera un poco afuera de las cosas (mirándolas desde un agujero, por ejemplo) y al mismo tiempo tuviera que dar cuenta de ellas. Parece una contradicción, pero es un poco así­. No sé explicarlo mejor. Uno se va cargando de lectura y después no tiene más remedio que escribir. Pero es un proceso casi involuntario. Yo tení­a esta sensación de estar cargada de algo que en algún momento iba a tener que colocar en algún sitio mucho antes de saber que el sitio iba a ser la escritura. No pensaba que se podí­a ser escritor, a gatas si entendí­a que hubiera esos universos maravillosos que se llamaban libros. 

¿Es difí­cil escribir para chicos?  

Supongo que forzarse a escribir para chicos cuando no existe el deseo ha de ser difí­cil. Si está el deseo —que por supuesto es bastante más que las "ganas"—, tan difí­cil no es. Las vueltas del género, como las de cualquier género, se aprenden, se exploran, y también se violan, como es natural. El deseo en cambio, esa especie de anhelo de un lector elusivo y apasionado al mismo tiempo, sencillo, pero dado a las piruetas, un lector en construcción, pero exigente ya, que no acepta escamoteos”“ no parece fácil de impostar. A mí­ escribir para los chicos me da una alegrí­a, una especie de brí­o, mucha confianza en mi historia: sé que voy a poder contar. Eso es algo más difí­cil, o más conflictivo, de sentir cuando escribo para los grandes. Como si con los chicos fuera más fácil, o más natural, renovar el pacto narrativo. 

¿La literatura infantil hoy sigue siendo marginal?  

Menos que antes, sin duda. Aunque todaví­a son muchos los que se resisten a mirarla en serio. La actitud más frecuente es la condescendencia. 

¿Qué pensás del desarrollo de la literatura argentina con respecto a otras literaturas de América Latina? 

Supongo que la pregunta se refiere a la literatura para niños. 

Soy una conocedora demasiado pobre del resto de América Latina como para embarcarme en comparaciones. Puedo decir que en mi paí­s hay una tradición, un campo, figuras y voces fuertes, muy identificables. Y que empieza a haber una crí­tica. Pero tal vez lo más interesante sea la inserción social, el papel que ha tenido la literatura infantil en nuestra sociedad, el público que se ha constituido alrededor de ella. Tengo entendido que en Brasil sucede algo semejante. Es un fenómeno muy, muy interesante, que creo que merecerí­a ser estudiado. 

¿Cuál es la razón por la que los maestros usan la literatura con un fin utilitario? 

El "aprovechamiento" es un mandato muy fuerte en la escuela. Por otra parte, no hay en la formación de los maestros un acercamiento real al arte (no sólo la literatura, también la plástica, la pintura, el cine, la música, etc.). Si la educación incluyera la educación por el arte, los propios maestros tendrí­an una experiencia personal del efecto secreto, difí­cil de evaluar, pero formidable, sin duda, del arte. Confiarí­an en el arte y no les parecerí­a necesario "justificarlo" desde afuera. 

Esto no significa que sobre el arte no se pueda hablar, sino que las actividades y reflexiones deberí­an formar parte del universo del arte mismo. Un maestro puede ayudar a leer mejor, más o con más ductilidad una novela, ir y venir desde esa novela a otras, remitir a la historia del género, llamar la atención sobre un juego de palabras, explayarse en alguna alusión un poco oscura, es decir, puede —si es un lector astuto y avisado— ayudar a construir lectores astutos y avisados. Todo eso ensancha el horizonte de la lectura. Lo que no sirve a la formación como lector es que, en lugar de enriquecer y abrir la novela, la cierre reduciéndola a la categorí­a de instrumento o se la saque de encima poniéndole una etiqueta. 

¿Estás de acuerdo con las campañas de lectura?  

Algunas campañas de lectura son excelentes. Otras no me gustan. Por ejemplo, una campaña de lectura que premiara a los chicos por la cantidad de libros leí­dos me parecerí­a estúpida. En cambio, cualquier campaña que pusiera al alcance de la mayor cantidad posible de miembros de la sociedad libros buenos y variados, bibliotecarios sensibles y hábitats apropiados para la lectura merecerí­a mi aplauso. 

¿Por qué para un escritor de literatura infantil es tan difí­cil publicar literatura para adultos? 

No sé si es especialmente difí­cil. Por supuesto, cada campo tiene sus referentes, sus reglas de juego, sus trucos, digamos, y, seguramente, el que siempre escribió para los chicos conoce bien los de su campo, y menos los del campo de al lado. También es posible que esa condescendencia de la llamada "cultura en serio" hacia la "cultura para niños" le juegue en contra. Pero de veras creo que esos estereotipos están en plena crisis. El que quiere escribir, escribe. 

¿Crees que el mercado editorial que surge en torno a la literatura infantil subestima al niño? 

A veces, sí­. Otras veces, no. No creo que sea bueno generalizar demasiado. Lo que más nos hace falta en el campo de la literatura infantil es que se estudien bien a fondo y con buena reflexión casos, momentos históricos, fenómenos diversos. El campo está demasiado lleno de "impresionismo" y de grandes generalizaciones, me parece. Y aquí­, para no generalizar, habrí­a que analizar fondos editoriales, técnicas de promoción, tipo de edición, etc. 

Graciela, fuiste candidata al premio Andersen por Argentina durante tres años, sabemos que eso es un privilegio para nosotros los argentinos. ¿Cómo influye semejante responsabilidad en tu producción? 

Para mí­ fue muy importante que mis pares en mi paí­s —crí­ticos, otros escritores, bibliotecarios— me hayan elegido como candidata al premio en tres oportunidades. También fue importante haber tenido que cotejar en un terreno internacional con excelentes escritores y ante jurados muy idóneos. Exponerse siempre es difí­cil, pero también es bueno. Se crece. Estoy muy agradecida de haber tenido esa oportunidad. 

He sentido la responsabilidad, por supuesto, pero no creo que esa responsabilidad haya influido de manera particular en mi producción. Jamás se me ocurrió pensar en escribir cierto libro en particular, un libro sobre cierto tema o con cierta propuesta para ajustarme a un determinado perfil internacional, por ejemplo. Cotejar está bien, pero dedicarse sólo a preparar el cotejo serí­a un desperdicio para un escritor. El escritor tiene que seguir escribiendo hacia donde su escritura lo va llevando. Esa sí­ es una responsabilidad que le compete.