Ilustrración de Giuseppe Gamba para 'Il corsaro nero', de Emilio Salgari, edición de 1898.
  • Ilustrración de Giuseppe Gamba para 'Il corsaro nero', de Emilio Salgari, edición de 1898.

El Corsario Negro en mi vida

Jorge Eslava

No tengo ningún mérito como lector infantil y apasionado de Emilio Salgari, pues sin salir de casa ni fisgonear más allá de sus ventanas, crecí naturalmente bajo la incandescente sombra del personaje de la “rica casaca de seda negra con encajes oscuros”. Fue suficiente jugar en el patio con mis tres bravíos hermanos, con quienes pasábamos todo el santo día trenzados en reyertas fraternales, que nos dejaban orgullosas contusiones, para fascinarme con lecturas de trifulca y porrazos. Bastó que compartiera con los tres una habitación fabulosa, que al caer la noche mudaba el parquet del piso en un mar de tiburones y los camarotes en sendos galeones que abordábamos con cuchillos de goma, para buscar a la mañana siguiente en las estanterías de mi padre algún libro que contuviera los oleajes y la ferocidad de un combate a pecho descubierto.

Tampoco tuve ojos para discernir, años más tarde, el estilo refinado y profundo de Stevenson, en La isla del tesoro, la novela pirática por excelencia, de la prosa espontánea y brutal de Salgari, porque yo continué aferrado a sus páginas como si fuera un vigía amarrado al mástil en una tormenta. Qué difícil me resultaba sustraerme de sus adjetivos brillantes, de su minucioso conocimiento de la naturaleza, de sus diálogos centellantes y, especialmente, de la virilidad del héroe que sin embargo temblaba de pudor ante la amada. Es que también a mi vida sobrevino un episodio de amor: frente a mi casa se instaló una familia de apellido europeo y el padre fue pronto enemigo de los muchachos del barrio, pues no permitía usar la puerta de su garaje como arco. Pero este señor despreciable, como el flamenco Wan Guld de la novela, tenía una hija preciosa como una perla del Caribe. Fue mi primera enamorada y con ella la ficción atacaba nuevamente mi vida. Así ha sido la sombra acosadora del corsario y cuando releo sus aventuras todavía me exalta su pasión por la justicia y su caballerosidad sin remilgos, como en mi lejana infancia.