'Vitamina, ¿dónde estás?', de Clara Baredes e Ileana Lotersztain, ilustraciones de Eleonora Arroyo. Buenos Aires: Iamiqué, 2012.
  • 'Vitamina, ¿dónde estás?', de Clara Baredes e Ileana Lotersztain, ilustraciones de Eleonora Arroyo. Buenos Aires: Iamiqué, 2012.

El mundo en sus manos: algunas orientaciones para elegir libros documentales

Ana Garralón

Uno de los cometidos fundamentales de la escuela es familiarizar a sus alumnos y alumnas con el mundo que les rodea. Ese principio quizá era asequible hace veinte años, pero el rápido desarrollo de la tecnologí­a y de los medios de comunicación ha hecho que actualmente no resulte tan sencillo. ¿Qué es lo que deben conocer, saber? ¿Es el maestro el que decide lo que deben aprender? Los intereses cambian, evolucionan, y el maestro o la maestra no pueden pretender uniformar los conocimientos, ya que de esta manera la escuela sólo serí­a transmisora de determinada ideologí­a, la que propugna el responsable del grupo. Parece, pues, imprescindible, que cada uno intervenga de manera activa en su propio aprendizaje, determinado por sus intereses y exigencias especí­ficos. Ahora bien, ¿cómo se pueden atender las demandas variadas de un grupo si estas no se ajustan al programa general? 

Crear investigadores

La única respuesta posible parece ser la de crear pequeños investigadores que, de manera independiente y autónoma, controlen su propio aprendizaje, sepan dónde buscar la información, encuentren respuestas a sus preguntas, indaguen o profundicen en el estudio de un tema. El cientí­fico Severo Ochoa, en un acto donde se le homenajeaba, dijo: "No conozco emoción mayor que la de descubrir". ¿Acaso no es eso lo que hace el niño durante una buena parte de su infancia? ¿Por qué no mostrarle el camino para continuar desarrollando este placer? El libro documental se convierte entonces en un excelente vehí­culo que permite acceder a la más variada información de manera autónoma e independiente. Esto exige, por parte del lector, un adiestramiento en el manejo de los documentos lo suficientemente preciso como para encontrar rápidamente la respuesta a sus inquietudes y, por parte del maestro o maestra, una sutil mediación encaminada a desarrollar actitudes de investigación hacia los libros documentales.

Uno de los mayores enemigos de este espí­ritu cientí­fico son los libros de texto, esos elaborados y anónimos manuales creados para la comodidad de los adultos presuntuosos, queriendo proporcionar todo lo que le debe interesar al receptor, selectivos, limitados a la hora de presentar el mundo y pretendiendo dar un saber disciplinado donde nada se deja al azar, donde, incluso, se indican los fragmentos que deben ser aprendidos. El niño o la niña acostumbrados a generar su saber de esta manera tan dependiente desconoce, generalmente, que hay fuentes con opiniones distintas o complementarias, con enfoques alternativos o simplemente con mayor información.

Función del libro documental

Esa sutil mediación que antes hemos citado debe ser la referencia obligada para mostrar que hay otras formas de ver las cosas, que uno puede “y debe “ tener inquietudes que se aparten de los programas oficiales que, además, pueden encontrar respuestas a su nivel, y que las sendas del saber son tan ilimitadas como uno se proponga. El adulto aquí­ se ofrece como un intermediario que propone, facilita, orienta y, sobre todo, selecciona el material adecuado. Y es en esta selección donde debe intentar brindar la mayor calidad posible. Así­ que la primera pregunta que uno debe plantearse es: ¿cuál es la función de un libro documental? Si un libro documental no da información, no incita la curiosidad del lector y no desarrolla el espí­ritu cientí­fico, no podemos hablar de documentales. Aunque aparecen tres premisas aparentemente sencillas, no todos los libros editados en el mercado las cumplen: la información debe ser exacta, comprensible y accesible, y el espí­ritu cientí­fico se desarrolla cuando se enseña a ver, a observar, a clasificar, a deducir. Para ello se sirven con frecuencia de dibujos, fotos o ilustraciones, cada una de ellas con un cometido preciso y diferenciado aunque complementario: el realismo que proporciona la foto queda limitado en aspectos donde es difí­cil que entre el ojo de la cámara “aunque fantásticas colecciones parecen demostrar lo contrario “, y las ilustraciones y dibujos complementan todo lo que la foto no dice o detalla, dando también el acceso a la suposición, a lo imaginario. El material complementario al texto, como mapas, esquemas o gráficos, deberá ser claro y conciso, aportando información que resuma lo que el texto dice o que amplí­e aspectos que puedan ser de utilidad en el conocimiento de nuevos contextos para comprender el conjunto. 

En cuanto a los niveles de lectura del texto, se debe dejar de lado la concepción tan generalizada “y limitadora “ de la literatura, para dar paso a una más amplia aunque ello produzca cierta inquietud. El lenguaje cientí­fico y técnico es difí­cil de leer, tiene muchas palabras desconocidas que no siempre pueden ser explicadas a través del contexto. Si el texto es riguroso, con un vocabulario seleccionado que no abuse de terminologí­a técnica y está bien redactado, limpiamente, sin redundancias literarias o sin ese afán simplificador y pobre que tienen algunos libros, el lector podrá encarar perfectamente cualquier documento. Ante la duda de elegir un texto que esté por encima o por debajo de las capacidades de los lectores, lo más recomendable es elegir el que esté por encima. El lector deberá hacer un ejercicio de lectura mayor para seleccionar aquello que le interesa, pero sin duda encontrará aspectos nuevos que nunca hubiera imaginado que despertarí­an su interés. El libro se convierte así­ en un material al que se recurre una y otra vez y con el que se pueden pasar varios años. Elegir un nivel inferior significarí­a ofrecerle información que con toda probabilidad ya maneja y su lectura resultarí­a tediosa, abandonando la consulta de estos libros al no encontrar nada que le interesara.

Los temas y la información

Respecto a los temas para seleccionar, lo idóneo es dar el mayor número posible. El mercado tiene, incluso para los más pequeños, libros sobre aspectos que cualquier maestro o bibliotecario asegurarí­an están fuera de los intereses de esa edad y, sin embargo, cuando son descubiertos, circulan de una mano a otra con rapidez. Sobre los temas "escolares" hay mucho publicado, pero el adulto debe proporcionar alternativas a todo lo que ya puede encontrar fácilmente. Si hablamos de formación cultural, de proceso individualizado en el aprendizaje y de autonomí­a, debemos estar preparados para ayudarles a solventar las dudas individuales que puedan tener.

Haciendo un análisis más formal del libro y tomando como referencia a Whittaker 1, habrá que tener en cuenta quién escribe el libro: ¿es un especialista o es alguien que escribe sobre diversos temas después de haberse documentado? Hay muchas colecciones en el mercado con tí­tulos que no tienen nada que ver unos con otros y que han sido escritos por la misma persona. ¿Cómo presenta la información? En ocasiones, lo riguroso que pueda ser por su documentación va en detrimento de la pasión que despiertan al lector algunos especialistas, que encuentran mejor las palabras adecuadas para transmitir lo que quieren.

¿Es una traducción? ¿Cuál es el paí­s de origen? ¿El traductor se ha encargado también de hacer las adaptaciones pertinentes? No le sirve de nada al lector español tener una fabulosa bibliografí­a al final del libro si toda ella está en inglés y no se le ofrece lo que aquí­ existe. También el traductor puede hacer aclaraciones en torno a conceptos que en la cultura del paí­s de origen están ya establecidos, pero aquí­ no.

La fecha de publicación es también interesante tenerla en cuenta, sobre todo para obras más técnicas o para un público más especializado, ya que en ocasiones entre la fecha original (si es una traducción) y la fecha española hay diez años de diferencia, y si el libro trata un tema muy especí­fico puede haber mucha información desfasada.

Contenidos y tratamientos

La editorial puede darnos también información sobre la lí­nea que el libro tiene. Normalmente, para los libros cientí­ficos se tienen los mismos parámetros que para los de literatura. Eso nos puede ayudar a intuir el enfoque que determinada editorial dará sobre los temas que presente.

En cuanto al contenido del texto hay que tener en cuenta factores como:

¢ La calidad de la información: la precisión, el vocabulario seleccionado, el rigor conceptual y cómo es presentada.
¢ El centro de interés que el autor ha seleccionado para el tema. ¿Se detiene más en unos aspectos que en otros? ¿Enfatiza determinados acontecimientos que él juzga interesantes en detrimento de otros que quizás le interesarí­an más al lector?
¢ Puntos de vista del tratamiento del tema. ¿Cómo son presentadas las minorí­as? En ocasiones estas dependen del hombre técnicamente avanzado y sólo él puede ayudarles. No hay una postura de acercamiento y comprensión de su cultura y es frecuente percibir un tono de superioridad respecto a ellas.

El papel del hombre también es importante tenerlo en cuenta, sobre todo en libros que hablan de determinados inventos. Como muy bien reflejaba Paul Brouzeng 2 en una conferencia sobre el tema, ¿se prima el invento sobre el inventor?, ¿hay referencias a todo lo que rodeaba al cientí­fico y que le ayudó?, ¿hay referencias a la cultura en la que nació dicho invento y que hizo posible su creación? En cuanto a los libros de historia “que no a la novela histórica “, hay que tener en cuenta el paí­s de origen, la visión del autor sobre los acontecimientos y si se muestra a favor de algún colectivo. En esos libros donde se suele hablar de grupos en conflicto, ¿Hay equilibrio en el tratamiento de las partes?

Por último, el libro debe permitir dos tipos de lectura: una improvisada, que nos puede llevar del principio al fin sin ningún interés especí­fico, y otra más funcional y puntual: la consulta de un dato o de determinados detalles. Para esto el libro deberá contar con í­ndices claros que no confundan. Un í­ndice introductorio y uno, por lo menos, especí­fico o temático, pueden duplicar la utilidad del libro. Aunque su destinatario sean los más pequeños, estos pueden empezar a conocer que el libro lleva un orden del que se puede disponer cuando se desee y que la información no se encuentra al azar o buscando página por página. Además, la lectura de estos í­ndices propone siempre informaciones precisas que provocan una curiosidad inmediata.

Glosario, bibliografí­a, datos de interés, documentos de la época o cualquier información adicional pueden hacer del libro un valioso instrumento de trabajo.

Notas:

1. WHITTAKER, K.: Systematic evaluation for assessing books. London: Bingley, 1982.
2. BROUZENG, P.: La litterature scientifique et technique en direccion des enfants et des jeunes. Quelques considerations. 12 de diciembre de 1987. Reproducido en: Nous voulons lire!, n° 76, octubre, 1988.

Bibliografí­a:

Libros

PATTE, Genevií¨ve. ¡Dejadles leer! Barcelona: Pirene, 1988.
GFEN: El poder de leer. Barcelona: Gedisa, 1985. (Dedica espacio a reflexionar sobre la lectura de información, la lectura de un libro cientí­fico y de uno matemático.)
MONSON, Dianne L.: Crear lectores activos. Madrid: Visor, 1989. (Louise J. Zaidi escribe sobre los libros documentales en la biblioteca.)
PARMEGIANI, Claude-Anne: Libros y bibliotecas para niños. Madrid: Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1987. (Incluye un interesante capí­tulo a cargo de Jean-Noí«l Souny sobre la selección de libros de información.)
PIAGET, Jean: La representación del mundo en el niño. Madrid: Morata, 1984.

Artí­culos y revistas:

LETRAGORDA, n° 4. Monográfico dedicado a la historia en la literatura infantil.
CLIJ, N° 10. Monográfico dedicado al libro documental.
BROUZENG, Paul: La litterature scientifique et technique en direccion des enfants et des jeunes. Quelques considerations. 12 de diciembre de 1987. Reproducido en: Nous voulons lire!, n° 76, octubre, 1988.
RIVOLTA, Carla y VACCANI, L.: "Dentro il libro". Sfogialibro, n° 1, 1990.
CARRERAS, Concepció. "Libros cientí­ficos, actuales y comprensibles". CLIJ, n° 10.
REYNES, Nuria. "Primeros conocimientos". CLIJ, n° 10.