'Despierta y sueña', de Mercedes Falconí­, ilustraciones de Mauricio Maggiorini. Quito: Ediecuatorial, 1998.
  • 'Despierta y sueña', de Mercedes Falconí­, ilustraciones de Mauricio Maggiorini. Quito: Ediecuatorial, 1998.

Técnicas literarias en la narrativa infantil contemporánea

Mercedes Falconí­

¿Lectura hechizo o lectura técnica?

Cuando leo un libro, busco descubrir los fantasmas que le acosan a un escritor. Respirar el aire de ambiente de la obra. Dejarme llevar por los demonios de la creación. Ducharme, metafóricamente, no solo en el pensamiento lógico, sino también en el pensamiento mágico. Una novela no dirige la mente del lector, no la enguiona: la incita.

Lectura sin academicismos: el premio Nobel de literatura Isacc B. Singer, autor de adultos, prefiere a los niños lectores por diez razones vitales 1:

1. Los niños leen libros; no reseñas. Les importan un comino los crí­ticos.
2. Los niños no leen para encontrar su identidad.
3. No leen los niños para librarse del complejo de culpa, para reprimir su sed de rebelión o para librarse de la alienación.
4. No necesitan los niños la psicologí­a.
5. Detestan a los psicólogos.
6. No tratan los niños de comprender a Kafka o a Joyce.
7. Los niños todaví­a creen en Dios, en la familia, los ángeles, el diablo, las brujas, los duendes, la lógica, la claridad, la puntuación y otras cosas pasadas de moda.
8. Les encantan las historias interesantes, sin comentarios, guí­as o notas al pie de la página.
9. Cuando un libro es aburrido, bostezan los niños abiertamente, sin vergüenza y sin temor a la autoridad.
10. No esperan que su querido autor redima a la humanidad. Jóvenes como son, saben que eso no está en su poder. Solo los adultos tienen esas ilusiones infantiles.

A los niños, en resumen, no les interesan las técnicas. Ni las carpinterí­as. Ni los análisis literarios... No entender esto es levantar muros académicos en la ciudadela de la creación. Es ponerle puertas al campo. Es separar, con el frí­o alambre erudito y pedagógico, los territorios de lo mágico. Acciones que finalmente terminan aislando al niño del libro y la lectura.
Para Coleridge, poeta inglés precursor del romanticismo, existen cuatro clases de lectores:

  • Los esponjas, que absorben todo cuanto leen y lo devuelven más o menos en el mismo estado, aunque un poco sucio. 
  • Los vasos de arena, que no retienen nada y se conforman con atravesar un libro por el gusto de atravesar el tiempo.
  • Las bolsas de género (especie de cedazos), que simplemente retienen la escoria de lo que leen.
  • Los diamantes, igualmente raros y valiosos, que sacan provecho de lo que leen y permiten que con ello también se beneficien otros 2.

La mayorí­a de nosotros pertenecemos ”“quizás”“ a la tercera categorí­a, aunque a veces también nos zambullimos en una de las primeras. Los lectores diamantes hay que buscarlos y formarlos en las minas de la niñez. Pregunto: ¿con la lectura técnica o con la lectura hechizo?
El lector diamante necesita ciertas pistas y herramientas que le permitan pasar de la literatura como entretenimiento a la literatura como placer verdadero. Es decir, pasar de la distracción pasiva a la participación activa. Placer que también buscarán los jóvenes lectores en su momento.

Una aproximación a la obra: la reelectura

Para conocer las técnicas utilizadas en la estructura de una obra es necesario releer esa obra, pero no una, sino cinco, seis o siete veces. Para familiarizarse con ella. Para ir, en fin, poco a poco descubriéndola, desvistiéndola... Hipótesis con fundamento. Cuenta Garcí­a Márquez que la breve novela Pedro Páramo, de Juan Rulfo 3, le deslumbró de tal manera, tan hondamente, que era falso que él pudiera recitar de memoria párrafos completos de esa obra. “La verdad iba más lejos: podí­a recitar el libro completo, al derecho y al revés, sin una falla apreciable”... Y podí­a incluso decir en qué página de su edición estaba cada episodio. A fuerza de releer, tuvo finalmente el escritor colombiano no solo la revelación de la insólita sabidurí­a de Rulfo, sino una mejor comprensión de su carpinterí­a secreta.

Tomar partido: el grande y donoso escrutinio en la librerí­a de Don Quijote 
Si yo hubiese estado, como personaje de Cervantes, en el “grande y donoso escrutinio de la librerí­a de Don Quijote”
4, ¿qué libros hubiese escogido y quemado? Yo, como habitante de esa novela magistral, ¿bajo qué embrujos técnicos hubiese escogido los libros para incinerar? ¿Cuáles me hubiese reservado para leer? ¿Y cuáles, por fin, para recomendar a los niños? ¿Con qué criterios académicos me hubiese movido si pienso, con Luis Alberto Sánchez, que la novela es un puente colgante entre la historia y la poesí­a? Desde luego que no me hubiese resignado a mirar pasivamente el show del humo.
¿Hubiese creí­do, como el ama de llaves, que a los libros los habitan peligrosos encantadores que enloquecen a la gente, hasta volverlos caballeros o poetas, es decir, gente peligrosa? Hubiese creí­do, como el cura o el barbero, que era necesario hacer un escrutinio detenido, viendo uno a uno los libros, para ver de qué trataban, pues podí­an hallarse algunos que no mereciesen castigo de fuego. O hubiese estado del lado de la sobrina, a quien le parecí­a que no se debí­a perdonar a ninguno, porque todos han sido dañadores. Los criterios “técnicos” no coincidí­an. Cuando se toparon con los cuatro de Amadí­s de Gaula, el cura dijo que todo parecí­a cosa de misterio, porque habí­a oí­do decir que ese libro fue el primero de caballerí­as que se imprimió en España, y que todos los demás habí­an tomado principio y origen de él, por lo que, “como dogmatizador de una secta mala”, debí­an, sin excusa, condenarlo al fuego. El criterio del barbero fue distinto: él habí­a oí­do decir que Amadí­s de Gaula era el mejor de todos los libros que de este género se habí­an compuesto, por lo que, como único en su arte, se le debí­a perdonar.
Jorge Luis Borges, el gran maestro de nuestra literatura contemporánea, que cree en Don Quijote, pero no en todas las aventuras que le adjudican los libros, porque “es evidente que muchas son invenciones de Cervantes”, opina, sutilmente, irónicamente, sobre la validez de las técnicas y licencias estilí­sticas: “Yo, a los setenta años puedo decirlo, creo que las estéticas son meros instrumentos de trabajo. Whitman, al condenar la rima, tuvo razón, porque esta hubiera sido maléfica para sus propósitos. Cuando Rubén Darí­o la alabó, tení­a razón también, porque era lo que él precisaba. Las teorí­as estéticas son estí­mulos o son pretexto de gratas conversaciones, nada más, lo importante es la belleza” 5.
Ni más ni menos. La belleza es lo fundamental. La imaginación es la que deslumbra, alumbra, conmueve y aprisiona. La novela como hechizo: “No existe el libro de historia, tratado o ensayo que pueda descubrir mejor el alma humana” 6.
Es así­. Pero, más allá de esta creencia rotunda, no desconozco que el largo camino de toda obra de imaginación superior, fascinante, está empedrado de técnicas literarias, viejas o nuevas, inéditas o redescubiertas. Conozco esta verdad: la intuyo cuando leo; pero como lectora, confieso una vez más, no me detengo en ese deshuesamiento. Francamente, a mí­ todo eso me produce pavor. “En la literatura las conclusiones no existen; en literatura nada se concluye. Todo es ambiguo. Todo fluye. Un mismo libro nunca es el mismo: por eso volver a leer a veces resulta más estimulante que descubrir nuevos libros...” 7.
De todas formas, haré una aproximación, no tanto a las técnicas, sino a las huellas que yo encuentro en la narrativa infantil contemporánea. Nadie es competente, decí­a Henrich Bí¶ll, para hablar de ningún tema, trátese de libros, de sí­ mismo, del mundo o del entorno, sino por medio de aproximaciones.

El lenguaje

Materia prima de toda obra. El lenguaje es, posiblemente, la primera técnica y la última. Inventar un lenguaje imposible para abordar lo posible, es el gran reto de todo creador. Especialmente cuando la palabra está degradada: “cuando su sentido no corresponde exactamente a su sonido”. O cuando está prohibida o apresada, porque se la teme.
Pero no me tomen a la tremenda. En el amplio universo de la literatura todo está permitido, pero siempre y cuando se sepa decirlo sutilmente, creí­blemente, poéticamente. ¡Cuánto importa el cómo, la palabra, en la literatura infantil, en la literatura a secas!
Todo está permitido, pero... He ahí­ la primera clave, en ese pero, en ese pensamiento adversativo que compara para restringir, para descartar, para condicionar. Para enseñar caminos. Para provocar.
Carlos Fuentes en su libro La nueva novela hispanoamericana escribe, hablando de la literatura de Borges:

Esta prosa deslumbrante, tan frí­a que quema los labios, es la primera que nos relaciona, que nos saca de nuestras casillas, que nos arroja al mundo y que, al relativizarnos, no nos disminuye, sino que nos constituye. Pues el sentido final de la prosa de Borges ”“sin la cual no habrí­a, simplemente, moderna novela hispanoamericana”“ es atestiguar, primero, que Latinoamérica carece de lenguaje y que, por ende, debe constituirlo. Para hacerlo, Borges confunde todos los géneros, rescata todas las tradiciones, mata todos los malos hábitos, crea un orden nuevo de exigencia y rigor sobre el cual pueden levantarse la ironí­a, el humor, el juego, sí­, pero también una profunda revolución que equipara la libertad con la imaginación, y con ambas constituye un nuevo lenguaje latinoamericano que, por puro contraste, revela la mentira y la falsedad de lo que tradicionalmente pasaba por 'lenguaje' entre nosotros 8.


Esta apertura sustantiva, que apunta el zum crí­tico ”“en primer plano”“ a la literatura en general, puede, sin duda, también aplicarse a la literatura infantil latinoamericana, literatura que está descubriendo permanentemente su lenguaje, su identidad, su voz. 9
Dar nombres serí­a extremadamente largo y peligroso, por las omisiones notorias, por las presencias inexplicables.

Contra la palabra dominación de la realidad histórica, la palabra imaginación de la literatura que busca, provoca, nos pone frente a nosotros mismos y nuestros sueños.

Adivinación versus comprobación

La ficción actual está inventando nuevos héroes. Héroes que se visten, a menudo, con las prendas de la ciencia y el mundo virtual... Esta ficción no puede adivinar ese mundo distinto, como Julio Verne adivinaba el entorno cuando escribí­a sobre la luna: ahora, en vez de adivinar, hay que comprobar. Quiero decir: utilizar las herramientas cientí­ficas, las palabras apropiadas que rigen ese mundo. Las autopistas cibernéticas, el infierno digital, la literatura futurista, en fin, tienen sus códigos y sí­mbolos donde los escritores deben, necesariamente, tributar. Esto también encuentro, ahora, en la literatura infantil.

La glocalidad

Aunque yo pienso que no se puede hablar de literatura francesa, inglesa, norteamericana o brasileña, sino de sus autores, especí­ficamente, con sus obras concretas, debo reconocer que en la actual narrativa infantil se encuentra frecuentemente esta disyuntiva: hay autores que escriben sobre la pequeña aldea, sobre la caverna de cada uno, mientras otros prefieren, más cautos o más ambiciosos, refugiarse en el universo.
La conquista de lo local: con imaginación y talento, lo local puede volverse universal. Una leyenda, una creencia general, un mito de la aldea, un rumor colectivo, son hoy tema de nuestra narrativa infantil. Llevar al papel la leyenda como cimiento de la fábula libre, y no como acercamiento a la herencia folclórica, es una constante en muchos autores latinoamericanos.
Lo insólito nuestro, de mi paí­s, puede convertirse en lo asombroso de todos. Jorge Amado, el gran maestro de Bahí­a, autor de la hermosa historia de El gato Manchado y la golondrina Sinhá enseña con su obra, como nadie, que la realidad es, a menudo, más delirante que la ficción.
Lo local: montañas, rí­os, selvas... venciendo ismos y teorí­as. Lo local: héroes o canallas, santos o demonios, ofreciéndose a los autores de la narrativa más calificada para transitar por el mundo de la fábula, que no repite, sino contiene a la historia.
Temas inéditos, increí­blemente. “El general Antonio López de Santana, que fue tres veces dictador de México, hizo enterrar con funerales magní­ficos la pierna derecha que habí­a perdido en la llamada 'Guerra de los Pasteles'. El doctor Gabriel Garcí­a Moreno gobernó a Ecuador durante 16 años como un monarca absoluto y su cadáver fue velado con su uniforme de gala y su coraza de condecoraciones sentado en la silla presidencial” 10. Cuando recordamos estas verdades históricas, entendemos cuán difí­cil es para la ficción encontrar palabras y metáforas con las cuales competir o, por lo menos, reproducir la realidad. Pero ahí­ están los hechos reclamando, pacientemente, autores.
La conquista de lo universal: tentación o desafí­o, que exige a los creadores llevar los temas abstractos, universales, a ducharse en las aguas de la caverna propia, para que el tema no se diluya en un supuesto cosmopolitismo ni en una erudición que, en términos creativos, poco significa o representa.
Lo abstracto universal: António Lobo Antunes, el lúcido cuentista y novelista portugués, recrea con maestrí­a un tema de muchos autores: la nostalgia por la niñez; nostalgia que satiriza, igual, en todos los idiomas a las hí­bridas “personas mayores” 11.
En nuestro idioma, jugando con los términos, uniendo ambas vertientes: globalidad y localidad, se habla ”“hoy mismo”“de la glocalidad.
La glocalidad literaria: una obra, una novela, que solo pudo haber sido concebida en la matriz de una cultura y en un sitio exacto del planeta (que incluso a veces no conocemos), pero que nos hace sentir, la obra, humanos, vecinos de esa región y, a la vez, universales. La literatura grande, profunda, no tiene ”“finalmente”“ nacionalidades ni fronteras: nos representa a todos.

Sí­ y no a la técnica

No juego a la tangente: sé que los creadores que cuentan con las armas del talento y la imaginación para enfrentar todas las dimensiones del ser humano, todos los sentimientos interiores, todos sus sueños y pesadillas, deben, desde luego, conocer o inventar técnicas narrativas: asumirlas, usarlas, abusarlas y también violarlas... Burlarse, en suma, de ellas: vencerlas, sin que el lector se percate. Sin que el lector encienda sus alarmas psicológicas.


Notas:

1. Discurso pronunciado en Estocolmo, en la recepción del premio Nobel de literatura, por Isacc Bashevis Singer.
2. Los libros en mi vida. Henry Miller. Siglo Veinte. Buenos Aires, 1973.
3. “Breves nostalgias sobre Juan Rulfo”. Gabriel Garcí­a Márquez. Diario El Comercio, mayo de 1979.
4. Don Quijote de la Mancha. Miguel de Cervantes. Galaxia Gutenberg. Cí­rculo de Lectores. Barcelona, 1998.
5. Borges A/Z. La Biblioteca de Babel, colección de lecturas fantásticas dirigida por Jorge Luis Borges. Ediciones Siruela. Madrid, 1991.
6. Si una mañana de verano un niño. Carta a un hijo sobre el amor a los libros. Roberto Cotroneo. Taurus Bolsillo. España, 1998.
7. Idem.
8. La nueva novela hispanoamericana. Carlos Fuentes. Cuadernos de Joaquí­n Mortiz. México, 1980.
9. Panorama histórico de la literatura infantil en América Latina y el Caribe. Antonio Orlando Rodrí­guez. CERLALC. Colombia, 1994. Apreciación que se comprueba en la literatura que va desde Monteiro Lobato (Brasil), José Martí­ (Cuba), Rafael Pombo (Colombia), Gabriela Mistral (Chile), Horacio Quiroga (Uruguay), Javier Villafañe (Argentina), ílvaro Yunque (Argentina), Juana de Ibarbourou (Uruguay), Carmen Lyra (Costa Rica), Aquiles Nazoa (Venezuela), Nicolás Guillén (Cuba), Darí­o Guevara Mayorga (Ecuador), Oscar Alfaro (Bolivia), Joaquí­n Gutiérrez (Costa Rica), Marcela Paz (Chile), Carlos Luis Sáenz (Costa Rica), Dora Alonso (Cuba), Maria Elena Walsh (Argentina), Onelio Jorge Cardoso (Cuba), Mirta Aguirre (Cuba), Laura Devetach (Argentina), Ana Marí­a Machado (Brasil), Ruth Rocha (Brasil), Marina Colasanti (Brasil), Lygia Bojunga Nunes (Brasil), hasta Alvaro Cardoso (Brasil), Angela Lago (Brasil), Eva Furnari (Brasil), Flavio de Souza (Brasil), Ema Wolf (Argentina), Gustavo Roldán (Argentina), Graciela Cabal (Argentina), Senel Paz (Cuba), Eliseo Alberto (Cuba), Antonio Orlando Rodrí­guez (Cuba), Daí­na Chaviano (Cuba), Alberto Serret (Cuba), Chely Lima (Cuba), Hernán Rodrí­guez Castelo (Ecuador), Gloria Cecilia Dí­az (Colombia), Yolanda Reyes (Colombia), Irene Vasco (Colombia), Ivar Da Coll (Colombia), Jairo Aní­bal Niño (Colombia)...
10. “La soledad de América Latina”. Discurso pronunciado en Estocolmo, en la recepción del premio Nobel de literatura, por Gabriel Garcí­a Márquez.
11. Sonetos a Cristo. António Lobo Antunes. Alianza Editorial. Madrid, 1997.

Ponencia presentada en Porto Alegre, Brasil, en noviembre de 1999, durante el Seminario de Literatura Infantil realizado en la 45° Feria Do Livro. 

Artículo puesto en línea en julio de 2000.