Lucy Montgomery.
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Una heroí­na romántica: Anne de Green Gables

Manuel Peña Muñoz

Uno de los libros más interesantes y menos conocido de la literatura juvenil es la novela Anne de Green Gables, de Lucy Montgomery (1874-1942), considerada una obra clásica de la literatura infantil y juvenil canadiense. Llevada al cine en diversas ocasiones, esta magní­fica obra en lengua inglesa ha sido cuidadosamente traducida al español y editada bajo el sello de Pehuén Editores, Santiago de Chile, con el auspicio de The Canada-Latin American Forum (FOCAL). Gracias a esta iniciativa, podemos por fin tener con nosotros a Anne de Green Gables, la encantadora muchachita de trece años que vivió a comienzos de siglo en uno de los rincones más bellos del planeta: la isla del Prí­ncipe Eduardo, frente a Terranova, en el sureste de Canadá.

Con un tono autobiográfico, Lucy Maud Montgomery moldea a su personaje con diálogos certeros y descripciones vivaces: Anne de Green Gables es pecosa, delgada y pelirroja, pero no le agrada en absoluto el color de su cabello, aunque al final termine aceptándose a sí­ misma. Es romántica, amistosa, sensitiva, soñadora hasta lo indecible y profundamente vital. Ama los crepúsculos frente al mar, en el golfo de San Lorenzo, conoce el lenguaje del viento y lo que dicen las mariposas en su vuelo. Conversa con los pájaros del bosque, pone nombres a los lagos y a los senderos, dialoga con el eco y con su imagen reflejada en el vidrio de un mueble. Puede percibir de lejos el perfume ácido de los manzanos silvestres y es una de las pocas personas en el mundo que sabe que los abedules hablan en sueños y que las amatistas son las almas buenas de las violetas.

No obstante la maravillosa naturaleza que la rodea, Anne de Green Gables no es enteramente feliz, ya que sus padres murieron jóvenes y fue criada por una vecina a la que tuvo que ayudar en los trabajos domésticos. Anne Shirley sufrió toda clase de adversidades hasta que al fin, la llevaron a un asilo de niñas huérfanas. Toda una tragedia infantil al uso en ese tiempo de novelas decimonónicas en las que latí­a una crí­tica social.

Anne Shirley fue también desventurada como todos los personajes de la literatura juvenil de su época, como el protagonista de Sin familia, de Héctor Malot, sólo que en este caso, la protagonista es una niña, lo que le acarrea una serie de problemas y contratiempos inverosí­miles por el sólo hecho de ser mujer.

En el fondo, la escritora Lucy Montgomery realiza una reivindicación femenina en una época en que abundaban los estereotipos de muchachos en la literatura juvenil.

Puede decirse que David Copperfield y Oliver Twist son sus hermanos gemelos porque, como ellos, esta deliciosa criatura sufre profundamente, se emociona y entrega un corazón puro, deseoso de recibir y de dar amor. Como Tom Sawyer y Huckleberry Finn, esta heroí­na juvenil ama la vida al aire libre, la fragancia de la menta al atardecer, los puentes colgantes y los nidos de los pájaros en lo alto de los árboles. No vacila en meterse en los rí­os o en correr valientemente por praderas inmensas como una pequeña y salvaje heroí­na de gran temperamento capaz de enamorarse y de ser feliz con las pequeñas cosas. Por algo Mark Twain quedó extasiado cuando leyó el libro y consideró que la protagonista era "la más dulce y tierna creación de la niñez".

Anne de Green Gables pertenece a la imaginación literaria infantil y juvenil. Es de la misma familia de Alicia en el Paí­s de las maravillas, de Lewis Carroll, y de Heidi, de Johanna Spyri: mitad fantasí­a pura, mitad romanticismo de la naturaleza reivindicada por la poesí­a.

El origen literario de Anne de Green Gables

Lucy Montgomery ya habí­a escrito algunos cuentos, poemas y artí­culos que se publicaban en periódicos de provincia en Canadá, pero su sueño era escribir una verdadera novela. Un dí­a de primavera, en 1904, revisando papeles viejos y libretas de notas en la buhardilla de la casa donde se sentaba a escribir, encontró en un recorte de periódico la noticia que andaba buscando para escribir un libro. El texto era muy simple: un matrimonio deseoso de adoptar a un niño, solicitaron a un orfelinato que le enviaran uno para trabajos domésticos en el campo, pero por error, le enviaron a una niña.

Indignados, decidieron devolverla. Eso era todo lo que decí­a la escueta noticia. Pero en el corazón de Lucy Montgomery, esas lí­neas tuvieron un fuerte impacto. Imaginó cómo se habí­a sentido esa pobre muchacha y de inmediato comenzó a darle vida. Tendrí­a un nombre, un hogar y grandes deseos de vivir y de cambiar el mundo. Estaba sola, era cierto, nadie la querí­a y la estaban despreciando por ser mujer. Pero iba a salir adelante. Era lo que deseaba intensamente Lucy Montgomery cuando leí­a una y otra vez la noticia de ese caso insólito. Necesitaba rescatar a esa muchachita indefensa que podí­a valer incluso mucho más que un hombre.

Así­, el maravilloso personaje acaba imponiéndose por sí­ mismo no sólo ante la pareja que termina aceptándola “la querida Marilla y su hermano Mathew “, sino ante todo el pueblo e incluso ante el lector que termina también subyugado por la arrebatadora personalidad de la heroí­na, conmovedora, tierna, tremendamente querible y profundamente humana.

La independencia femenina

Con excepción de Mujercitas, de Louise May Alcott, que se habí­a publicado en 1868, no se habí­a escrito en lengua inglesa un libro juvenil que fuese protagonizado por una heroí­na. En Little Women, queda de manifiesto la fuerza de las hermanas que salen adelante solas, gracias al esfuerzo y la perseverancia.

La querida Jo fue un ejemplo de seguridad moral y de energí­a propia que sirvió de modelo a muchas "mujercitas", algunas de las cuales han confesado que son escritoras porque, como Jo, han decidido escribir sus primeros cuentos impulsadas por el talento literario de su heroí­na sabia e independiente.

Dice la escritora española Carmen Bravo-Villasante: "El grupo de hermanas tiene gran sentido común, son eficaces y aptas para la convivencia y para realizar una labor en común. No se desaniman por las adversidades, saben salir con serenidad de todas las pruebas, tienen inventiva y laboriosidad y una gran alegrí­a activa impulsa todos sus movimientos".

Como ellas, Anne de Green Gables triunfa en su modelo de ser mujer en libertad. De hecho, el feminismo de la escritora queda de manifiesto cuando señaló en una entrevista: "No me agrada ser igual a los hombres. Prefiero mantener mi superioridad".

Actualidad de Anne de Green Gables

En su fuerza interna y en su hermoso crecimiento interior, Anne de Green Gables es uno de los pocos personajes literarios que salta de las páginas del libro y se convierte en un ser de carne y hueso que parece que hubiéramos conocido de siempre. Tiene una vitalidad irresistible y lo más sorprendente “pese a los años transcurridos desde su primera publicación en 1908 “ es que conserva su frescura y su naturalidad.

Anne de Green Gables es una novela actual incluso en el estilo, que se siente ágil y contemporáneo. Son también rasgos de modernidad su sentido del humor, su optimismo inquebrantable, su sensibilidad ante la naturaleza, su posición frente al hecho de ser mujer y su generosa manera de vivir, ayudando a los demás y brindando a todos un mensaje de juventud que llega incluso a los personajes más amargados y escépticos, revitalizándolos. Todos, en fin, acaban transformados por la alegrí­a sana y contagiosa de Anne de Green Gables.

Lucy Montgomery termina convenciéndonos con este personaje surgido de su inventiva y también de sus propios recuerdos, porque en su protagonista se refleja a sí­ misma ya que le proyectó todas las vivencias infantiles, especialmente de cuando vivió en el campo, en Cavendish, junto a su abuela materna que era terriblemente severa.

Gracias a la fantasí­a y a la imaginación de la autora, el pequeño pueblo se transformó en la novela en la mágica aldea de Avonlea, en tanto que la abuela Macneill deviene en el inolvidable personaje de Marilla que se va transfigurando y humanizando a medida que avanza la novela. Los lectores pueden sentir cómo su corazón se va entibiando al calor de la personalidad de la niña adoptada.

Incluso, vemos cómo esta mujer solitaria y de ceño adusto se proyecta por primera vez, dándole un sentido positivo a su vida en la educación de la niña. Lo mismo ocurre con su hermano, también solterón, que al final de sus dí­as, se siente iluminado gracias a la vitalidad de Anne Shirley. (Tan querida es esta protagonista que en los años 40, cuando fue llevada por segunda vez al cine, después de una versión muda, la actriz que la encarnó tomó de la niña su nombre artí­stico para sus futuras pelí­culas. Desde entonces, fue también Anne Shirley.)

La infancia recuperada

Las experiencias campestres de la niñez en Cavendish formaron el temperamento de Lucy Montgomery, de manera que cuando comenzó a redactar el manuscrito en una vieja máquina de escribir de segunda mano, ya estaba en su corazón la base de la novela que derivarí­a en una larga serie.

Al éxito inmediato de Anne de Green Gables (1908) le siguieron, entre otras obras, Anne de Avonlea (1909), Anne de la isla (1916), La casa de los sueños de Anne (1918), El valle del Arco iris (1920), Anne de los álamos ventosos (1936) y Nuevas crónicas de Avonlea (1942), su última publicación poco antes de morir, en la que reúne sus postreros recuerdos en la patria de la infancia. Estaba herida de muerte en estas fechas difí­ciles para la humanidad durante los dí­as de la segunda guerra mundial.

Desde la verde buhardilla

La vieja casa de la niñez en el campo, con sus escaleras, su porche y su desván siempre persiguió a la escritora. Sus recuerdos de infancia fueron su obsesión y la base de sus libros. Ellos están escritos con el corazón apegado a las más sensibles vibraciones de ese tiempo hermoso. Por eso es que han llegado universalmente a todos los rincones del mundo.

Los libros de Lucy Montgomery se han traducido al alemán, danés, sueco, francés, español y polaco e, incluso, al braille. Las traducciones a lenguas orientales han sido significativas a tal punto que la novela es muy leí­da en Japón donde cobra ribetes de gran actualidad a raí­z del constante canto a la naturaleza. Hoy, son muchos los grupos de mujeres japonesas que llegan a las provincias marí­timas de Canadá para seguir la ruta de Anne de Green Gables. Internándose por paisajes siempre verdes, mujeres contemporáneas de todo el mundo tratan en vano de buscar el valle de las Violetas, el sendero de los Amantes, el camino de los Abedules o el lago de las Aguas que Brillan, sin saber que “como en toda obra literaria “ la autora mezcló la evocación con la invención, consiguiendo con ello un mundo propio. De allí­ que sea muy difí­cil llegar a identificar exactamente los santos lugares, aunque haya en la pradera una antigua casa campesina muy bien conservada que tiene un letrero en el que leemos "Green Gables". Incluso, en el segundo piso hay una indicación que dice "Habitación de Anne de Green Gables". Un nuevo ejemplo de que, a veces, es imposible separar la fantasí­a de la realidad.