Stephenie Meyer.
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Stephenie Meyer y el mordisco del vampiro adolescente

Rita Casal

En las afueras de Phoenix, a principios de junio de 2003, una ama de casa de 29 años de edad, madre de tres hijos y fiel seguidora de la Iglesia de Jesucristo de los Santos del íšltimo tuvo un sueño en el que un joven y atractivo vampiro se preguntaba qué lo seducí­a más: si la yugular o el amor de una chica adolescente.

Un sueño bastante cursi, pensarán muchos y no seré yo quien ponga en duda su apreciación. Pero lo cierto es que, inspirada por ese sueño que la despertó en medio de la noche, la joven mormona empezó a escribir febrilmente un largo relato y no descansó hasta que, tres meses después, robándole tiempo a sus tareas hogareñas, concluyó el manuscrito.

¿Te muerdo o no te muerdo?

Una tarea titánica, sobre todo si se tiene en cuenta que Stephenie Meyer (Connecticut, Estados Unidos, 1973), no habí­a dado antes ninguna señal de tener dotes para la creación literaria. Tituló la novela “prevista como el inicio de una tetralogí­a “ Crepúsculo y se dio a la tarea de enviarla a distintas editoriales. Aunque nunca lo ha confesado abiertamente, posiblemente su idea era convertirse en una nueva J.K. Rowling y sorprender al mundo con una suerte de Harry Potter con comillos de vampiro.

La suerte o Dios “¿cómo saberlo con certeza? “ la favorecieron, y poco después tení­a firmado un contrato con el sello Little, Brown & Company por tres libros y depositó en su cuenta bancaria un jugoso anticipo de 750 mil dólares que le permitió dedicarse de tiempo completo a escribir. En octubre del 2005, Crepúsculo se puso a la venta y de inmediato tuvo un éxito arrollador.

En sus páginas, Meyer relata las aventuras y desventuras sentimentales del chupasangre Edward Cullen, un vampiro de 17 años que ha renunciado al placer de chupar sangre, y la inocente Isabella Marie -Bella  Swan, una chica que llega a vivir con su padre, el sheriff del lugar, a la pequeña localidad de Forks, en el estado de Washington. Como toda historia de amor necesita un antagonista, en la de Meyer ese rol lo desempeña Jacob Black, un atractivo hombre-lobo. "Escribí­ Crepúsculo pensando en mí­. Y concebí­ una fantasí­a. Un amor que en las páginas de mi libro es tan fantástico como el mundo de los vampiros , ha comentado Meyer. -Es Romeo y Julieta, es la mitologí­a del amor. Esa primera vez que nadie olvida. No querí­a nada real. Buscaba algo diferente, parecido a los dioses griegos, y eso es lo que escribí­"

Ahora bien, que nadie se equivoque: en este triángulo juvenil los tres vórtices, aunque tengan las hormonas alborotadas, se contienen para mantenerse puros y castos, y no van más allá de románticos besos. Mormona hasta el tuétano, la escritora no les permite a sus personajes disfrutar de experiencias í­ntimas prematrimoniales: sus héroes son campeones de la abstinencia sexual y así­ queda probado en los siguientes volúmenes de la serie: Luna nueva (2006), Eclipse (2007) y Amanecer (2008).

Como ha apuntado sagaz e irónicamente un crí­tico, por su perfección tanto fí­sica como moral, Edward es el vampiro que cualquier mormón desearí­a como yerno.

El boom Meyer

El desenlace de la saga creó una doble expectativa: por una parte, los vampiros -buenos  se unen para enfrentarse a los vampiros -malos  que amenazan a la apacible comunidad donde transcurre la acción; por otra, Bella después de preparar minuciosamente cada detalle de su boda, se casa con Edward y disfruta, con su apolí­neo esposo, de una paradisí­aca luna de miel en una isla brasileña. Amanecer logró un asombroso volumen de ventas en los Estados Unidos: un millón 300 ejemplares a solo 24 horas de llegar a las librerí­as. Tan increí­ble como el meteórico -embarazo vampí­rico  de Bella, quien da a luz a la pequeña Renesmee solamente un mes después de haberla concebido.

Aunque desde que empezó a escribir su saga Meyer se propuso concluirla con Amanecer, en el último momento decidió convertirla en una pentalogí­a y añadirle, a manera de coda, un tomo más, titulado Midnight Sun (Sol de medianoche). Sin embargo, el borrador de esa quinta novela fue robado por un hacker y la autora, ante su filtración cibernética, anunció en una carta abierta publicada en su sitio web que el libro quedaba descartado. Aun más: añadió que estaba decepcionada del mundo de la literatura. Decepción que, como se sabe, no le duró mucho a la autora viva que más libros vende del mundo, pues en el 2008 dio a conocer La huésped, la primera parte de una nueva serie en la que los vampiros han sido sustituidos por aliení­genas.

El mercadeo de todo tipo que se ha generado alrededor de Stephenie Meyer y sus personajes es impresionante. Además de la filmación de taquilleras pelí­culas, Hí¤agen Dazs ha vendido helados con sabores inspirados en su obra y la Cruz Roja acude a las fiestas de lanzamiento de sus libros y premia con buenos puestos en la fila a los fans que se animen a donar sangre. En Internet, existe una activa comunidad se seguidores del universo de ficción concebido por Meyer. -Asusta un poco , ha declarado la escritora. -Al final tienes que dar un paso atrás y pensar: ˜En fin, yo escribí­ esto para divertirme y no puedo controlar cómo lo va a interpretar la gente ™. La verdad es que no lo entiendo. Lo escribí­ tan especí­ficamente para mí­... Yo tení­a la sensación de que los personajes eran reales, que viví­an conmigo. Pero no esperaba que la gente también los percibiera como reales .

Una miedosa con noción de eternidad

Un año antes de graduarse de Literatura Inglesa, Meyer se casó con William Patrick -Pancho  Meyer, un chico de su misma comunidad religiosa al que conocí­a desde los cuatro años. Poco después comenzó a trabajar como recepcionista en una inmobiliaria, pero cuando vino al mundo su primer hijo, se dedicó de lleno a ejercer la profesión de ama de casa, algo de lo que se siente sumamente orgullosa. En la actualidad su esposo Pancho (quien, pese a su sobrenombre, no tiene ni una gota de sangre hispana en las venas) se retiró de su trabajo como contable y es quien se ocupa de que todo funcione bien en el hogar.

Si hemos de dar crédito a lo que ha afirmado en distintas entrevistas, antes de soñar con Edward y Bella, Stephenie Meyer jamás habí­a escrito nada en serio. También ha declarado que jamás se habí­a interesado en el universo de los vampiros y que solamente los conocí­a por los disfraces de la fiesta de Hallowen. Y, por supuesto, ni siquiera habí­a hojeado el clásico Drácula, de Bram Stoker. Sin embargo, no oculta su condición de lectora voraz y entre sus autores favoritos menciona a Orson Scott Card, L. M. Montgomery, Jane Austen, León Tolstoi, Daphne Du Maurier, Louise May Alcott, Margaret Mitchell y Edgar Rice Burroughs. En la tetralogí­a abundan las referencias y citas a obras como Romeo y Julieta, Sueño de una noche de verano, El mercader de Venecia, Cumbres borrascosas y Orgullo y prejuicio.

El secreto de la fluida comunicación que logran sus creaciones con el público adolescente podrí­a estar, según ella, en el contacto estrecho que tiene con jóvenes de esas edades. -Soy profesora en la escuela dominical [de su iglesia], estoy con muchachos de 16 y 17 años y se parecen mucho a mí­ a esa edad , explica. Al fin y al cabo, pareciera sugerir, sus vampiros y licántropos comparten muchos de los problemas de identidad y de búsqueda de un espacio propio en el mundo de los adultos que tienen la mayorí­a de los adolescentes.

Al preguntarle sobre cómo su condición de mormona influye en su literatura, ha respondido: -En lo único en que mi religión influye en mis libros es en que los personajes tienen una noción de eternidad. La gente se pregunta qué hay después de la muerte y cómo afecta eso a su vida, y mis personajes también . Pero lo cierto es que el comportamiento de sus personajes juveniles, tan polí­ticamente correcto, resulta emblemático para los sectores más conservadores de la sociedad estadounidense.

Meyer no fuma ni bebe alcohol, pero de vez en cuando se permite algunos pecados, como tomar Coca-Cola y saborear una tarta de queso. Una de sus virtudes parece ser la de no perder fácilmente la paciencia. Cuando Stephen King expresó públicamente que la diferencia entre J.K. Rowling y Stephenie Meyer era que la primera era una gran escritora y que lo que escribe la segunda no vale nada, la Meyer se negó, con una sonrisa tí­mida, a hacer comentarios al respecto. -No voy a decir nada sobre eso , declaró con expresión inocente. -No he leí­do nada suyo. Soy bastante miedosa y no me gusta el género de terror .

Sobre su método de trabajo, ha dicho que se esmera por lograr tensión al final de cada capí­tulo y que, mientras escribe, para lograr el ritmo necesita escuchar música alternativa de grupos como Linkin Park y Muse. -No puedo con el country , aclara.

De sus declaraciones se deduce que, aunque el universo de sus vampiros pueda parecer demasiado idí­lico, la creadora de Bella, Edward y Jacob tiene los pies puestos sobre la tierra. -Miras al mundo y solo ves guerras. La gente es capaz de hacerle cosas verdaderamente idiotas a los demás, pero también de hacer cosas sorprendentes , ha dicho. -Yo espero que mis hijos crezcan en un mundo mejor, pero sé que les aguardan enormes desafí­os. Y procuro que estén preparados .