La importancia de la literatura de fantasía en el contexto centroamericano

Roxana Méndez
¿Por qué escribir libros para niños en uno de los países más violentos del mundo? ¿Es importante fomentar la fantasía y la imaginación en una niñez que se enfrenta a la violencia y al maltrato en la escuela, en la calle y en su misma casa? ¿Puede acaso la literatura salvar a un niño de la violencia? Muchas veces me he hecho estas preguntas. Con respecto a esta última, en mi propia experiencia, así fue. Nací y crecí en un país en guerra. Cuando era niña, mi familia y yo tuvimos que huir para sobrevivir. Y no hablo de manera metafórica, fue así realmente. Abandonamos nuestra casa, muchas de nuestras costumbres, nos marchamos de un día para otro, sin tener tiempo para llevarnos nada más que lo necesario. Cuando la guerra terminó, yo tenía trece años, y la literatura me había salvado. La literatura me había abstraído de un mundo que estallaba a mi alrededor. Por supuesto, entonces no me daba cuenta ello, ha sido solo más tarde cuando he comprendido que fue así. 

Hoy día, en El Salvador y demás países del triángulo norte centroamericano continúa un ciclo de violencia que parece no tener fin. Hasta hace muy poco, esta región fue considerada como la más mortífera del mundo, con un índice de muertes violentas superior al de las zonas de guerra. La cantidad de niños y jóvenes involucrados en esta situación es alarmante. Asimismo, según datos de la UNICEF, actualmente más de la mitad de los niños salvadoreños sufren violencia en sus casas. En consecuencia, El Salvador y demás países de la región reciben importantes donaciones internacionales para ejecutar proyectos de prevención de la violencia, algunos de ellos son programas para combatir esta situación con el arte y la literatura. Sin embargo, desde las agencias de desarrollo hasta las instituciones educativas y las editoriales, casi todas parecen estar enfocadas en abordar de manera directa los temas que más aquejan a nuestra niñez en este sentido: el acoso de las pandillas en las escuelas y en la calle, el embarazo adolescente o las formas de violencia en el hogar. Al momento de publicar, me he enfrentado tanto a las listas de estos temas que las editoriales en Centroamérica están publicando como a aquellas que tácitamente no, y parece que las historias de fantasía se han dejado de lado por la mayoría, es claro que no son una prioridad. Y, he de suponer, que la causa de que no lo sean pasa por no abordar estos temas de forma evidente y frontal, asumiendo que lo realista es la única manera de afrontar la realidad cotidiana. Es decir, dejando de lado un carácter más profundo de lo literario. Es como si nada pudiera decirnos una historia como Peter Pan sobre el significado del tiempo o la madurez. En los últimos años, están surgiendo muchos nuevos autores de literatura infantil en la región, los cuales están intentando abrirse camino, por lo que creo que es importante señalar que es vital que no se vean sometidos por dichos parámetros.

En muchos casos, parece que se ha olvidado que la literatura en sí misma, casi sin importar el género o subgénero que adopte, puede ser un medio de prevención de la violencia. Los libros, además de conducir a nuevas actitudes y prácticas de convivencia, desarrollan los procesos cognitivos, las estructuras mentales y el intelecto en general. Todo ello provee al pequeño lector de nuevos horizontes más allá de los ya conocidos y a aspirar y buscar el acceso a una realidad mejor que la de un entorno desfavorable. Es por esto que creo que los niños deberían tener a su alcance un abanico literario del que puedan echar mano según sus necesidades, y así como estos cuentan con acceso a una literatura más realista, también deberían tener a disposición aquella que alimente y desarrolle más su imaginación. 

Por tanto, más allá de los textos didácticos presentados como cuentos o de historias fabricadas para el mercado escolar y para las instituciones que buscan combatir la violencia al incluir estos casos de la vida real en los cuentos y novelas infantiles, los niños también necesitan textos meramente literarios, cuya función principal sea solo estética, aunque esta al final termine cambiando su futuro. La literatura de fantasía nos hace soñar con mundos y personajes totalmente desconocidos y nos hace atravesar paredes o volar sobre océanos junto a hadas o duendes, aun cuando estemos encerrados en una pequeña habitación. Todos, desde pequeños, necesitamos la imaginación que nos hace creer que podemos lograr cosas grandiosas y nos hace más grandes en la vida real. 

Julio Verne imaginó que el hombre iba a la Luna o al fondo del océano mucho antes de que estos hechos realmente sucedieran. Y en una ocasión, Albert Einstein, en una entrevista con The Saturday Evening Post, dijo: “La imaginación es más importante que el conocimiento. El conocimiento es limitado y la imaginación circunda el mundo”. 

Los libros salvan, la imaginación salva, no solo nos abstrae de eventos terribles al llevar nuestra mente a lugares y situaciones más amables, sino que nos ayuda a resolver problemas de manera creativa en la vida diaria. La imaginación, según el eminente psicólogo ruso Lev Vigotsky, “como base de toda actividad creadora, se manifiesta por igual en todos los aspectos de la vida cultural posibilitando la creación artística, científica y técnica”. Él nos recuerda que la psicología infantil recalca la importancia del fomento de la imaginación de los niños para su desarrollo general y que la literatura se convierte en la actividad más extendida y masiva de la función imaginativa. 

La literatura de fantasía puede no estar contando una verdad del mundo real, pero no por ello deja de tener verosimilitud, de poseer la capacidad de que el niño, el adolescente, o el lector en general se conmueva, gracias a su semejanza con la vida, y pueda adentrarse en un mundo construido a partir de la imaginación de alguien más, el creador de la historia, y usarla como base para su propia fantasía.           

Cada lector es capaz de imaginar, y es por ello que un mismo libro es distinto para cada uno. Las posibilidades de interpretación también cambian a través de las épocas de la vida y la lectura en la niñez provee de respuestas diferentes que las que esta da cuando se es una persona adulta. Quizá yo le tenga tanto aprecio a la literatura de fantasía porque leí libros como Un mago de Terramar o El señor de los anillos en mi adolescencia, cuando empezaba a escribir, libros llenos de fantasía, de una función poética, más allá de lo referencial. 

En mi propia experiencia, los libros siempre me acompañaron, incluso antes de aprender a leer. Las historias en prosa o en verso me llegaban a través de la voz de mi madre o de mi abuela durante los largos años de guerra. Me mostraron el mundo antes de empezar a viajar y fui a otros mundos que solo existen en sus páginas y a los que solo iré cuando vuelva a esas historias. Es por eso que creo que los libros de fantasía cambian vidas y que estos deberían estar disponibles, especialmente en Centroamérica, para toda nuestra niñez en el momento en que esta más los necesita.

Texto leído el 23 de noviembre de 2019 en el 6to. Seminario de Literatura Infantil y Lectura de la Fundación Cuatrogatos y la Feria del Libro de Miami como parte del panel Los libros, la lectura y nosotros.
Artículo puesto en línea en marzo de 2020.