¿Qué ocurre en el cerebro del niño lector?

Francisco Leal Quevedo
“¿Importa para nuestras vidas saber cómo funciona el cerebro? Creo que importa y mucho, sobre todo si aparte de conocer lo que actualmente somos, nos preocupamos por aquello que podemos llegar a ser”.
Antonio Damasio [1]

Todos nosotros, que participamos en la crianza de los niños y a la vez procuramos estimularles la lectura, nos hacemos con frecuencia esta pregunta: ¿Qué ocurre en el cerebro del niño lector?

Hay dos elementos en esta cuestión: el cerebro del niño y el aprendizaje lector. Revisemos las particularidades del cerebro infantil. Nacemos en estado de inmadurez. No podrí­amos sobrevivir sin la ayuda de los otros. Ningún otro animal nace en tan marcadas condiciones de dependencia. Un potrillo pronto está en pie. Un conejo rápidamente es capaz de correr y saltar. En cambio el homo sapiens sapiens requiere mucho tiempo para lograrlo, necesita cuidado y crianza. Nuestra inmadurez al nacer se debe al tamaño de nuestro cerebro. Nuestro nacimiento es prematuro, pero si nos demoráramos más en el útero no podrí­amos nacer. [2]

Nuestro cerebro inmaduro tiene muchas capacidades en potencia. Somos aptos para aprender velozmente, resolver muchos problemas y anticipar dificultades. Esta estructura está compuesta por millones de células llamadas neuronas. Al nacer, el cerebro del niño contiene 100.000 millones de neuronas. El problema es que están casi desconectadas. El contacto de dos neuronas se llama sinapsis. El aprendizaje de una habilidad se realiza mediante la producción de nuevas sinapsis, de nuevos enlaces entre las neuronas.

El cerebro fetal crece rápidamente, en especial entre la semana 10 y la 20. En esa época puede llegar a producir doscientas mil nuevas neuronas por minuto. [3] El bebé llega preparado para luchar por la vida. Ese cerebro tiene una gran plasticidad. “La plasticidad del sistema nervioso es la propiedad de ser modificado en su estructura o en su función como el resultado del desarrollo, de la experiencia o de las lesiones”. [4] El cerebro cambia, se adapta. Esa capacidad es extraordinaria en los primeros meses. Pero en algún grado va a permanecer a lo largo de toda la vida.

El cerebro se va conectando paulatinamente con el exterior, mediante la producción de nuevas y numerosas sinapsis. El niño produce en ciertas épocas un millón de ellas por segundo. Y una sinapsis a medida que se usa más, logra que ese circuito neuronal sea más fuerte. Y también puede olvidar y desechar los circuitos que no se usen.

El crecimiento del cerebro durante el primer año es espectacular, pasa de pesar 400 gramos a un kilogramo. El crecimiento dendrí­tico del cerebro es sensible a la experiencia en especial a la interacción con los cuidadores. Aprenderá a leer el mundo siguiendo nuestras huellas. Ese ser inmaduro cae en una red social. No nacemos en el vací­o, llegamos a una familia, a una sociedad, a una cultura. Caemos en una “urdimbre afectiva”. [5] Somos completados por la crianza, por el Grupo social. Son muy importantes las primeras relaciones afectivas para la terminación de sus estructuras biológicas. El entrenamiento mental o la vida en entornos estimulantes incrementan el peso del cerebro en un 5%, en la corteza neuronas entrenadas y estimuladas pueden desarrollar un 25 % más de ramificaciones y aumentar su tamaño, el número de conexiones por neurona y su riego sanguí­neo. [6]

El bebé nace preparado para construirse a sí­ mismo de acuerdo con las experiencias que vendrán [7], pero necesita que sean positivas, que el entorno sea estimulante. En esta época de Informática, podemos decir que el cerebro del bebé humano es incompleto y necesita ser “programado” por los adultos. Ello favorece la evolución ya que hace que la cultura humana pase, de manera más efectiva, a la próxima generación”. [8]  Así­ el cerebro del bebé puede ser moldeado o adaptado para vivir en las circunstancias o el ambiente en el que se halle inmerso. Por ejemplo, serán distintas las necesidades de un bebé nacido en una tribu pequeña y aislada de otro que nace en una populosa ciudad.

Revisemos ahora el proceso lector. Desde que estamos en el útero queremos saber. Nacemos siendo potenciales lectores de la vida. [9] Leer es sinónimo de comprender, de encontrar sentido. [10] El hombre busca sentido desde siempre, es una de sus necesidades fundamentales. [11] Buscar sentido es tratar de armar el rompecabezas de las sensaciones y pensamientos, que son fragmentos que nos informan del mundo.

Nos relacionamos con nuestro entorno inmediato, del cual dependemos, lo leemos. Nacidos para leer el mundo, estamos potencialmente capacitados para hacerlo. Los cuidadores del niño somos los iniciadores de su lectura del mundo.

Cuando entendemos una situación ello nos proporciona satisfacción. Leer el mundo es una emoción profundamente grata.

Dentro del útero no estábamos aislados, estábamos leyendo el mundo. Ya oí­amos desde la semana 20, tení­amos propiocepción y tacto. Adivinábamos que habí­a un mundo afuera. “En los últimos tres meses de gestación, el bebé dedica gran parte de su tiempo de vigilia a sintonizar la singular melodí­a de la voz de su madre”. [12] Allí­, en ese vientre cálido, tras su velo de agua, él está leyendo el mundo que tiene a su alcance. Luego de nacer leerá rostros. Luego leerá sonidos, palabras, paisajes. Finalmente leerá estos signos negros sobre papel blanco, la letra impresa.  “Leer es, antes y después de la lectura de libros, 'leer' el mundo, la naturaleza, la memoria, los gestos, los sentimientos”. [13] Leer libros es solo una forma especializada de leer el mundo.

No sabemos cómo el hombre inventó el lenguaje, pero su aparición cambió el modo de funcionar de nuestro cerebro. El habla no solo la utilizamos para comunicarnos con otros, sino también para hablar con nosotros mismos.

El lenguaje es una herramienta importante para crear apego. Igual la caricia.

El lenguaje puede ser una caricia que crea conexiones indisolubles.

El placer que siente un niño cuando alguien le lee un cuento, o cuando él mismo lee es la emoción de descifrar el mundo. Por mi oficio de pediatra con frecuencia veo niños comenzando a leer la vida y los libros. Creo que para el sujeto que está lográndolo es uno de los momentos más emocionantes de la vida entera. El mundo era un completo misterio, ahora tiene algunas zonas que son como claros en la espesura de un bosque, ahora el mundo tiene lugares seguros. 

Los cuentos que el niño, o que alguien lee para él, le ayudan a comprender el mundo y a comprenderse a si mismos, a entender la vida y a construir su identidad simultáneamente.

Ese aprendizaje nos permite leer el presente y anticipar el futuro. Para el cerebro el entorno es un mapa de signos sobre posibilidades futuras. El cerebro no solo está hecho para resolver problemas, lo está para anticipar necesidades futuras. La gran fortaleza de nuestro cerebro es que puede anticipar riesgos. “Nuestro cerebro es un órgano de recuerdo lanzado hacia el futuro”. [14]

Es importante acompañar al niño en su descubrimiento del mundo. Una estrategia es hablarles desde el vientre materno. Acompañarlo en los primeros tiempos. Es conveniente leerles a los niños pequeños. Su cerebro crece, sus neuronas se interconectan con nuevas sinapsis. Hay tiempos privilegiados para la estimulación y los primeros años lo son. Por ejemplo, para desarrollar el oí­do absoluto, un niño debe entrenarse a una edad muy temprana. Hay capacidades que se pierden con el crecimiento, ej: es imposible hablar sin acento un idioma que no se ha aprendido en la primera infancia.

La lectura facilita el desarrollo cognitivo más de lo que se pensaba hasta ahora. Promueve cambios anatómicos en el cerebro que favorecen la comunicación entre estructuras cerebrales. Un cerebro entrenado en la lectura mitiga el proceso degenerativo que se produce con el paso de los años. Leer aumenta el intercambio de información entre los dos hemisferios cerebrales. La lectura asidua mejora la conducción neuronal.

Nuestra labor como inductores de la lectura en los niños es una acción cargada de futuro.
 

Notas:
[1] Antonio Damasio. Y el cerebro creó al hombre. Barcelona: Ediciones Destino, 2010.
[2] José Antonio Marina. El cerebro infantil: la gran oportunidad. Barcelona: Ariel, 2011.
[3] Ob. cit. 

[4] Gregory, Ruichard L. Diccionario Oxford de la mente. Madrid: Alianza, Madrid, 1987.
[5] Juan Rof Carballo. Violencia y ternura. Madrid: Espasa Calpe, 1987.
[6] José Antonio Marina. El cerebro infantil: la gran oportunidad. Barcelona: Ariel, 2011. 
[7] Juan Rof Carballo. Violencia y ternura. Madrid: Espasa Calpe, 1987.
[8] Sue Gerhardt. El amor maternal. La influencia del afecto en el desarrollo mental y emocional del bebé. Barcelona: Albesa, 2008. 
[9] Paco Abril. La literatura infantil desde antes de la cuna. Lecturas sobre Lecturas/5 , Conaculta, México, 2003.
[10] Ileana Seda. Los lectores y escritores se hacen desde la cuna. Lecturas sobre lecturas/7 , Conaculta. México 2003.
[11] Victor Frank. El hombre en busca de sentido. Barcelona: Herder, 2004.
[12] José Antonio Marina. El cerebro infantil: la gran oportunidad. Barcelona: Ariel, 2011. 
[13] Paolo Freire. 1982. A importancia do ato de ler. Sao Paulo: Cortez/ Autores asociados. Citado por Roger Chartrier. Leer la lectura. ¿Qué leer? ¿Cómo leer? Seminario Internacional. Perspectivas sobre lectura en la Infancia. Santiago de Chile, 6-7 Dic. 2012.
[14] José Antonio Marina. El cerebro infantil: la gran oportunidad. Barcelona: Ariel, 2011. 

Puesto en línea en enero de 2018.