Mensaje de la Fundación Cuatrogatos por el 2 de abril, Día Internacional del Libro Infantil
Un mundo de historias
Por Janina Pérez de la Iglesia
¿Cuántas veces, de niño, te perdiste en el asombroso bosque de un libro? ¿Cuántas veces creaste una realidad paralela tan solo de tinta y de papel? ¿Cuántas veces fuiste héroe, bombero, astronauta, policía tratando de imitar la línea narrativa de una historia? No existe nada que pueda compararse con el poder de la imaginación de un niño. Es imparable, desbordada, auténtica, riquísima. No posee riendas, cauce, conceptos que sirvan de restricción. Un niño, creciendo en un entorno amoroso y comprensivo, querrá por naturaleza, por curiosidad, por puro deseo de jugar, acercarse a los libros. En edades tempranas esta atracción ejerce todo su poder a través de los colores, el niño comienza a interactuar con la historia a través de las imágenes y una ilustración se convierte en el juego de descubrir personajes, situaciones, desenlaces. Poco a poco el mundo de las formas va conduciendo al mundo de las palabras, del lenguaje, construyendo y aportando a la identidad del niño.
Un libro es una puerta que se abre ante el pequeño lector, que no sabe qué le espera al otro lado de ella. Con el tiempo el niño iniciará sus lecturas en solitario, y en este punto la narrativa pasa a formar el centro de atención, complementada con ilustraciones sencillas que no resten protagonismo a la historia. Es fascinante acompañar al niño en esta etapa, visitar la librería juntos, permitirle la elección de los temas según su preferencia, participar en actividades de lectura, crearle en su habitación o cualquier otro sitio de la casa un espacio para sus libros que pueda sentir suyo. Esta segunda etapa resulta más divertida y atrayente porque el niño se siente independiente, y es la base sobre la que se debe formar el lector más maduro ya en la adolescencia y juventud. También resulta extraordinariamente importante porque de ella dependerá en gran medida la amplitud del lenguaje, la comprensión lectora futura, la capacidad de análisis y la creatividad del individuo, herramientas que le acompañarán por el resto de la vida.
Ese lector de hoy, ese pequeño que pasa con sus manitos las páginas de un libro y se asombra, es la semilla de una humanidad mejor, más racional y compasiva, distinta. Una persona que lee es capaz de analizar el entorno de forma crítica e interactuar con este a partir de su propia visión. Una persona que lee es capaz de desarrollar su experiencia de vida con mejores recursos. Una persona que lee es más libre.
Construyamos un mundo donde cada libro tenga un niño, pero también que cada niño tenga la posibilidad de tener un libro. Que la verdadera revolución no pase por crear un lenguaje inclusivo donde se despojen de género las palabras, sino por cerrar la inmensa brecha que existe entre aquellos que pueden pagar un libro para su hijo, y los que sienten que entrar a una librería es más que un lujo y no pueden permitírselo. Dejemos un mundo de historias para niños y que del cielo caigan flores, y no bombas. Dejemos un mar azul con ballenas, barcos y delfines. Dejemos duendes, princesas, dragones y castillos. Dejemos naves y galaxias, cometas, estrellas estallando ante los ojos de un pequeño lector que mira fascinado, que vuela en libertad por la trama tejida de un libro para niños.
(Ilustración de la artista mexicana Rosario Valderrama).