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Beatriz Giménez de Ory: "La poesí­a merece un lector que ame las palabras"

Sergio Andricaí­n

El nombre de la escritora española Beatriz Giménez de Ory (Madrid, 1972) se ha vuelto de cita obligatoria cuando se hace un recuento de las voces iberoamericanas que están realizando las apuestas de mayor significación estética en el terreno de la lí­rica para niños. Licenciada en Filologí­a Hispánica y profesora de castellano en su ciudad natal, esta destacada creadora obtuvo dos de los principales galardones que se otorgan en España a obras de poesí­a para niños: el Premio Internacional Ciudad de Orihuela por Los versos del libro tonto (Faktorí­a K de Libros) y el Premio Luna de aire por Canciones de Garciniño (CEPLI, Universidad de Castilla-La Mancha). Su poemario Bululú (Faktorí­a K de Libros) fue uno de los libros ganadores del Premio Fundación Cuatrogatos 2014. En el año 2017 volvió a recibir este galardón con Para ser pirata (Ediciones SM).

Giménez de Ory tuvo la gentileza de responder el extenso cuestionario que la Fundación Cuatrogatos le hizo llegar con el propósito de conocer un poco mejor su excelente obra y de contribuir, modestamente, a que esta obtenga la difusión y la resonancia que merece.

¿Cómo y en qué momento empezó tu relación con la poesí­a, como lectora y como creadora?

La poesí­a que conocí­ primero me llegó, como a todos, por ví­a oral, en forma de retahí­las y canciones. Las niñas cantábamos en el patio del colegio, con la comba y la goma, o dispuestas bien en corro, bien en dos filas enfrentadas, dando palmas. La poesí­a era ritmo hablado que se apoderaba del cuerpo, y que nos integraba en el grupo instantáneamente.

Cuando aprendí­ a escribir, compuse poemas de circunstancias (por ejemplo, celebrando que a mi padre le hubieran designado presidente de la junta de vecinos) o creaba canciones con la música de los programas infantiles de la tele.

En mi casa habí­a muchos libros, pero eran casi todos novelas. La iniciación a la poesí­a escrita me llegó en la escuela. Tuve, en primaria, una profesora de Literatura que, cuando nos explicaba alguna forma métrica, nos pedí­a que la empleáramos en algún poema de creación propia. Recuerdo haber escrito romances, poemas a la Virgen en Cuaderna Ví­a (fui hasta los 14 años a un colegio de Hermanas de la Caridad), y hasta un poema en estrofas de pie quebrado que trataba, como las de Manrique, sobre la fugacidad de la vida. Lo escribí­ con once años y, aunque le falta hacia el final un verso octosí­labo que he olvidado, creo que es de lo mejorcito de mi producción:

Un bombón me han regalado
envuelto en papel brillante
de colores.
Yo contenta lo he guardado
para que duren bastante
sus sabores.
Lo he abierto, impaciente,
y contemplo, extasiada,
esta ví­ctima
próxima a mis dientes.
¡Ya no existe el buen sabor!
¡Nada! ¡Nada!
[”¦]
Y entre los dientes farfullo:
"¡Cosa de hadas!".

¿Qué aporta la poesí­a a los niños?

Para el niño muy chico, la poesí­a, en forma de nanas, arrullos”¦ tiene un valor afectivo y de estimulación sensorial: con "Cinco lobitos" el niño mueve los dedos; con "Al trote", cabalga en las rodillas de su madre... Estas canciones contribuyen además a desarrollar su inclinación natural hacia el ritmo y la música. Con la escolarización, llega la poesí­a destinada al canto, en grupo, que les aporta alegrí­a y les ayuda a sentirse parte de una comunidad. Posteriormente, la poesí­a leí­da debe proporcionarles miradas nuevas acerca del mundo y placer estético.

¿Cómo propiciar, en el hogar y la escuela, la relación de los niños con la poesí­a?

En casa, creo que es importante hablarles desde que son bebés. Explicarles qué vamos a hacer (bañarlos, darles de comer), nombrar las realidades de su entorno. A medida que el niño vaya adquiriendo mayor competencia lingüí­stica, hay que animarlo a que exprese cómo se siente, a que complete un cuento o una rima, a que narre un sueño que ha tenido por la noche. .. Y cantarle a menudo.

En la escuela, es fundamental propiciar espacios para la música y el baile, animarlos a memorizar pequeños poemas, enseñarles adivinanzas, crear una biblioteca de aula para que los niños toquen los libros y se acostumbren a tenerlos cerca.

Tus libros han ganado los certámenes Premio de Poesí­a para Niños Ciudad de Orihuela 2010 y Luna de Aire 2011, dos de las principales distinciones que se otorgan en España a la poesí­a para niños. Según tu experiencia, ¿para qué sirven los concursos literarios?

Los premios de poesí­a infantil son prácticamente el único cauce para que un autor vea su obra reconocida y divulgada. Me produjo mucha alegrí­a que valoraran mi trabajo y, sobre todo, que convirtieran los poemarios en libros hermosamente ilustrados y editados.

¿Antes de Los versos del libro tonto habí­as escrito poemas destinados a niños?

Algunos poemas sueltos de circunstancias, y un largo poema narrativo, inédito.

La estructura de ese libro tiene mucho de narrativa. Tiene personajes, los poemas están reunidos en secciones que equivalen a capí­tulos, existe una lí­nea de acción”¦ ¿Qué te hizo optar por ella?

Para mí­, lo más complicado a la hora de escribir un poemario es dar a los poemas un propósito claro, una cohesión. Es verdad que el género lí­rico es fragmentario y no requerirí­a quizá un marco textual evidente, pero necesito establecerlo, porque solo cuando lo tengo pueden los poemas surgir con fluidez. Creo además que al receptor niño le beneficia este contexto narrativo, le ayuda a comprender mejor los poemas.

¿Cómo definirí­as Los versos del libro tonto?

Es un poemario que trata de la necesidad de ser escuchados. En él los versos tienen vida y deciden huir de un libro que nadie lee y que los condena al ostracismo. Emprenden un viaje por mar, aire y tierra al encuentro del otro, de un lector que los canta, los utiliza para jugar (la sirena Flora), para conocerse a sí­ mismos (el gallo veleta), para enamorar (el escarabajo pelotero). Estos versos viajan también hasta el lector real del libro, al que también necesitan y al que igualmente esperan serles de provecho. Tiene influencias de la poesí­a de vanguardia, pues incluye juegos de ingenio, caligramas, acrósticos”¦

Poco después ganas otro premio con Canciones de Garciniño. ¿Cómo fue su génesis? ¿Cuánto hay en él de homenaje a las antiguas estructuras y los temas lí­ricos y épicos de los romances y a las formas y motivos de la poesí­a popular española?

Mi intención cuando esbocé el poemario era componer una sucesión de metamorfosis, a la manera de las de Ovidio. Así­ resultó en bastantes poemas: princesas convertidas en guisantes, agua del rí­o que se transforma en pulsera de plata, niños que crecen con la lluvia”¦ Llevaba media docena de poemas escritos cuando inventé el de "El prí­ncipe Garciniño", sobre un prí­ncipe que renuncia a ir a la guerra y prefiere en cambio dedicar su vida a llevar y traer "risas y canciones nuevas". Los demás poemas que conforman el libro son precisamente estas Canciones de Garciniño.

El poemario es, en efecto, muy deudor de la lí­rica medieval. En cuanto a la métrica, es siempre de arte menor, con predominio del verso octosí­labo, y la rima es asonante. Los géneros también son tradicionales: hay canciones de boda, de juego, una nana”¦ Varios poemas son romances narrativos (el de "Las princesas guisantes", concretamente, es un guiño a los de género morisco), con sus caracterí­sticos finales abruptos y misteriosos. Me sirvo también de la imaginerí­a propia de la lí­rica medieval, con elementos como castillos, rí­os, marineros, reinas envidiosas, molineros, lavanderas”¦ e incluso utilizo un léxico arcaizante como "dineros", "nigromante" o "albardas".

¿Cómo, cuándo, por qué nacieron los poemas de Bululú? ¿Por qué escogiste una estructura teatral para este cuaderno de versos? ¿Te propusiste rendirle homenaje al teatro de guiñol y a la commedia dell'arte?

Bululú lo escribí­ hace unos tres años. El personaje de Bululú lo tuve presente desde el principio, aunque pensaba enfrentarlo en duelo poético con otro actor ambulante: el italiano Manontroppo, que, heredero de la commedia dell'arte, iba a ser más refinado y taimado. Después decidí­ que Bululú fuera titiretero, y Manontroppo un tí­tere enamorado, que competirí­a contra el malvado Dragonzález por el amor de Marionetta.

Si para Canciones de Garciniño me serví­ del mundo medieval, en Bululú imaginé un periodo algo posterior, en pleno Siglo de Oro, cuando nace el teatro nacional y se crean lugares estables (los corrales de comedia) para las representaciones teatrales. Los cómicos de rango superior actuaban en "Compañí­as de tí­tulo", legalmente reconocidas, pero la mayorí­a de los actores fueron considerados "cómicos de la legua" (porque no podí­an trabajar a menos de una legua de los núcleos urbanos) y siguieron representando en las plazas de pequeñas aldeas. Mi poemario es un reconocimiento a estos actores ambulantes (entre los que el bululú era el más modesto de todos, pues actuaba y viajaba solo), y a los titiriteros. Los titiriteros consiguen que los niños se entreguen por completo a las hermosas mentiras de la literatura. No hay más que asistir a una función de tí­teres y observar las caritas arrobadas de los niños, y oí­r cómo responden apasionadamente a las interpelaciones de las marionetas y jalean los cachiporrazos.

¿Qué es para ti la poesí­a? ¿Qué le aporta a quien la lee?

Es una forma artí­stica hecha con palabras. El que la lee deberí­a encontrar una mirada y una voz muy personales, que agranden su propia forma de mirar y de entender la vida. La poesí­a es un acto comunicativo que requiere en el lector una escucha activa y cuidadosa, un deseo de entender la esencia del otro, por mucho que ese otro haya vivido hace miles de años. La poesí­a merece un lector que ame las palabras.

¿Crees que un poemario puede llegar a ser un best seller?

Hay poemarios que lo han sido. Pienso, por ejemplo, en Veinte poemas de amor y una canción desesperada, de Neruda, o en Ciento volando de catorce, de Joaquí­n Sabina, o en la enorme aceptación popular de Benedetti.

¿Cuál es tu opinión acerca de la importancia que hoy dí­a le conceden las editoriales a la poesí­a y, en especí­fico, a la que se escribe para los niños?

La edición de literatura para niños ha mejorado enormemente. Quizá haya sido el sector editorial que en menor medida ha acusado la fuerte crisis económica de mi paí­s. Aunque sigue siendo minoritaria, hay editoriales españolas que publican poesí­a para niños: Kalandraka, CEPLI, Hiperión, Anaya, Everest, Edelvives”¦ Y en Latinoamérica, el legendario Fondo de Cultura Económica, El Naranjo, Del Eclipse, Ekaré y tantas otras que aúnan textos de calidad con ilustraciones contemporáneas y sugerentes.

¿Cuáles son tus exigencias cuando escribes para los niños? ¿Esperas alguna reacción de ellos cuando leen tus libros? 

Mi lector imaginado es un niño inteligente y curioso: no hay lugar para la condescendencia. Confí­o en que encuentren en mis textos parte del gozo que yo encontraba en mis lecturas de niña.

¿Influye tu experiencia pedagógica en tu trabajo literario? ¿Qué otras experiencias, personales o sociales, nutren tu poesí­a?

Doy clases de Lengua y Literatura en secundaria, a alumnos de entre 12 y 18 años. Los destinatarios de mis poemas son más jóvenes. Aunque casi todos mis alumnos de doce años todaví­a están en la infancia. Me gusta animarlos, de cuando en cuando, a que escriban creativamente. Leen en voz alta sus poemas o narraciones y procuro no corregirles posibles errores gramaticales. Valoran mucho que se les alabe la imaginación, el humor, los giros disparatados... Me rejuvenece escucharlos, así­ como estar al dí­a en publicaciones de LIJ que puedan gustarles para recomendárselas. Por otro lado, nunca he pensado que lo que escribo deba ser pedagógicamente provechoso.

Tengo un hijo de cinco años y hemos leí­do un montón de textos maravillosamente ilustrados, álbumes y cuentos de la tradición anglosajona e iberoamericana que no conocí­ de niña.

¿Qué quisieras hallar en un libro de poesí­a para niños?

En esencia, lo mismo que en uno para adultos: una voz personalí­sima, belleza, ritmo, sorpresas lingüí­sticas, humor, que me emocione y me acompañe.

¿Existe una Beatriz Giménez de Ory narradora?

Sí­. Me encantan las historias, leerlas e inventarlas. Tengo una novela para niños, ¡Otra vez mudanza!, editada por Dylar en 2013, y algunos relatos para adultos.

¿Estás trabajando en un nuevo libro? En caso de que sea así­, ¿qué puedes adelantarnos acerca de él?

Es un texto narrativo, precisamente. Está influenciado por cuentos folclóricos europeos, y las protagonistas son mujeres de varias generaciones. Aún ando dándole vueltas a la estructura, a medio camino entre la novela y el relato popular.

 

Pueden leer una selección de poemas del libro Canciones de Garciniño aquí­.