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Érase dos veces el barón Lamberto
Gianni Rodari -
Traducción del italiano de Isabel Soto.
Colección Sieteleguas.
Pontevedra: 2020.
Érase dos veces el barón Lamberto. Gianni Rodari
El hombre cuyo nombre es pronunciado permanece vivo.
Gianni Rodari
Pasa algo curioso con los nombres: uno no los escoge. Al menos no cuando naces. Cuando eres bebé, tus padres te asignan un conjunto de letras que terminan formando tu identidad. Eso que te reconoce como individuo ante el mundo.
Hay personas que se hacen famosas por su nombre. O que su nombre basta para que los reconozcan mundialmente. Artistas. Presidentes. Científicos. Influencers. O multimillonarios. No necesariamente hay mérito detrás del nombre, pero la fama no siempre está directamente relacionada con algún mérito específico.
En el caso del señor Lamberto pasa algo curioso. Es famoso por ser multimillonario. Es dueño de 24 bancos alrededor del mundo. No es poca cosa. Vive en su propia villa. Es famoso por su nombre y por sus millones. También es buena gente, dicen.
Gianni Rodari dio a conocer en 1978 Érase dos veces el barón Lamberto, una novela que Kalandraka Editora ha publicado en España, traducida del italiano de Isabel Soto y con unas extraordinarias ilustraciones de Javier Zabala. Se trata, sin duda, una historia fascinante. ¿Por qué? Porque no sabemos nunca qué sucede o hacia dónde nos lleva el relato. Capítulo a capítulo, la intriga crece. Un hombre anciano rejuvenece siguiendo la antigua práctica de un sabio egipcio. 24 ladrones invaden una isla. 24 banqueros acuden al… ¿rescate? 24 secretarios anotan todo lo que ocurre.
El mundo entero se moviliza para conocer los acontecimientos en la isla de San Giulio. Pero como lectores somos testigos de un milagro fascinante: el que nombra, recuerda. Como un conjuro. Como una prueba infalible a prueba del tiempo. Como un ejercicio de la memoria que nos invita a traer al presente aquello que fuimos.
Después de todo, solo basta volver a la infancia para recordar lo que seremos. Y esa, esa siempre será nuestra decisión. No importan los nombres ni los millones.